Un brasileño atípico

Muchos nos hemos criado con las frivolidades amorosas de Pelé, la destrucción física de Garrincha por culpa del alcohol, las escapadas nocturnas de Romario o los devaneos de Ronaldo con su matrimonio y su conflictiva suegra. Los futbolistas brasileños tienen una tendencia natural a generar conflictos extradeportivos que suelen mermar su rendimiento. No pueden vivir más de seis meses sin pisar sus paradisíacas playas y sin bailar la samba en Salvador de Bahía o Río de Janeiro.

Por eso valoro mucho el comportamiento de Roberto Carlos. El único pollo que ha montado es por defender la camiseta nacional de su país (un gesto admirable en desuso) y desde que Valdano y Florentino le pusieron en su sitio está como un guante. Juega para el equipo más que nunca, ha olvidado los guiños demagógicos y jamás ha retrasado su retorno a Madrid poniendo como excusa la pérdida de un vuelo. Es un brasileño atípico. Un profesional.

Lo más visto

Más noticias