Yo digo | Pere Artigas

La Segunda División

Pere Artigas

La Segunda División A del fútbol se está muriendo con el auxilio de demasiados doctores. Es una categoría macilenta y desesperada. Errática y endeble. Fea. Casi olvidada y mediocre. El cuarto trastero del fútbol profesional. Con alguna virtud, nada reconocida, y muchos defectos producto de copiar miméticamente los de la Primera División. Condenados a vivir entre el suero de la resignación y una hemorragia económica tremenda. Aconsejados por algún gurú freak caminan hacía la nada o, en el mejor de los casos, hasta donde están: en permanente respiración asistida. Y en lugar de buscar soluciones globales, racionales y duraderas a su problema, optan por montar un cirio y dan la imagen de pretender llevar las riendas del fútbol profesional. Amparándose en su mayoría numérica en el seno de la Liga y con el apoyo eventual de algún equipo de Primera, están decididos a paralizar el comienzo de la próxima temporada. Mala cosa el recabar solidaridad fomentando escisiones. Miopía galopante el pensar que con un puñado más de euros, sanarán. A lo máximo dará para alguna bombona adicional de oxigeno, pero seguirán dramáticamente entubados. El último contrato televisivo que expira en junio, triplicó sus ingresos respecto al anterior y todavía deben la factura de buena parte del oxígeno consumido.

Sería fatigar la obviedad argumentar que la entrada de dinero fresco es vital cuando se está sumergido en la pura ruina. Pero quedarse sólo ahí es como esperar que el círculo vicioso que te apresa, acabe por asfixiarte. Pelear para que siga manando agua y recogerla con un cesto es suicida. Entiendo que la categoría modesta del fútbol profesional necesita con urgencia ser repensada. Su concepción actual está resultando tóxica para todos. No aporta absolutamente nada; ni económica, ni deportiva, ni mediáticamente. Tampoco formativamente. Entonces, ¿qué sentido tiene doctorarse en contumacia en el error? Frente al caduco y nocivo modelo actual, imaginación, pacto y cambio radical de estructuras. De cobijo a profesionales en retirada y mediocres foráneos, a vivero de futuro. Reconvertir la antiestética fealdad actual en magnífica plasticidad picasiana. Repensar.

Imagino un nuevo escenario únicamente con jugadores comunitarios y que, como mínimo, en el campo de juego la mitad más dos en cada equipo sean españoles. También topes salariales y de edad. Una legislación laboral que permita la regulación de empleo en caso de bajar de primera y una presión fiscal de bajo perfil. Obviamente también un férreo control del gasto. Con ello se igualaría la competición, se estimularía a la cantera de los propios clubs y se dinamizaría el hoy atorado mercado futbolístico interior. Y comenzar a suturar la terrible herida económica. Proyecto, pacto, reforma y compromiso. Entiendo que es por ahí donde la Segunda División A debe buscar la solidaridad, la complicidad y la ayuda tanto de la Primera División, como de las autoridades deportivas y gubernativas. Y fijar un corto período de transición. También hacer suya la frase de Woody Allen: "Soy suficientemente bajito y feo como para triunfar por mí mismo". Mejor intentarlo que vivir en la permanente zozobra como hasta ahora.