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LA ENTREVISTA

Valdano: “El Atlético ha invadido el castillo de los grandes”

Valdano analiza cómo el fútbol se ha adaptado a la globalización. Aún así, dice, “siempre se las arregla para mantener el romanticismo”.

Valdano: “El Atlético ha invadido
el castillo de los grandes”

Real Madrid - Atlético en directo

—Dice usted en su libro que el fútbol, como el mundo, ha tendido a la globalización. ¿Esto es bueno o malo?

—También digo que no hay nada más global que mirarse el ombligo (risas). Por un lado alargamos la mirada, pero, por otro, la vanidad nos vuelve cortos de vista. Yo intento adaptarme. El fútbol está dentro del mundo, de la economía, y hay que aceptar este proceso de globalización que, de alguna manera, lo ha deshumanizado.

—¿Tiene el romanticismo cada vez menos lugar en el fútbol?

—Pero siempre se las arregla. De pronto sale el Leicester, el Sevilla, el hiperliderazgo de Simeone o el fútbol de Guardiola. Todos, elementos que dan para una buena literatura.

—Vargas Llosa suele decir que el fútbol es el deporte del pueblo porque dentro del campo las reglas igualan a todos, da igual a la clase a la que pertenezcas. Pero, ¿hay algo más?

—Es un juego de fácil comprensión. Un niño de cinco años entiende las reglas. Y es barato. Alrededor de una pelota montas una comunidad. Luego hay otros elementos nuevos, como la infantilización de la sociedad, el hecho de que la cultura haya aceptado dentro de su ámbito las emociones...

—¿El fútbol es cultura?

—Ahora consideramos a la cocina cultura, al diseño… Y al fútbol también, aunque sea cultura con minúsculas. Además, este juego tiene una gran capacidad para subirse a todos los medios de comunicación. De pequeño a mí me entró por la radio y los periódicos, luego llegó la tele, de la que los profetas decían que terminaría con el fútbol y, al revés, lo agitó definitivamente… Y ahora se sube a todo lo que proponen las nuevas tecnologías. El libro también expresa que es un juego de pobres que mueve una industria de ricos. El riesgo está ahora en que termine siendo una industria de ricos sólo para gente rica.

—¿Corremos ese riesgo?

—Acabo de venir de Qatar. No me cabe duda de que van a organizar un buen Mundial, lujoso y algo extravagante, pero será un Mundial sólo para ricos.

—¿Por qué?

—Se va a desarrollar en una ciudad que sólo tiene hoteles de cinco estrellas. Ir a Qatar resulta más caro… La sensación es que estamos acorralando a los pobres. Incluso las academias empiezan a discutir a la calle el privilegio de la formación.

—El Atlético está en su segunda final de Champions en tres temporadas. ¿Qué mensaje está mandando al mundo?

—En semifinales jugaron ante el Bayern. Guardiola contra Simeone. Dos estilos muy diferenciados. Para Guardiola el fútbol es ataque, osadía, hasta belleza. Y para Simeone es esfuerzo, solidaridad y hasta sacrificio. Lo curioso es que los dos creen representar el bien (risas). El sacrificio y el esfuerzo ayudan a una sociedad mejor, pero el atrevimiento y la belleza también. Luego, el gusto es el gusto, y uno se queda con lo que mejor se adapta a su sensibilidad.

—¿El Atlético representa la única manera de jugar, por estilo, para vencer en el campo a los grandes presupuestos?

—Yo prefiero mirar al Rayo, aunque este año tuviera la mala suerte de descender. Cambiando 17 jugadores cada temporada hizo una apuesta futbolística generosa y llevaba cinco campañas instalado en Primera. Siempre habíamos pensado que se salía de pobre luchando, y Paco Jémez nos enseñó que se puede salir de pobre jugando.

—Pero hablamos de ganar la Champions…

—El Rayo me da la razón a mí, el Leicester a usted… Hay ejemplos para todo.

—¿Ha cambiado esta temporada el Barça el mensaje de fútbol integro y de cantera por otro más frívolo?

—La frivolidad es uno de los guisos de la globalización. Frivolidad es la polémica, los Periscopes… Lo ocurrido en el Barça, que desde La Masia puso a tres jugadores en el palco FIFA, a Xavi, Iniesta y Messi, es algo irreal. No se va a repetir en la historia de ningún club. Sigue teniendo un estilo reconocible y la necesidad de adaptarse a los tiempos, que piden urgencia. Y la palabra urgencia atenta contra las canteras, esa es la realidad.

—¿Es el Madrid el club que mejor se adaptó a la globalización del fútbol?

—Es el que fue más rápido hacia el futuro, digamos. Ramón Mendoza era intuitivo y ya lo entendió, y Florentino es un científico para esto… No tiene ninguna duda de que el fútbol es un juego de héroes y que esa es la manera de trascender en la globalización. De todas formas, lo que se hace difícil en el fútbol actual es opinar contra el resultado. Guardiola jugó un gran fútbol ante el Atlético, perdió, y se le aplicó la palabra fracaso. Ganaste o perdiste, fracasaste o triunfaste. Eso no le hace bien al fútbol.

—¿Aplica esa regla al Madrid?

—El Madrid puede ganar la Champions y pudo ganar la Liga. Eso será a pesar, y digo a pesar, de haber cambiado el entrenador a mitad de temporada. No vamos a decir que alcanzará esos logros porque cambio de entrenador...

—¿Qué diferencia al héroe de los demás jugadores?

—El dominio que tiene del espectáculo. La capacidad de resolver en los momentos delicados. El Atlético es un conjunto extraordinario, pero necesitó de Griezmann, que es por el que hubiéramos apostado, para pasar a la final. El Madrid es extraordinario, pero necesitó de Cristiano ante el Wolfsburgo. En el Barça, Messi gana tres de cada cuatro partidos, y si no, lo hace Luis Suárez o Neymar.

—¿Quién fue el primer héroe en el fútbol?

—Antes no existía ese estatus. Para mí, el primer héroe fue Maradona. De hecho, la película oficial del Mundial de México se titula ‘Héroe’, en singular (risas). Porque el héroe era indiscutiblemente Diego. Y a partir de ahí, con la comercialización, el héroe empezó a ser una necesidad para captar clientes.

—Para mover el negocio.

—En el libro cuento que yo estaba en Colombia cuando James fichó por el Madrid. Y uno veía los periódicos y le daba la sensación de que un colombiano había llegado a Marte. En el aeropuerto empecé a hablar con una chica. Estaba emocionada. Le pregunté que de qué equipo era. Me dijo: “Hasta ayer, del Barcelona”.

—Los héroes mandan…

—Los héroes, al final, toman prisioneros sentimentales que el club transforma en clientes. Así funciona el juego de hoy.

—¿Es esta la causa de la deshumanización del fútbol?

—El escudo de un equipo ahora te nacionaliza. Si te lo pones ya no eres ni galés, ni portugués ni francés. Eres del Madrid, que es una patria en sí misma. Pero también hay una demanda de la otra identidad. Por eso Lucas Vázquez ha alcanzado tanto relieve. Por eso tenemos tanta nostalgia de Raúl y por eso el Athletic tiene la fuerza comunitaria que tiene. Aunque la globalización ha universalizado el fútbol, el factor local todavía tiene fuerza. Incluso a la hora de elegir enemigos, nos hace más ilusión ganarle al vecino que al mejor representante de otro país.

—Habla en el libro de que la táctica ha terminado ganando al talento individual.

—En el Mundo. En España, menos. El regate se va extinguiendo poco a poco…

—¿Como en su día se extinguieron los extremos?

—En España es una buena noticia que el regate se haya rendido al pase, porque se podía haber rendido a cosas peores, al físico, a la táctica… Por eso la Liga tiene la preponderancia que tiene. Porque ha recuperado el balón como el ombligo del fútbol.

—Entiendo…

—Y si queremos una prueba en contra está el fútbol de Brasil o de Argentina. Desde que perdieron el amor a la pelota se han vulgarizado claramente. España robó a Brasil el orgullo de ser el mejor fútbol del Mundo. Alemania, cuando quiere progresar, viene a España a estudiar el modelo español.

—¿Cómo explica que los clubes españoles manden sistemáticamente en Europa cuando es donde peor se reparte el dinero de la tele?

—Ahí sí tenemos algo que agradecer al Atlético, y es que haya invadido el castillo que parecía intocable de los dos grandes del fútbol. En España, eso le dio derecho a los demás equipos a no resignarse, a no perder ante ellos antes de jugar. Eso le está haciendo bien a la competición y se demuestra cuando salimos a jugar a Europa. Nos podrán enseñar cosas en torno a la organización, reparto de derechos… En cuanto al envoltorio. Pero sobre el juego no nos pueden enseñar absolutamente nada.

—¿Se parece el fútbol al lugar en el que se juega?

—Y ahora también se parece al tiempo en el que se juega. La globalización tiene un vicio, y es la de concentrar riqueza. Los ricos cada vez son más ricos y los pobres cada vez más pobres. Y el fútbol representa esto como cualquier otra industria.

—¿Se ha puesto de moda la palabra intensidad?

—Absolutamente. Ahora parece que sólo se pone en valor lo que un jugador corre. No sé qué equipo corrió no sé cuántos kilómetros. Yo distingo la velocidad en el juego con tres variantes. La velocidad de traslación, que es precisamente lo rápido que se corre. La técnica, ya que si no controlas bien el balón pierdes tiempo y los espacios se cierran. Y la mental, ya que el fútbol pasa por la cabeza…

—Hablando de velocidad. ¿No se ruborizó viendo a Yayá Touré ante el Madrid?

—Pues es el ejemplo de la importancia de la mente y la técnica en el fútbol. Un jugador que se movía a cámara lenta, y que sin embargo le daba criterio a todo el equipo. Cuando se fue, el City se apagó.

—Hombre, habría que buscar un cierto equilibrio, ¿no?

—Lo que digo es que hay jugadores que han vivido de la velocidad mental, Xavi, Valerón… Fíjese en Pirlo, que se le puso hasta cara de filósofo al final de su carrera (risas). La técnica, es rápida. Y parece que ya sólo ponemos en valor la velocidad física...

—¿Era Ancelotti el entrenador perfecto para el Madrid?

—Al parecer no (risas). A mí me parecía que su talante encajaba con los valores que le reconocemos al Madrid. Consiguió algo muy difícil, el afecto de los jugadores, que le creyeran y le hicieran caso. Que no es sencillo.

—¿Le pega más Mourinho al Atlético que al Madrid?

—Digamos que Ancelotti se subió arriba de los valores del Madrid y los defendió a su manera: respeto, discreción, un juego atractivo… Y Mourinho, que tiene una personalidad muy fuerte, pretendió sustituir los valores del Madrid por los suyos. Hubo gente que se sintió a gusto con la transformación, y otros no. Los entrenadores se han convertido en símbolos, cuento en el libro, porque les hemos dado una importancia gigantesca. El entrenador no maneja todas las variables. Once jugadores pesan infinitamente más que un entrenador. Pero nos gusta individualizar el éxito y el fracaso.

—¿Le sorprendió Zidane?

—Es la demostración de que la figura del entrenador no es tanto técnica como nos creemos. El entrenador no es un chamán. Mi sensación es que él, por lo menos, escucha tanto como habla a sus jugadores. Y eso ha generado un ambiente de distensión que hizo mucho bien. Incluso en conferencia de prensa, cuando no encuentra una palabra, enseña una sonrisa y descomprime el ambiente. El problema, como digo, es el resultado. Nos dejamos arrastrar por él y es peligrosísimo. Esta entrevista está hecha antes de la Champions. A ver qué pasa después.

—¿Hacia dónde cree usted que se dirige el fútbol?

—No hace más que ensanchar su poderío. En los últimos tiempos no hace nada más que captar a las mujeres, a los intelectuales… A todos los que eran plebeyos que ahora forman parte de la aristocracia del fútbol, que es cada vez más elitista. Los peligros tienen que ver todos con la economía. Se está creando un gigantismo en algunos clubes europeos, que tarde o temprano sólo podrán competir entre sí. Y hacemos demasiados esfuerzos por contentar a culturas futbolísticamente inmaduras, como la asiática, pero socioeconómicamente muy potentes. El libro, en definitiva, es un intento de poner de acuerdo la emoción con la razón, y termina siendo la demostración científica de que eso es imposible.