Todavía la tecnología imperante no permitió seguir en directo por televisión el Mundial chileno. Hubo que conformarse con la locución radiofónica del eterno Matías Prats. Las imágenes se vieron en diferido, conociendo ya los resultados. La categoría de los jugadores que formaban la Selección nacional había despertado grandes esperanzas entre los aficionados y por ello la derrota provocó una decepción de mayor magnitud que en otras ocasiones. (Foto de apertura: Villalonga prescindió de 14 de los 22 que había ido a Chile tres meses antes).
El Campeonato del Mundo celebrado en Chile había marcado fatalmente al equipo español. La decepción de los aficionados fue enorme. Comenzado el campeonato de Liga 1962-63 se produjo el nombramiento de Pepe Villalonga como seleccionador nacional tras distintas reuniones en las oficinas federativas realizadas a lo largo de la segunda quincena de septiembre. Quedaba en el ambiente que la elección había sido difícil y laboriosa.
Cambios federativos
En 1960 Benito Pico había ocupado la poltrona federativa en sustitución de Lafuente Chaos, que había presentado su dimisión tal vez quemado por la retirada en la Eurocopa ante la Unión Soviética. Benito Pico, militar de profesión, había sido directivo del Real Madrid e incluso vicepresidente entre 1952 y 1956. Sobrevivió al desastre chileno y tras muchas vacilaciones, a mediados de septiembre de 1962, nombró seleccionador nacional al comandante José Villalonga.
José Villalonga Llorente había nacido en Córdoba el 4 de diciembre de 1919. Soldado voluntario en la Guerra Civil a los 16 años de edad, a los 18 era alférez provisional. Al acabar la contienda ingresó en la Academia Militar y en 1947, con el grado de teniente, fue nombrado profesor de educación física en la Escuela Central de Toledo. Consiguió el título nacional de entrenador de fútbol en el curso celebrado en Burgos, en la Ciudad Deportiva Dos de Mayo, el año 1949, bajo la dirección de José Luis Lasplazas y por vez primera organizado por la Real Federación Española de Fútbol.
La elección de Villalonga como seleccionador fue difícil y laboriosa
Se incorporó al Real Madrid en 1952 como preparador físico y sustituyó al uruguayo Enrique Fernández cuando fue cesado como entrenador del primer equipo madridista en diciembre de 1954.
Dos años y medio al frente del equipo de Chamartín le laurearon con dos campeonatos de Liga, dos Copas de Europa y dos Copas Latinas. Al finalizar su contrato no lo renovó, según se dijo entonces, por discrepancias económicas con Santiago Bernabéu.
Tras dos años de inactividad deportiva, a petición del doctor Gomes Comes, se incorporó como Secretario Técnico al Club Atlético de Madrid, aunque muy pronto tuvo que relevar en el banquillo al eslovaco Fernando Daucik.
Villalonga había ganado dos Copas de Europa con el Real Madrid y una Recopa con el Atlético
Con los rojiblancos ganó dos Copas, ambas frente al eterno rival y en el Bernabéu, pasando en julio de 1962 a desempeñar las funciones de director técnico, momento en que el Atlético venció en la Recopa europea. En el momento de su nombramiento por la Junta directiva que presidía Benito Pico era comandante de infantería con destino como ayudante del general José Felipe Gálvez.
Villalonga tenía que afrontar una dura papeleta, la renovación del equipo nacional. De una parte, la edad de las viejas figuras de nuestro fútbol; de otra, la adecuación a la nueva normativa que la FIFA acordó en el Congreso celebrado en Santiago de Chile el 26 de mayo de 1962, que a partir de agosto del mismo año los jugadores que hubiesen defendido los colores de una selección nacional nunca pudiesen hacerlo con otra.
Villalonga tuvo que acometer la renovación de la selección española y lo hizo con valentía
La designación de Pepe Villalonga como seleccionador fue acogida con polémica. Unos argumentaban cierto grado de incompatibilidad con su cargo en el Atlético de Madrid, otros reconocían que era un buen preparador físico pero con escasos conocimientos técnicos y tácticos. Por supuesto había quienes no le tenían simpatía, por su personalidad, su carácter, sus orígenes o cualquier otra circunstancia y lo reflejaban con argumentos más o menos válidos en su medio de comunicación correspondiente.
Cordobés y militar, Villalonga se fue derecho hacia el toro y comenzó su faena sin hacer caso a sus detractores.
Escabechina entre los veintidós de Chile
Cuando Villalonga dio su primera lista para enfrentarse a Rumanía se vio que buscaba una profunda renovación. De los veintidós jugadores que habían ido a Chile tres meses antes, prescindía de catorce. Son los que llevan el circulo rojo: Di Stéfano, Carmelo, Gracia, Santamaría, Echeberría, Garay, Suárez, Vergés (arriba) y Segarra, Puskas, Araquistáin, Del Sol, Peiró y Eulogio Martínez (agachados). Unos por su origen foráneo, otros por considerarlos veteranos y tres (Suárez, Del Sol y Peiró) por haber emigrado a Italia.
El encuentro inicial frente a Rumanía estaba fijado para el día primero de noviembre, festividad de Todos los Santos. No había prácticamente fechas para ensayos o experimentos.
La lista de convocados despertó graves críticas. Estaba compuesta por Sadurní (C.F. Barcelona) y Vicente (R. Madrid) como guardametas; los defensas Calleja (C. Atlético de Madrid), Rodri (C.F. Barcelona), Pachín (R. Madrid), Reija (R. Zaragoza) y Rivilla (C. Atlético de Madrid); Fusté (C.F. Barcelona), Glaría (C. Atlético de Madrid) y Paquito (R. Oviedo) para la línea media y Adelardo (C. Atlético de Madrid), Amancio (R. Madrid), Collar (C. Atlético de Madrid), Gento (R. Madrid), Guillot (Valencia C.F.) y Veloso (R. C. Deportivo de La Coruña) como atacantes. De los 22 viajeros a Chile se prescindía de Araquistáin, Carmelo, Santamaría, Garay, Echeberría, Gracia, Segarra, Vergés, Del Sol, Puskas, Di Stéfano, Eulogio Martínez, Luis Suárez y Peiró. Catorce jugadores, ni más, ni menos.
Su primera lista de convocados fue muy criticada tanto por los medios como por los aficionados
No sólo se prescindía de los nacionalizados, sino también de los italianos Suárez, Del Sol y Peiró.
Sadurní apenas había actuado en una docena de encuentros en Primera División. Vicente se había pasado la temporada anterior como suplente de Araquistáin. Fusté había jugado cedido en Osasuna y acababa de incorporarse al Barça. Amancio y Veloso, recién ascendidos a Primera con el Deportivo coruñés, no habían jugado ni media decena de encuentros en la División de Honor y el joven valencianista Guillot no llegaba a veinte actuaciones, ligeramente superadas por Glaría, en nuestra primera división. La renovación parecía excesiva, el conjunto demasiado inexperto y el favoritismo por su club desproporcionado (cinco jugadores atléticos). Y, por vez primera en nuestra historia futbolística, no había ningún jugador vasco entre los jugadores convocados. Los palos le llovieron de todas partes.