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LALIGA SANTANDER

Alberto del Campo: “El fútbol es una metáfora para poder hablar de todo”

El gran teatro del fútbol’ es su último libro, un análisis de este deporte desde la antropología. Didáctico e interesante, de los indígenas a Borja Iglesias.

01/10/22
ENTREVISTA ALBERTO DEL CAMPO TEJERDOR VISITA REDACCION DIARIOAS SALA VIP LIBRO EL GRAN TEATRO DEL FUTBOL
EDUARDO CANDELDiarioAS

Quizá fue por su infancia en Suiza, pero Alberto del Campo (Sevilla, 1971) se organiza con la precisión de un reloj. Así le da tiempo a tanto. Licenciado en Derecho, Filología y Antropología Social de la que es catedrático y doctor, además de articulista y autor de 22 libros. El último es ‘El gran teatro del fútbol’ (Esfera de los libros).

¿De qué surge este libro?

Los últimos 25 años he observado y analizado el fútbol, pero a niveles muy académicos. No llegaba al público. Surge de la ambición de que no se quede en lo universitario. El fútbol es una metáfora para hablar de cualquier cosa. Modelos de comunidad, nacionalismos, economía. Sus transformaciones son equivalentes a las transformaciones de la sociedad. Es un instrumento sociológico de primer orden.

¿Qué temáticas investiga?

El ámbito del ocio en las distintas culturas. Las formas que tienen los campesinos de sobrevivir. Allá donde iba, como me interesaba el fútbol más que otra cosa, cumplía con el encargo pero además investigaba el fútbol. Lo he hecho en contextos absolutamente variopintos.

¿Qué le resultó más curioso?

En los Andes ecuatorianos, hay indígenas que juegan con nuestras reglas, once contra once, un balón, pero aplicadas a su forma de vivir. No conciben que unos jueguen más que otros: rotan para jugar todos lo mismo. Lo contrario, consideran, desarmoniza el grupo. Para nosotros es muy extraño. Nuestra cultura está basada en el mito, en el héroe, desde Homero hasta el gran futbolista de hoy, capaz de hacer hazañas él solo.

¿Forman parte de una liga?

Tienen una entre indígenas y blancos y mestizos que les dan unas palizas… Porque no tienen picardía, nuestra idea de que se puede engañar al árbitro, al rival. Y eso te merma mucho en el fútbol. Parecen muy infantiles a pesar de que físicamente estén dotados y le puedan pegar con el interior a la escuadra.

¿Lo cultural separa tanto?

Mira lo del baile. Brasil es un país donde es una manifestación de alegría, pero si tu importas una costumbre, una manera de ser, un baile, se puede interpretar de otras maneras. Porque los comportamientos tienen múltiples significados. En esta diatriba de si es racismo o un acto legítimo es los dos en función de como se interpreta. Es absolutamente execrable llamarle a uno mono, delito, pero por otra parte alguien debería decirle a Vinicus que esos comportamientos pueden suscitar ciertos sentimientos. Y que hay que tenerlos en cuenta, controlarlos, porque si no generas animadversión.

Rodrygo no genera lo mismo.

Claro. Le pasaba a Neymar. En una final Athletic-Barça de Copa se puso en un córner a hacer una serie de gambetas que no venían a cuento. Se piensa: “Tú no estás bailando, me bailas a mí”. Y eso es inconcebible.

¿El fútbol se ha mirado poco desde la antropología?

Hay libros en Inglaterra, Argentina, pero en España no. En general la academia, las ciencias, lo han considerado indigno. Suena bien volverse loco por la Semana Santa, nacionalismos e ideologías, pero se sigue desconsiderando que uno se vuelva loco con su equipo. Si interesan los seres humanos no entiendo cómo se puede despreciar.

¿Qué encontrará el lector?

Hay capítulos muy diferentes. Cómo se han ido transformando la masculinidad. Lo que comunica Gavi no es lo mismo que lo que comunicaba Camacho.

Ha cambiado mucho.

Muchísimo. Ciertos comportamientos testosterónicos que había antes y que se justificaban bajo pretexto de que es un deporte de hombres empiezan a tener poco predicamento en las acciones en juego, con mucha menos violencia. Hoy no hay tanta permisividad, la virilidad se desarrolla de otra manera. Borja Iglesias no necesita mirar con los ojos lleno de sangre. Puede jugar con una sonrisa, como aquí nos enseñó Ronaldinho. Y eso no lo hace menos hombre.

El estereotipo del futbolista también ha cambiado.

Algunas investigaciones dicen que tres de cada cinco jugadores a los cinco años de retirarse se arruinan, entran en depresión, no saben hacer nada más, llenar el tiempo. Sólo han jugado. Y el hecho de que hayas jugado no te da expectativas para que te contraten en fútbol.

Y han vivido, además, en férreas burbujas.

Otro problema añadido. Los futbolistas de hace 20, 30, 40 años no estaban. Hoy dejan el fútbol y no conocen el mundo real. Se han juntado solo con un entorno muy reducido, jugadores y familias de jugadores. No manejan los códigos ni para tener una conversación. Están acostumbrados a hablar solo de fútbol o ellos mismos y no se dan cuenta que la gente ya no quiere oír las batallitas.

¿Usted jugó al fútbol?

En Suiza, cuando era pequeño. Mis padres eran profesores de bachillerato, se fueron allí a dar clases a emigrantes porque consideraban que estaban abandonados.

¿Cuántos años tenía?

De los 10 a los 16. Había una estructura increíble de clubes. Después me fui a EE UU, que no tenía mucho nivel aún. Era 9 puro. Allí fui preseleccionado para una selección para el Mundial de 1994 en unos años. Pero yo quise volver a la tierra, España, Andalucía. Jugué en Tercera. Estudiaba y jugaba en equipos donde te permitían cobrar razonable y estudiar a la vez. Pero tuve una lesión fatídica que me retiro con 22, 23 años.

¿Qué feedback está recibiendo de su trabajo?

Mira, yo hubiera dado tres dedos por ser futbolista, lo más grande, pero como no pude, intento hacer con mis libros lo no pude desde el campo: llegar al corazón de la gente. Emocionar con un regate, un gol. Y ver que con un libro se puede… Es como un gol por la escuadra. Da igual la categoría. Segunda, Tercera, ante 2.000 personas. Viste sus caras desencajadas. ¿Dónde se puede hacer eso? En muy pocos ámbitos. Eso trato de transmitirle a mis alumnos. Algunos me tienen por un loco. Me subo a los pupitres, me emociono.

A lo ‘El club de los poetas muertos’.

Sí, pero cuando ves que te los llevas, que vas viajando con ellos y están ahí… Eso es un prodigio. El fútbol es el vehículo perfecto para comunicar a la gente. Me ha permitido la cosa más grande: emocionar a un ser humano. Si no puedes con un balón en los pies, con la palabra.