El Olot, el Athletic Club de Cataluña
La entidad optó hace tres temporadas, para asentarse en la categoría de bronce, por una filosofía y unos valores muy particulares.
La Unió Esportiva Olot es un club único, pero solo en Segunda B, porque no es el primero en seguir una filosofía tan característica de fichar futbolistas en función de su origen o formación. El Athletic Club de Bilbao es el ejemplo conocido por todo el mundo del fútbol por su política de fichajes, consistente en incorporar, según aparece en su página web, solo jugadores nacidos en Euskal Herria ( Bizkaia, Gipuzkoa, Araba, Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Behera) o formados en clubes de estas demarcaciones territoriales.
Pero a unos kilómetros de allí, en la provincia de Gerona, dentro de la zona volcánica de la Garrotxa, el Olot decidió hace tres años, con el descenso a Tercera tras años de trabajo para llegar a la Segunda B, imitar esta manera de entender el fútbol. “Perdimos nuestra dimensión y compromiso social y decidimos que todos los jugadores del equipo deben haber sido formados deportivamente en Cataluña o en los países catalanes como Valencia y las islas”, explicaba Juan Agustí, su presidente, hace más de un año al diario El País.
Realmente la concepción de los denominados países catalanes es bastante ambigua, porque puede hacer referencia a lo lingüístico y cultural o bien entenderse como un pancatalanismo, ideología política que defiende el carácter de nación del conjunto de los territorios donde se habla catalán. En cualquier caso, este término, que nunca ha llegado a ser sujeto político y consta de mayor aceptación en Cataluña, ha sido el utilizado por el Olot para delimitar su mapa geográfico de fichajes, dejando fuera de momento a zonas como Andorra o partes de Aragón.
El objetivo del club no es otro que dotar a la entidad de unos valores muy concretos de arraigo y compromiso con la zona, que quizás les cueste más a jugadores de fuera, y dar mayor sostenibilidad al equipo en el apartado económico porque todo el dinero se queda en el territorio. “Muchos de los que juegan aquí son amigos de la infancia y hacer eso en Segunda B es muy complicado. Pero entendemos que el ser de aquí, el compromiso con tu club y tu tierra te da un plus enorme”, añadía Jordi Reyes, consejero de comunicación y mercadotecnia del Olot.
¿Cómo y cuándo surgió todo?
Hay que remontarse tres temporadas atrás, en el año 2017. Tras mucho tiempo de recorrido por el fútbol más modesto, se logró el primer ascenso a la categoría de bronce en la campaña 2012/2013. Más adelante, en 2016, se descendió a Tercera, momento en el cual el club analizó su situación y optó por cambiar las bases sobre las que estaban construyendo el futuro de la entidad.
En 2017 el equipo regresó a Segunda B, y desde entonces se ha marcado en la dirección deportiva una orden clara: solo jugadores nacidos o formados en Cataluña, Comunidad Valenciana y Baleares. “No miramos la procedencia del jugador, sino que queremos que tengan un vínculo con lo nuestro y por eso para firmar con nosotros tienen que haberse formado aquí. Queremos ser un Athletic de Bilbao a la catalana”, argumentaba el presidente.
Una apuesta arriesgada al estar todos los años en un grupo con clubes con grandes presupuestos como el Barcelona B, que ha destina todas las temporadas varios millones para reforzarse, el Andorra de Piqué, filiales importantes como el Villarreal B o el Valencia Mestalla, o clubes históricos como Hércules o Sabadell. Aunque esta temporada con la nueva confección de la categoría por la pandemia del coronavirus todo ha dado un vuelco.
De momento, las cosas han funcionado para el club desde la temporada 2017/2018. El primer año el Olot se salvó del descenso por solo dos puntos, quedando décimo séptimo. A la temporada siguiente, en la 2018/2019, se continuó con la reconstrucción y eso se tradujo en un salto cualitativo quedando en mitad de tabla, décimos. Y la pasada campaña el conjunto gerundense estuvo a punto de meterse en la fase de ascenso a Segunda, séptimos a cinco puntos del cuarto clasificado, por el final abrupto de temporada por la pandemia.
Una forma curiosa de crear una plantilla
La dirección deportiva, encabezada todavía por Sergi Raset, ha sido la encargada de formar desde el año 2017 una plantilla con esa identidad por bandera. Una labor nada sencilla consistente en rastrear las grandes canteras del fútbol catalán, balear y valenciano, prestar mucha atención al anterior grupo III, y estar bien posicionados para ser la primera opción para jugadores de este origen que jueguen en el extranjero y quieran regresar a casa. Y a la vez, descartar jugadores ofrecidos y opciones que no cumplan con los requisitos preestablecidos.
Con estos condicionantes, en la temporada 2017/2018 se empezaron a conformar los mimbres del proyecto para los siguientes años. Para empezar, el técnico argentino Martín Posse fue reemplazado a mitad de temporada por Raúl Garrido, nacido en Valencia, y hermano del también técnico Juan Carlos Garrido (Real Betis, Villarreal o Brujas). Y de todos los que tuvieron minutos de juego, 20 jugadores eran de Cataluña, dos de Baleares, uno de Valencia y, para romper la gran estadística, uno de Ávila. Nacho Pérez llegaba procedente del Arenas de Getxo y tras 12 partidos se iba en propiedad en invierno al Guijuelo, poco tiempo en Olot.
En la temporada 2018/2019 siguió la reconstrucción del plantel, con participación sobre el verde para 18 jugadores catalanes, un valenciano, y dos baleares, pleno. Y en la pasada 2019/2020, de nuevo con Garrido a los mandos, jugaron 21 futbolistas nacidos en Cataluña y tres en la Comunidad Valenciana, también pleno. Un equipo con nombres ya veteranos y expertos en categorías superiores como las leyendas del Girona Xumetra, José Martínez y Eloi Amagat, u otros como Alán Baró o Natalio, unidos a jóvenes promesas como Arnau Comas, Lluís Aspar o Chavarría (que ha dado el salto al Real Zaragoza).
La temporada 2020/2021, la del salto definitivo con la base trabajada
Para la presente temporada, el Olot dispondrá de 17 jugadores catalanes y tres valencianos. Es decir, pocas variaciones, solo cuatro fichajes y una vuelta tras cesión (Batalla, Soler, Escoruela, Arumí y Juan Delgado).
De aquella primera plantilla del regreso a Segunda B sobre la que se empezó a edificar quedan ocho jugadores (Albert Blázquez, Carles Mas, Roger Barnils, Jordi Masó, Héctor Simón, Pedro del Campo, Lluís Aspar y Jordi Xumetra), y desde la 18/19 se mantienen Eloi Amagat, Alán Baró y Pol Ballesté.
No será una campaña sencilla. Encuadrados en el subgrupo A del grupo III, se tendrán que ver las caras en la primera fase con AE Prat, CE L’Hospitalet, CF Badalona, FC Andorra, FC Barcelona B, Gimnástic de Tarragona, Lleida Esportiu, RCD Espanyol B, UE Cornellá, y UE Llagostera. Sin duda, uno de los grupos más complicados.
Muchos jugadores se han quedado por el camino, algunos han ido entrando y otros saliendo, pero desde hace tres años todos tienen algo en común, poseen un sentimiento de pertenencia y de compromiso especial por unos colores. Eso es lo que mantiene al único ‘volcán’ no extinguido de la Garrotxa más vivo que nunca. “Somos gente de la zona, que nos vemos fuera del fútbol y que hemos convertido el vestuario en una familia. Es un orgullo defender esta camiseta porque aquí somos personas y luego futbolistas”, decía su mediocampista Héctor Simón. Palabra de capitán y líder de una plantilla con apellidos catalanes, valencianos y baleares en vez de vascos.