Nada que no se cure
El día que Zidane visitó AS con una cortesía exquisita, me resultó sorprendente su extremada timidez. Pensé que un futbolista campeón del mundo, procedente de un club tan azaroso como la Juve y crecido entre devoradores tifosi, tendría mano derecha para torear cualquier asunto que saltara sobre la mesa. Pero no. Zizou es un tipo reservado, cortés, educadísimo, moderado y muy poco dado al populismo. No habla por no pecar y sus silencios ante temas espinosos delatan una forma discreta de entender la vida. Así es la megaestrella y así quiere vivir.
Le preocupa muchísimo no poder entrar al cine antes de apagar las luces, como le sucedía al Buitre en sus mejores tiempos. Le asusta que su mujer pueda ser pasto de los paparazzi en cuanto salga de compras por Serrano. Le intimida todo aquello que rompa su equilibrio, perjudicándole en su labor profesional. Me contaba Zidane una curiosidad que hoy desvelo: necesitaba entender por qué en España se come a las tres, se juega a las nueve de la noche y millones de ciudadanos escuchan programas deportivos a la una de la madrugada.
Efectivamente, me estaba confesando sus problemas de adaptación. Ahora bien, que nadie se equivoque. Este problema se cura. Zidane solo necesita un gol, un buen partido y mucho calor de la afición madridista. Seguro que para Navidad hasta ha aprendido a echarse la siesta.
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