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El fin de una era: los Spurs, fuera de playoffs 22 años después

Los Spurs se despiden de 22 temporadas consecutivas en playoffs dejando tras de sí un legado inigualable en torno a una figura histórica: Gregg Popovich.

Gregg Popovich y Tim Duncan posan con el campeonato de la NBA que San Antonio Spurs conquistó en 2014
Jesse D. GarrabrantDIARIO AS

Si existe una seguridad objetiva en el mundo, es que por mucho que (nos) pese, todo se acaba. Hasta eso que parece imperecedero, inalterable o inamovible, antes o después, llega a su final. Y en la NBA, por mucho que esté envuelta en ese aura hollywoodense que transmite una sensación de la eternidad más absoluta, pasa lo mismo. Nada escapa de las garras del tiempo, por mucho que diversas estrellas o franquicias sean recordadas para siempre. Eso es lo máximo a lo que se puede aspirar en la mejor Liga del mundo, a dejar una huella imborrable que trascienda a lo largo de los años. Pero al final, por mucho que perdures en la memoria, los días de gloria llegan a su fin. Y eso les ha pasado a los Spurs, ese equipo histórico que ha estado año tras año en playoffs, ininterrumpidamente, hasta en 22 ocasiones. Una tras otra. A solo una del récord del deporte estadounidense. Pero que, como ha ocurrido en otras ocasiones, se ha quedado por el camino de lo que podría haber sido un nuevo hito, dejando tras de sí a una de las dinastías más duraderas y exitosas de la historia del deporte.

Los Spurs no estarán en playoffs por primera vez desde 1997. Dejan su marca en 22 años seguidos, los mismo que los Nationals/76ers entre 1950 y 1971. No han podido ser el primer equipo con 23 viajes seguidos a las eliminatorias, no quedaban más milagros en los bolsillos de un equipo de leyenda. Uno que en este tramo ha ganado cinco anillos (los mismos que los Lakers en ese período) y han sumado más victorias que nadie en playoffs (170) y Regular Season (1.228).

Los Spurs han visto cortada su racha en el año del coronavirus, han muerto matando y han luchado hasta el final por un puesto que parecía imposible y que finalmente lo ha sido. Lo han hecho tras una temporada regular mala que ha supuesto la confirmación de una caída paulatina a los infiernos, con récords cada vez peores y alejados de la máquina de ganar 50 partidos que eran en su día. No los dos años anteriores, cuando sumaron 47 y 48 victorias respectivamente, pero sí en este, en el que apenas se han quedado en 33. Su peor balance desde la 1996-97, año en el que Gregg Popovich, entonces en los despachos, destituyó a Bob Hill y puso rumbo al banquillo para entrenar a un equipo liderado por un David Robinson que había ganado el MVP de la temporada en 1995, apenas dos temporadas antes. La lesiones del pívot, que volvió para recaer, impidió a los Spurs conseguir récords semejantes a las campañas anteriores, quedándose en apenas 20 victorias y, acusaciones de tanking mediante, haciéndose con el número 1 del draft.

Ahí llegó Tim Duncan, un hombre indivisible a Popovich y a la propia franquicia, de la que hoy es segundo entrenador. La sombra del ala-pívot es alargada, y con Robinson dando un paso hacia atrás y él hacia delante, cayó el primer anillo, en 1999. El año del asterisco para Phil Jackson (se jugaron 50 partidos y no hubo All Star), una denominación que Popovich jamás le perdonó. Ahí se desarrolló su animadversión a los Lakers, que batieron a los Spurs en 2001 y 2002 antes de que la dinastía angelina cayera en 2003 ante los texanos, que pusieron fin al reinado de la fiebre amarilla y sometieron al Maestro Zen en una serie de playoffs por primera vez desde 1995, cuando estaba en los Bulls. En total fueron 25 eliminatorias consecutivas, un récord que llegó a su fin en un mundo en el que, ya se sabe, todo se acaba.

Ese año cayó el segundo anillo para los texanos, el último de un David Robinson que puso punto y final a su extraordinaria carrera y el primero de Tony Parker y Manu Ginóbili. Los Spurs repitieron en 2005 (ante los Pistons) y en 2007 (contra los Cavaliers de LeBron), antes de entrar en unos años de incertidumbre, con ligero bajón de Duncan y lejos de los anillos pero con temporadas regulares encomiables en las que seguía batiendo un récord tras otro.  Popovich progresó junto a su equipo, cambió cosas, dominó la era del pick and roll como antes había dominado la de los hombres altos y se metió de lleno en la del triple sin descarrilar. El ataque ya no podía ser monopolizado por la joya de su corona (Duncan) y los texanos desarrollaron un juego cada vez más colaborativo que dio como resultado las Finales de 2013 y el anillo de 2014. El primer año supuso el mayor error de la carrera de Pop, que sentó a Duncan cuando no tenía que hacerlo y vio como Chris Bosh se aprovechaba de su ausencia para atrapar un rebote ofensivo, habilitar a Ray Allen, y que éste forzara la prórroga cuando los Heat ya estaban perdidos y la gente se había empezado a ir del estadio. El segundo fue la redención, acabando con El Rey LeBron en una de las mayores exhibiciones de juego colaborativo de la historia.

Fue el último anillo de la dinastía, el quinto en total, los mismos que los Lakers desde la retirada de Jordan siendo ambos equipos los principales dominadores de los últimos 20 años. Pero mientras que los angelinos se ausentaban de playoffs, vivían la peor crisis de su historia e intentaban superar la retirada del hoy añorado Kobe Bryant, los Spurs siguieron al pie del cañón. Sobre todo Popovich, que vivió su época más nostálgica mientras veía como Tim Duncan se retiraba en 2016. Le siguieron Ginóbili (2018) y Parker (2019), que pasó por los Hornets antes de poner punto y final a su carrera. E incluso sin el big three más icónico de la historia, Popovich se las arregló para disputar los playoffs el año pasado, llevando a los Nuggets al séptimo partido en primera ronda y mostrándose competitivo cuando tenía que hacerlo.

No se puede hablar de la NBA sin hacerlo de los Spurs, igual que es indivisible la entidad texana de Popovich, el hombre que les puso en el mapa. 23 años después y con 71 primaveras (cogió el equipo con 48), el técnico sigue siendo una de las mentes más brillantes de la competición, tiene un muy bien dirigido (y social) discurso que contrasta con la ausencia de parafernalia inherente a los equipos que ha dirigido y es, sin duda alguna, uno de los mejores entrenadores de la historia. Con cinco anillos (y tres premios a Mejor Entrenador) su legado va más allá de lo que ha ganado, y su durabilidad y dominio en el tiempo ha conformado récords históricos, que van desde las innumerables veces que ha disputado los playoffs a haber sumado hasta 18 temporadas consecutivas por encima de las 50 victorias. Es el fin de una era en la NBA. Y, por mucho que todo se acabe, los Spurs y su espectacular dinastía habrán conseguido dejar su huella en la historia del deporte y convertirse en imperecederos para las memorias. Con Popovich a la cabeza, claro.