‘Cebollita’ Raúl

Los dos crecieron en un entorno paisajístico desalentador. Uno a las afueras de Madrid, en la Colonia Marconi; el otro, el Dios argentino, en una barriada cercana a Buenos Aires plagada de chabolas, Villa Fiorito, donde se alió con los pandilleros de un lugar tan castigado para disfrutar de sus primeras travesuras futbolísticas en ‘Los Cebollitas’. Cuando Diego Armando Maradona (me pongo de pie) deslumbraba al mundo en 1977 mostrando sus primeros orfebres con el balón en su mágico pie izquierdo, Raúl devoraba chupetes y fabricaba en su cerebrito de bebé sus primeros sueños con una pelota de trapo en su pie. También el izquierdo...

No seré tan necio de compararlos. Maradona, que anoche me hizo derramar mis primeras lágrimas en mucho tiempo (lo confieso, fui infiel sólo una vez y aplaudí en el Bernabéu aquel supergol que le metió al Madrid tras romperle la cintura a Juan José), hizo del fútbol un placer terrenal, un orgasmo sin sexo, un lujo faraónico con precios aptos para todos los públicos...

Pero Raúl también ha sabido crecer como futbolista desde la ambición desbocada, el empeño sin límites y el hambre indisimulado por coleccionar títulos. Raúl retorna hoy a La Romareda. Siempre vuelve al lugar de los hechos. Es su escenario preferido para cometer el crimen. El ‘cebollita’ blanco amenaza de nuevo.

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