Los horrores del caso Manzano

Los horrores del caso Manzano

Estupefacción ante el entramado de medicamentos que administraron a Manzano para doparle sin dar positivo y horror por haberlos inyectado a un individuo sano sin advertirle de los efectos secundarios que a medio y largo plazo pueden ocasionarle. Los médicos de la comisión de investigación, abierta por la Comisión Nacional Antidopaje, no salían de su asombro al escuchar el testimonio de Manzano. Ya lo conocían, lo habían seguido en el AS, pero escucharlo de su propia voz les producía escalofríos, hasta espanto de que hubiera médicos, colegas suyos al fin y al cabo, capaces de diseñar planes de dopaje con tal precisión.

Porque de una cosa están convencidos en este primer contacto con Manzano. Manzano no se ha automedicado. Es tal la cantidad y la mezcla de sustancias, de fármacos y de brebajes utilizados que los propios médicos de la comisión reconocieron la dificultad que tenían para seguir los procedimientos empleados. La realidad desborda el saber y la experiencia que tienen. Se enfrentan a mentes perversas que utilizan sus conocimientos para inyectar mezcolanzas químicas en unos organismos para que derriben la capacidad de autodefensa de la que la naturaleza nos ha dotado. Es la manera para ser más rápido, más resistente, ganar al rival.

Por eso también lo primero que hizo la comisión es poner sus servicios médicos a disposición de Manzano. Él se siente bien, quitando el problema de la rodilla, le han hecho mil reconocimientos en el Kelme, pero nunca nadie le dijo cómo tiene los riñones, el hígado u otros órganos vitales. Se teme lo peor, y por eso dice que no cumplirá los 50. Su problema puede ser el de otros ciclistas, el de otros deportistas. La lucha que se plantea no es contra los equipos y contra el ciclismo. Es para salvar las vidas de jóvenes que, quizá cegados por la ambición, confiaron su salud a gentes sin escrúpulos que dicen, hipócritas ellos, defender el deporte.