Robinson: "La Premier la cambian los arquitectos del fútbol"
Nadie mejor para analizar esta final entre el Tottenham y el Liverpool, este último el equipo de sus amores con el que ganó la Copa de Europa.
¿Han llegado a la final los dos mejores equipos?
Yo diría que no. En los últimos años rara es la vez que el equipo que gana la Copa de Europa sea el mejor. En la última que ganó el Liverpool, en Estambul, veníamos de ser subcampeones en la ciudad: el Everton fue cuarto y nosotros quintos. El año pasado, sin ir más lejos, el Madrid quedó a más de 15 puntos del líder y el Liverpool fue cuarto. Eso sí, esta campaña el Liverpool ha sido un dignísimo competidor en la Premier, perdió un solo partido y sumó 97 puntos… ¡Y con eso ha sido segundo!
¿Tiene alguna explicación científica que los cuatro finalistas fueran ingleses?
La ciencia balompédica es incierta. Desde hace muchos años la Premier tiene más dinero que ninguna otra liga. La diferencia es que antes se fichaban grandes futbolistas de todos los continentes pero acababan jugando una especie de fútbol inglés con sus cánones victorianos. Ahora, el dinero del fútbol inglés ya no es ni siquiera inglés, y no miran tanto a los futbolistas como a lo arquitectos del fútbol.
¿A los entrenadores?
Son los ideólogos del fútbol los que han provocado el cambio. Sarri y Emery son dos entrenadores diametralmente opuestos. Pocchetino y Klopp son bien distintos. Y Guardiola es diferente a los cuatro anteriores. Pero todos hacen un fútbol distinto a lo que se jugaba antes en las Islas. Si no quieres ir al mercado y tienes un gran técnico, puedes compensarlo. Es el caso del Tottenham con Pocchetino.
¿Cómo es la relación histórica entre Liverpool y Tottenham?
Es en los 60 cuando el Liverpool empieza a destacar. Y entonces, el Tottenham estaba muy por encima. Había ganado un doblete, era un equipo clamoroso con un gran delantero, Jimmy Greaves. Tenían a Dany Blanchflower, a Dave Mackay, a Cliff Jones, un extremo que decían que era tan rápido como Gento… Y cuando venían a Anfield, casi nunca nos ganaban, pero todos decíamos: "Oye, que vienen estos…".
¿Y luego?
Empezó el reinado del Liverpool y el Tottenham, sin entrar en un declive, acabó siendo un equipo que estaba entre los diez mejores pero no arriba del todo. Luego llegaron Osvaldo Ardiles y Ricardo Villa. Y tenían un gran centrocampista, Glenn Hoddle… Y se había convertido en un equipo más bien copero y sin regularidad. Siempre fue un conjunto atractivo, eso sí.
¿Y la idiosincrasia de cada uno de los clubes?
El Tottenham dicen que es el equipo de los judíos. Y de hecho Levy es el presidente del club. Tienen una terrible rivalidad con el Arsenal, que era más bien de la aristocracia…
¿Y el Liverpool?
Nosotros éramos los pobres y teníamos incluso que alquilar Anfield, porque el dueño era el Everton. Acabamos siendo el club de la clase obrera. Al Everton le llamamos los Toffees, los caramelitos. Aún me acuerdo, de cuando era niño, que había dos señoras que tenían cestas grandes y tiraban caramelos al público. Y mientras eso sucedía, en el Liverpool estaban cantando las canciones de los Beatles, “I love you ye-ye-ye…”. Más que un ambiente deportivo, había uno irreverente.
¿Sigue oliendo el Liverpool a eso?
Los dueños son americanos, pero creo que sí. Es impermeable en ese sentido. Lo sería incluso a un jeque, y es porque tendrá siempre el mismo tipo de seguidor cargado de romanticismo. Usted ve Anfield vacío y podría parecerle, no sé, La Romareda. Pero una vez lleno se convierte en La Scala de Milán.
Lleva el Liverpool dos finales seguidas. ¿Es el inicio de un ciclo red?
El año pasado, ante el Madrid, no había un equipo adulto. Este de ahora sí lo es. Es un muy buen equipo. Han llegado Alisson, Van Dijk, Fabinho… Y no veo cansancio, sino un equipo en evolución. Vamos a más, hay Liverpool para rato.
¿Qué parte de culpa tiene Klopp?
Toda. Tiene un carisma irresistible. Es difícil no quererle, sobre todo en los malos momentos. Tiene un discurso lírico que gusta allí.
¿Y Pochettino?
Ha hecho un equipo muy de autor. Y lo ha hecho sin fichar. Lo suyo me parece más artesanal. Yo le veo más flexible, es camaleónico, tiene varios estilos, y a todos ellos les pongo un siete. Klopp sólo tiene uno, pero a ese le pongo un ocho o un nueve.
Hablemos de su Liverpool… ¿Qué tenía Robinson para ser el mejor pagado del Liverpool?
(Risas). Fue así porque venía del Brighton, que tenía muchísimo dinero y yo era su goleador. ¡Me firmaron 10 años! Cuando el Liverpool quiso ficharme no querían ofrecerme menos. Pero yo no lo pedí.
Fue un verano de muchos rumores. Sevilla, United, Everton. El Liverpool era el único que no había salido. Cuando me lo comunicó mi entrenador, me sorprendió. Me dijo: "Tienes que presentarte a Sir Johns, el gerente del Liverpool, que está en Ámsterdam con su equipo".
Y para allá que se fue.
Y Sir Johns me dijo: "¿Cuánto dinero quieres?". Mi respuesta fue clara: "Yo debería de pagar por jugar aquí…". Y terminaron dándome algo más de lo que estaba cobrando, que ya era mucho.
¿Y sus compañeros?
Pues terminé siendo un tipo realmente popular en el vestuario, porque por mi culpa terminaron subiéndole a todos el sueldo (risas).
¿Recuerda la primera vez que entró en aquel vestuario?
Me incorporé en La Línea, en un torneo de verano con el Dinamo de Bucarest, el Cádiz y el Atlético. Ellos estaban cenando y yo entré nerviosísimo. No sabía si decirles “hola” o si pedirles un autógrafo…
¿Y qué pasó?
Había una mesa muy grande y había un hueco al lado de Souness, yo no sabía que era para mí. ¡Los admiraba tanto a todos! Yo tenía ventipocos. Y mire, daba la casualidad de que siempre metía goles ante el Liverpool. El caso es que Souness comenzó a hablar: “Digo en nombre de todos los defensas y de Grobbelaar que estamos encantados de que estés aquí”. Y todo el mundo empezó a reír. E hizo algo que me resultó estúpido, me presentó a todos diciendo sus nombres… ¡Como si yo no los conociera!
¿Había buen espíritu en aquel Liverpool?
Había un esnobismo invertido. Recuerdo que teníamos uno de esos nuevos autocares que salieron, con tele… ¡Pero pusieron una que no funcionaba y nunca la cambiaron! A la vuelta de los partidos todos los equipos paraban a cenar en un restaurante. Nosotros lo hacíamos en cualquier sitio a tomar fish and chips en papeles grasientos. ¡Y éramos claramente el mejor equipo del mundo! A Robbie Fowler le obligaron a vender un Ferrari amarillo...
¿La ostentación era un insulto a esa afición humilde?
Al día siguiente de mi primer entrenamiento con ellos vi que mis calcetines estaban duros, sucios. Miré al segundo entrenador pensando que era una novatada. Y al día siguiente igual, y al otro… Y ya hubo quien me dijo: "A mí me extrañaba cuando te vi hacer una entrada en el barro, mancharte de esa manera...". Y me lo explicaron: "Hay lavadora, pero cuando empezamos a ser ganadores en serie, en el 58, no la había. Mrs. Johns era quien la lavaba aquí al lado una vez a la semana".
¿No lavaban la ropa porque era así en el 58 cuando empezaron a ganar?
Era una entidad cargada de supersticiones. El Liverpool llevaba su chef, algo impensable en la época. Viajábamos en avión siempre con el mismo piloto, Burny, y con la misma tripulación. Había azafatas que se habían retirado ya y que seguían viniendo. Y nunca en los hoteles del Liverpool se permitían las chocolatinas típicas que te ponen en la almohada…
¿Por qué?
Porque en el 74 se perdió inexplicablemente contra el Ajax. Nos metieron cuatro. Y Shankly sólo encontró una explicación: que les habían drogado con algo en el chocolate. Y desde entonces no se comió nada en un hotel que no fuese hecho por nuestro chef.
¿Recuerda qué les dijo el técnico Fagan antes de la final ante el Roma en el 84?
Sí, casi todo. Habló en el hotel, nos habíamos quedado en una especie de Holliday Inn de baja categoría. Tras la comida pidió a Ruben, el ojeador, el informe del Roma. Ruben sacó un papel…
¿El ojeador era español?
No, no… Ruben era un escocés con gafas de culo de botella… ¡Y era el ojeador! (risas).
Vaya…
Era un fenómeno. Recuerdo cómo sacó aquel papel arrugadísimo y lo planchó con la mano. Estaba escrito a boli.
Era otra época.
Fagan sacó sus gafas, a las que les faltaba una patilla. Era todo muy cómico. Y no acertaba a leer lo que ponía allí… "El portero es Tan… Tancredi". Al tercer nombre se cansó y tiró el papel.
¿Y?
Y empezó su discurso: "Ellos jugarán con once. No creo que quieran partir en desventaja. Habrá otros 70.000 en el estadio, pero ellos no juegan. Y sepan una cosa, creo que ustedes son los mejores futbolistas que hay en el mundo y no saben lo feliz que me hacen siendo su entrenador. Pero sepan también que eso no les va a bastar para ganar. Para hacerlo tendrán que comportarse bien, hacer lo que deben. Está en sus manos".
Muy creíble…
Y luego puso la guinda: "Como lo más seguro es que ganen, les doy permiso para que se redistribuyan ahora en las habitaciones, porque luego volveremos borrachos y no quiero que haya confusiones. Suban, hagan eso y descansen un par de horas".
No me diga.
Y hubo algún gracioso que preguntó: "¿Podemos aprovechar este rato para estar con nuestras mujeres?" Y él contentó: "El sexo antes de un partido no fastidia a un jugador. Lo que le fastidia es estar buscándolo hasta las cuatro de la mañana el día antes de un partido".
¿Cómo vivió aquella famosa tanda de penaltis?
Está muy contado, la verdad… Fagan se dio la vuelta con su pitillo y dijo: "Arreglaros vosotros". A mí lo que no se me olvida es la sensación de miedo que tenía a medida que avanzaban los penaltis y veía que existía la posibilidad de que tuviera que tirar el mío, que tenía el sexto. Estaba pensando ya en el adosado que me compraría en Mongolia para borrarme del mapa. Era una pesadilla.
Hasta que Allan Kennedy marcó el suyo.
¡Con el tobillo!
¿Lo llegó a reconocer?
No pudo hacer lo contrario, porque le vimos todos. El Olímpico se quedó mudo. Margareth Thatcher, por problemas de violencia y eso, no había dejado viajar a nuestra afición. Jugamos contra 70.000 romanos. Y creo que Souness fue el único capitán de un equipo ganador de la Copa de Europa al que no se le entregó el trofeo. Directamente lo arrancó de donde estaba situado y lo mostró a 80.000 culos. La gente se fue rápido. Dimos una vuelta de honor… ¡Sólos ante la Prensa! Nos sentimos como un comando que se había introducido en las líneas enemigas para llevarse aquella Copa.