El MVP que la NBA robó a LeBron
Las Finales de 2015 supusieron el inicio de la dinastía de los Warriors. La NBA entregó el MVP a Iguodala, una decisión controvertida por el nivel de LeBron, que cuajó una serie histórica a pesar de la derrota.
LeBron James es, además de muchas otras cosas, un coleccionista de premios. Pocos jugadores en la historia han amasado tal cantidad de distinciones individuales, también procedentes de una extraordinaria longevidad. El Máximo Anotador de la historia de la NBA no para de conseguir récords y marcas. Y en su inabarcable currículum figuran 20 presencias en el All Star, el Rookie del Año, cuatro MVPs de la temporada, tres del All Star, 20 presencias en los Mejores Quintetos (13 en el primero) y un sinfín de topes y otras condecoraciones que valdrían para escribir muchos libros. El Rey encara su 22ª temporada en la mejor Liga del mundo y si sigue dos años más superará a Vince Carter como el que más ha disputado. Y está a 119 partidos de superar a Robert Parish como el que más ha sumado en la competición norteamericana. Mucho más se podría decir de James (tres oros olímpicos, un In-Season Tournament con su correspondiente MVP...), que hizo cosas inéditas en su juventud y las consigue ahora en la senectud. Por llamarla de alguna manera, ya que parece que la vejez no llama a la puerta del que es cada vez con más claridad el mejor jugador de todos los tiempos.
En la lista de cosas que LeBron tiene, quizá la más importante sea el anillo, uno que ha conquistado en cuatro ocasiones disputando hasta 10 Finales, 8 de ellas consecutivas. Una cifra casi anacrónica, prehistórica, que sólo han superado los legendarios Celtics de Bill Russell, con el pívot llegando en 12 ocasiones y su compañero Sam Jones en 11. Tras ellos aparecen en la lista Kareem Abdul-Jabhbar y el propio LeBron, que de 2011 a 2018 apareció en todas y cada una de ellas. Probablemente, la hazaña más grande que ha logrado: hacer cosas de otra época, que se creían imposibles de igualar. A esas presencias se añaden la de 2007 (con tan sólo 22 años y tras una exhibición en finales del Este ante los Pistons) y la de 2020, la última vez que llegó, esta vez con los Lakers. El tercer equipo en el que ha jugado y en el que también ha pisado las Finales y ha logrado el anillo, siendo el único que lo ha conseguido con tres equipos diferentes junto a Danny Green, su compañero entonces y rival cuando estaba en los Spurs. Entre medias, lo conquistó con los Raptors (2019).
Los cuatro anillos de LeBron le han dado cuatro MVP de las Finales, uno por cada título logrado. Un dato que podría ser mayor si le hubieran concedido el galardón en 2015, la primera vez que disputó las eliminatorias por el título en su segunda etapa en Ohio, previo al verano que abandonó Florida para volver a su hogar y entrenar el anillo prometido, algo que cumplió por fin en 2016. Esa temporada se fraguaba un cambio de ciclo en el que no estaba dispuesto a entrar James: los Spurs, campeones en 2014, se fueron diluyendo mientras Kobe Bryant apuraba sus últimos coletazos en la NBA, tirando de pundonor pero con un físico cada vez más castigado. Los jugadores del pasado empezaban a decir adiós (Kevin Garnett, Dirk Nowitzki...) y se habría una nueva era, la de la dinastía de los Warriors. En 2014, la franquicia de Golden State decidió prescindir de los servicios de un Mark Jackson que había hecho un buen trabajo para contratar a Steve Kerr, sin experiencia previa en los banquillos pero una sapiencia envidiable, la de una de las mentes más preclaras de la historia del deporte. Stephen Curry se convirtió en lo que ya sabemos que es. Empezaba una dinastía.
Pero el inicio de las cosas siempre está lleno de matices, y una pizca de suerte junto a mucho talento son elementos necesarios para empezar a ganar. Los Warriors se dispararon a 67 victorias, 11 más que unos Clippers que intentaban emergen sin éxito en la Lob City. En el Este, los Hawks lograban 60. Y los Cavaliers, de nuevo con LeBron, se iban a 53 a trompicones: ficharon a diestro y siniestro, juntaron al Rey con Kyrie Irving, se hicieron con Kevin Love, llenaron de veteranos de lujo la plantilla (Shawn Marion en su última temporada, el inseparable James Jones, Brendan Haywood, Mike Miller....) y utilizaron jugadores de rol para amarrar (JR Smith, Matthew Dellavedova). Pero en el banquillo se la jugaron con David Blatt, nacido en Estados Unidos y nacionalizado israelí. Criado en el baloncesto europeo, era todo un mito en la Euroliga, campeón de la máxima competición continental con el Maccabi (ante el Real Madrid) unos meses antes de fichar por los Cavs. Y todo un conocido en la selección rusa, con la que conquistó el oro en el Eurobasket de 2007 (ante España), el bronce en 2011 y la misma medalla en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
La relación entre Blatt y LeBron nunca fue la mejor. El intervencionismo táctico de los entrenadores europeos siempre ha sido mucho mayor que en la NBA. Y la figura de la estrella era demasiado poderosa como para que el técnico se atreviera a cuestionarla. La situación aguantó esa temporada, pero explotó en la siguiente, cuando el equipo llevaba un récord de 30-11. Tyronn Lue, exjugador y entonces asistente, ascendió al cargo y fue el primero que en una sesión de vídeo se atrevió a enfrentarse al Rey y a dejar claro que el que mandaba era él. Su predecesor bajaba la cabeza. La actitud de Lue, siempre cercano, gustó a LeBron, que generó un gran respeto hacia su figura y permitió a los Cavs ganar el anillo de 2016, con la mayor remontada de la historia de las Finales (de 1-3 a 4-3) y ante los Warriors de las 73 victorias. Pero esa es otra historia y tendrá que ser contada en otra ocasión. Un año antes de todo eso, los Cavs y el equipo de la Bahía disputarían las primeras de las cuatro Finales que tendrían lugar en ese espacio de tiempo. La entidad de Golden State se hizo con la victoria. Pero la entrega del MVP fue demasiado polémica como para ser ignorada.
LeBron contra todos
Los Warriors llegaron a las Finales pasando por encima de los Pelicans de Anthony Davis (4-0), sufriendo ante el último vestigio de los Grizzlies del Grit and Grind (4-2) y superando a los Rockets de James Harden (4-1) que venían de remontar un 3-1 a los Clippers en semifinales. Los Cavaliers se dejaron un partido menos: barrida a los Celtics (4-0), algo de suspense ante los Bulls (de Pau Gasol, Derrick Rose, Jimmy Butler y compañía) en la misma ronda que tuvieron problemas los Warriors (4-2) y jugando como quisieron ante los Hawks de las 60 victorias (4-0). Las Finales empezaban el 4 de junio y lo harían sin Kevin Love, un pilar fundamental en el organigrama de la franquicia de Ohio que se había lesionado en el cuarto partido de la primera ronda en el Garden y ya no volvería en todos los playoffs. El primer choque se lo llevaron los Warriors en la prórroga (108-100). Pero eso no fue lo peor: Kyrie Irving se lesionó cuando quedaban algo más de 2 minutos para el final del tiempo extra. Otra baja que dejaba a LeBron solo contra el mundo y con 1-0 en contra. Para muchos fue el adiós. Pero no para el Rey, que en ese primer choque se fue a 44 puntos (18 de 38 en tiros de campo), 8 rebotes y 6 asistencias.
El segundo partido también se fue a la prórroga. Sin Kyrie ni Kevin Love, Dellavedova ascendió a la titularidad y se dedicó a perseguir a Stephen Curry mientras LeBron monopolizaba el ataque casi en su totalidad. Si en el primer partido disputó casi 46 minutos, en el game 2 sumó más de 50, con un espectacular triple-doble de 39 puntos, 16 rebotes y 11 asistencias. Los Cavaliers iban 11 arriba (72-83) a poco más de 3 minutos para la conclusión, pero los Warriors reaccionaron y una bandeja de Curry forzaba un tiempo extra en el que, esta vez sí, prevalecieron los de Ohio. En el tercer encuentro continuó la fiesta: 96-91 en el retorno a unas Finales a Cleveland por primera vez desde 2007, cuando los Spurs barrieron al joven LeBron. Esta vez, primera victoria de la historia de la franquicia en dicha ronda. Los locales dominaron, pero estaban 81-80 en el último periodo. Dellavedova, con 20 puntos, alcanzó el pico de su carrera, uno al que jamás retornó, incluido un 2+1 que daba tranquilidad en la recta final. El Rey cerró desde la personal a pesar de la insistencia a base de triples de Curry (27 puntos, con 7 de 13 desde el exterior). James jugó 46 minutos, anotó 40 tantos (14 en el último cuarto) con 14 de 34 en el lanzamiento, se fue a 12 rebotes, 8 asistencias, 4 robos y 2 tapones. Apenas celebró la victoria. Estaba exhausto. Los Cavs se pusieron 2-1. Pero no dieron para más.
El cuarto encuentro fue la constatación de que el sistema en el que LeBron asumía todo era insostenible. Defendido por Harrison Barnes, Shaun Livingston, algún rato de Klay Thompson y mucho tiempo de Andre Iguodala, no pudo más y jugó el único partido humano de la eliminatoria: 20+12+8 en casi 41 minutos. El esfuerzo de Timofey Mozgov (28+10) no fue suficiente y Dellavedova demostró que su momento había acabado (10 puntos, pero 3 de 14 en tiros y 2 de 9 en triples). Los Cavs entraron solo 5 abajo al último cuarto, pero un 12-27 de parcial marcó la sentencia. De vuelta al Oracle, LeBron lo intentó por última vez: 40+14+11, con 16 puntos en el último cuarto. Iban solo 2 abajo (86-84) a poco más de 4 minutos para el final y contaban con alguna opción a más de 2 (96-89), pero no hubo manera. Fue el mejor partido de la eliminatoria de Curry (37+7+4, con 7 de 13 en triples) y fue el que sentenció: al final, 104-91, un resultado engañoso en un duelo que fue más igualado de lo que parecía. 3-2 arriba para el favorito, que acariciaba su primer anillo desde 1975, con Rick Barry de líder. Lo tenían en la mano.
Y lo consiguieron: antes del sexto encuentro todos los analistas dieron por muertos a los Cavaliers y no les faltaba razón. Pero ya empezaba a subyacer otro tema en el ambiente: ¿sería LeBron el MVP de las Finales a pesar de la derrota? Sólo había un precedente histórico, en 1969, cuando Jerry West se hizo con el trofeo en su primera edición a pesar de perder el séptimo y definitivo encuentro en el viejo Forum ante los últimos Celtics de Bill Russell, en el que fue uno de los episodios más oscuros de la historia de los Lakers. En 2015, 46 años después, se podía volver a dar: LeBron estaba haciendo un esfuerzo tremendo y números de Play Station, y ningún jugador de los Warriors había destacado especialmente sobre los demás, con Curry por debajo del nivel esperado tras ser MVP de la regular season a pesar de su actuación en el quinto asalto. Para muchos estaba claro; para otros, la tónica tan típica convertida en tradición de dar el premio a un jugador del equipo campeón se debía mantener. Al final, se impuso el segundo argumento. Y todavía colea la opción de que la cosa no debería haber sido así.
Los pronósticos se cumplieron y los Warriors conquistaron el sexto encuentro (97-105) para hacerse con el anillo. Los Cavs nunca se rindieron y se dedicaron a maquillar ligeramente el resultado al final. LeBron jugó otro partido apoteósico: 32+18+9, con 2 robos, aunque 6 pérdidas. El dominio en el rebote (56 a 39) no sirvió de nada a los locales, que plantaron cara en una situación precaria, con muchas bajas y una estrella para la historia... que, sin embargo, no se llevó el MVP. Iguodala, encargado de defenderle durante mucho tiempo, anotó 25 puntos en el sexto partido, lo que sirvió a la NBA para darle el premio y no meterse en líos. El alero promedió 16,3+5,8+4. Curry, irregular, se fue a 26+5,5+6,3, aunque con un 44% en tiros de campo. LeBron tiró peor merced a la cantidad de responsabilidad que asumió (por debajo del 40%) e intentó 32,6 lanzamientos por duelo. Pero su esfuerzo fue sencillamente brutal: casi 46 minutos de juego para 35,8 puntos, 13,3 rebotes y 8,8 asistencias, sus mejores números en unas Finales. Unas que jugó sin Kyrie ni Love (la historia podría haber sido muy distinta y la dinastía de los Warriors también), botando y penetrando, llevando su cuerpo hasta límites imposibles. La estrella lo hizo. Pero se quedó sin anillo. Y sin MVP. Una decisión controvertida pero que fue la que fue. El resto, queda para el debate y la narrativa. Lo que está claro es que estaba a la altura del premio y habría sido merecido en caso de llevárselo. Eso no admite discusión. Es así.
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