A primeros de mayo se reunió en Madrid el Comité Ejecutivo de la UEFA. La retirada de los españoles cuatro años antes no había dejado secuelas y se adjudicó a España la organización de la fase final. Madrid y Barcelona serían las sedes de las semifinales y el Bernabéu escenario de la final. El sorteo emparejó a España con el vencedor del Francia - Hungría, y a la Unión Soviética con Dinamarca. Villalonga concentró a sus hombres en La Berzosa. (Foto de apertura: Lapetra saca un córner, Fusté cabecea y Amancio muy listo aprovecha la situación. ¡Finalistas!).

Sufriendo y con prórroga

Por primera vez oyó Suárez corear su nombre en el Bernabéu. El interista manejó la batuta con maestría y el primer tiempo fue de clara superioridad española, con el escaso premio de un gol. En el último cuarto de hora de la segunda parte se impuso la superioridad física de los húngaros y en el minuto 87 llegó el empate. Iríbar salvó a su equipo en la primera parte de la prórroga y a siete minutos del final, un córner lanzado por Lapetra lo remató Amancio. ¡Goooooool!

Angustiosa prórroga

Los españoles llegaron a la prórroga más desgastados que sus rivales. El público, consciente de ello, se volcó con sus gritos ¡España!, ¡España!... Hacía mucho calor y el dominio húngaro se hizo evidente. Afortunadamente estaba Iríbar para conjurar el peligro. Se pensaba ya en el lanzamiento de la moneda para designar al finalista cuando apareció Amancio; su oportunismo de genio supo aprovechar el balón cabeceado por Fusté y desvió la pelota lejos de Szentmihályi. La anhelada victoria.

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Yashin quedó inédito

Se jugó a las diez y media de la noche para que los asistentes al Camp Nou pudiesen ver por televisión el partido jugado en Madrid. Apenas 40.000 espectadores asistieron, con tiempo agradable y césped en perfecto estado, a la enorme superioridad de los futbolistas soviéticos. Hubo corrección absoluta sobre el terreno de juego y en los graderíos. Los goles cayeron por su propio peso, sin que los soviéticos se esforzaran demasiado, sin duda pensando en reservar fuerzas para la gran final. Yashin, la famosa araña negra, quedó inédito, para decepción del público, ante la inocencia atacante de los daneses. El campeón de la primera Eurocopa defendería su título ante el equipo anfitrión que se lo había facilitado cuatro años antes con su retirada.

Ante la gran final

Los equipos de la URSS y España habían llegado a la gran final. Cuatro días después se enfrentarían en Madrid en un partido repleto de emocionante morbo. Sonaría el himno soviético en el Bernabéu, donde luciría la bandera roja con la hoz y el martillo. Se recordaría la espantada española de un choque frustrado por la política. ¿Iría Franco al partido? ¿Cuál sería el comportamiento del público? Los soviéticos llegaban más frescos mientras que los hispanos habían sufrido una agotadora prórroga.

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Hungría con otra prórroga

No llegaron a cuatro mil los asistentes en el Camp Nou a un partido que resultó mucho más emocionante de lo previsto. Los húngaros, tal vez afectados por su derrota de tres días antes, no dieron lo mejor de sí mismos. Los daneses salieron a demostrar que no eran simples comparsas, pero Madsen (foto) tenía la pólvora mojada. En la prórroga se inclinó la balanza a favor de los magiares y Novák sentenció.

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