Seguimos en deuda con Santana

Seguimos en deuda con Santana

Cada vez que jugamos una eliminatoria de Copa Davis estoy convencido de que nuestro tenis está en deuda con Santana. Santana fue aquel recogepelotas del club Velázquez, de Madrid, que convirtió el tenis en un deporte nacional allá por los años 60, en contra de aquella realidad que sostenía Ernesto Garrido, secretario de la Asociación Castellana de Tenis: "El tenis es un deporte considerado como de auténticas minorías, sólo apto para personas más bien pudientes que puedan sostener el gasto que supone". Pues Santana, a base de éxitos, llevó el tenis a todas las capas sociales y ya nos salen jugadores hasta debajo de las piedras.

Tal es así que ya se puede discutir si deben jugar Ferrero y Moyá, o Nadal y Feliciano. Se pueden superar eliminatorias sin la presencia de los dos primeros. Hemos ganado una Davis; hemos estado en la final de la última edición. Como Santana estuvo en dos de ellas, pero eran, por aquel entonces, hechos excepcionales. Por eso Santana pasó a entrar en la mitología de nuestro deporte. Casi con más fuerza que Bahamontes, porque el Tour era conocido en Francia y sus países limítrofes; el tenis, en cambio, por su influencia anglosajona cruzaba los océanos, y de las gestas de Santana comenzó a saberse hasta en las antípodas.

Santana ha ido sentando las bases de la Davis en España, mas a pesar de ello no se ha hecho justicia con él. Será por su procedencia humilde en un deporte de pudientes, el caso es que el mundo del tenis siempre la ha ido poniendo piedrecitas. Él las recuerda en su libro Un tipo con suerte. Ganó el campeonato de España júnior y le dejaron fuera de la copa Galea; ganó el campeonato de España absoluto y le dejaron fuera de la Davis; como capitán, le destituyeron cuando España tenía un camino de rosas para ganar la Davis al ser todos los partidos en casa. Nunca nadie le regalará nada. Él, sin embargo, nos regaló todo lo que ahora somos en el tenis.