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SAN ANTONIO SPURS

Popovich, un ser en el firmamento

El nuevo contrato de Popovich le convirtió. si no lo era ya, en un ser imperecedero. El Hall of Fame es el broche de oro a una carrera de leyenda.

Actualizado a
El nuevo contrato de Popovich le convierte en un ser imperecedero mientras los Spurs vuelven al mapa con la llegada de Wembanyama. Hay futuro en San Antonio.
Matteo MarchiGetty Images

Los Spurs son lo que son, para San Antonio y para el mundo, gracias a Gregg Popovich. Su inabarcable figura es parte inherente de la historia de la NBA, que no se puede entender sin él. Consolidado por méritos propios y datos objetivos como uno de los mejores entrenadores de la historia, el entrenador ha firmado una extensión de cinco temporadas con su equipo de toda la vida. Una muestra más de que se retirará cuando él quiera y en el momento que quiera, con la promesa además de que percibirá los 80 millones correspondientes aunque decida retirarse antes. Un personaje que no se acaba, que no lo deja, que no se retira. Que ha visto pasar ante sus ojos a una ristra interminable de jugadores que, uno tras otro, han ido diciendo adiós al baloncesto mientras él, imperturbable, sigue en pie. Nadie puede tumbarle. Y no se atisba su final, por mucho que la fecha esté en esas cinco temporadas que hay por delante. Es un buen límite, ya que podemos seguir disfrutando de su persona bastante rato.

Ninguna franquicia ha sido mejor que los Spurs desde que Popovich decidiera despedir a Bob Hill y cambiar los despachos por los banquillos en la 1996-97. Las lesiones de David Robinson permitieron al entrenador dejarse llevar y el mal récord que los texanos tuvieron entonces les llevó a Tim Duncan. Y ahí surgió la magia. Tanking o no, un eterno debate que nunca se resolverá, Popovich siempre ha dicho que ahí empezó todo. “Yo lo que hice fue seleccionar a Duncan. El resto salió solo”, diría años después. Cualquiera diría que todo es tan fácil como eso. Con el legendario ala-pívot, uno de los mejores jugadores de siempre, Popovich conquistó cinco anillos en seis finales. Y siguió llegando a playoffs en su retirada, en 2016. En total, 22 temporadas consecutivas en la fase final, las mismas que los Nationals/76ers entre 1950 y 1971. No pudieron ser el primer equipo con 23 viajes seguidos a las eliminatorias, no quedaban más milagros en los bolsillos de un equipo de leyenda. Pero qué más da. Queda para la posteridad.

En ese tramo, los Spurs no solo conquistaron cinco campeonatos, también sumaron más victorias que nadie en playoffs (170) y en regular season (1.228). Popovich sólo tardón unos años más, ya con récords negativos constantes, en ser el entrenador con más partidos ganados de siempre, superando a Don Nelson: 1.367. Y con más del 64% de victorias, algo que sólo le deja por detrás de Phil Jackson (70%). En playoffs, que no ha vuelto a disputar desde 2019, está a una de Pat Riley (171), mientras que el Maestro Zen parece inalcanzable en esa categoría (226). Fue precisamente Jackson el que definió en su clandestinidad, antes de fichar por los Lakers, al título de los Spurs en 1999 como “el anillo del asterisco”. Sólo hubo 50 partidos y no se disputó All-Star. Popovich jamás le perdonó sus palabras y con él tuvo grandes batallas en playoffs. Ambos técnicos se enfrentaron en 2001, 2002, 2003, 2004 y 2008. Los Spurs sólo ganaron la serie de 2003, en el segundo anillo de la dinastía. Una pequeña muesca que no empequeñece la grandeza de un ser legendario.

Tampoco lo hace el hecho de sentar a Duncan y permitir un rebote ofensivo de Chris Bosh para que el triple histórico de Ray Allen dejara a los Spurs sin un anillo, el quinto, que hicieron efectivo un año después, también contra los Heat y en una auténtica oda al baloncesto. Los últimos años, sin el trío calavera, el que formaba Duncan con Tony Parker y Manu Ginóbili, ha consistido en récords negativos que apuntaban a la retirada del técnico. Especialmente cuando el propio Duncan y Becky Hammon se postulaban como sus sustitutos. El primero estuvo una temporada y se fue. La segunda, cansada de esperar una oportunidad que no llegaba (las cositas que le faltan todavía a la NBA), fichó por las Aces de la WNBA, firmó el contrato más alto de la historia de la competición y conquistó el anillo en su primer año. Mientras tanto, ahí sigue Popovich, que no se va. Su renovación aleja los ecos de una retirada que sigue postergada. Y la llegada de Victor Wembanyama da una nueva perspectiva a la situación.

¿El nuevo Duncan?

La llegada del francés, llamado a ser jugador generacional, puede iniciar de nuevo el ciclo. El que consiguió el propio Popovich con el número 1 del Draft de 1997, el primero hasta el de este año de la historia de los Spurs. Es imposible aventurarnos a descubrir qué va a pasar y hay pocas opciones de que la historia se repita. En realidad, no las hay, ya que cinco anillos en seis Finales es algo solo al alcance de los más grandes. De esa siempre corta estirpe de titanes a la que pertenece Tim Duncan. De ese reducido grupo de estrellas que han escrito algunas de las páginas más increíbles de la NBA en su larga historia.

Ya veremos si entra ahí Wembanyama, que tiene todos los ojos puestos en él. Será su trabajo y el de su entorno el que se tenga que encargar de que toda la presión que va a gestionar, soportar. Aguantar. No se veía una proyección semejante desde que LeBron James llegó a la NBA, hace ya 20 años. El Rey cumplió las expectativas y su corona será perpetua, estará siempre en su cabeza. Pero la historia no siempre ha sido así, y hemos visto también una ristra, más o menos llamativa, de promesas incumplidas. Ben Simmons se viene tan rápidamente a la cabeza como Zion Williamson, el último ejemplo notable. Y así podríamos continuar, eternamente, hasta el final de los tiempos. Ya veremos qué pasa con Wembanyama: al fin y al cabo, es más sencillo pertenecer a cualquier grupo que no sea el de LeBron. Que está formado por una persona: él mismo.

Ahora, toca jugar. Del francés hemos visto cosas interesante en la Liga de Verano, pero también nerviosismo. Su físico es espectacular, pero también preocupa por las lesiones que pueda sufrir, como ya vimos hace un año en el caso de Chet Holmgren. En 2022, Wembanyama sufrió del psoas y el cuidado de su físico será una constante que determinará su continuidad y su futuro. Si está sano, ya le conocemos: intimidación y rebote, un manejo excelso para sus 2,26 metros de altura y condiciones para tirar desde tres y desde, básicamente, cualquier lado de la pista. Hace daño dentro y fuera, puede penetrar y cuenta con más altura y envergadura que cualquier rival. Una máquina.

Ha llegado el momento. El jugador con más proyección de los últimos años se une a un ser celestial, el mejor entrenador en activo de la NBA. Un joven que se entrega a sus inicios y un hombre que se niega a atisbar el final. Y un ciclo que, 26 años después, se repite con un nuevo número 1 del draft que promete conquistar una NBA que no espera a nadie. Solo falta por ver si la historia es la misma. Si se puede repetir todo de nuevo. Si esto es el renacer de los Spurs y la penúltima bala de Popovich o si es todo un mero espejismo y todo acabará en el limbo. La espera se nos hará larga, pero empezaremos pronto a ver hasta qué punto Wembanyama puede ser lo que muchos piensan que va a ser. El que si es, sin ninguna duda, es Gregg Popovich. Que entra en el Hall of Fame, pero ya tenía antes de eso asegurado un sitio en el firmamento. Un aura llena de grandeza.