NBA

Skywalker: el ídolo de Jordan y una histórica lucha de anotación

Gervin ganó a Thompson una pelea increíble por el título de Máximo Anotador en 1978. El segundo, jugador de referente de Michael Jordan, acabó destrozado por las drogas.

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Era como Michael Jordan, Kobe Bryant, Tracy McGrady y LeBron James en un mismo jugador”. Lo decía Bill Walton, nada menos, el gigante rojo maldito, una leyenda reventada por las lesiones cuando amasaba un currículum gigantesco, a la altura solo de los más grandes. Y lo decía de David Thompson, el alero con superpoderes que había sido campeón universitario con North Carolina State en 1974, en el paréntesis entre dos UCLA gigantescas, la de Lew Alcindor (después Kareem Abdul-Jabbar) y la de Walton. Thompson era un swingman (escolta-alero) que inventaba formas de moverse por el aire y perfeccionaba los alley oops sin llegar a machacar: por herencia de Alcindor/Kareem, y la imposibilidad de frenarle de otra manera, los mates estaban prohibidos en College. En el tramo 1967-69, Alcindor ganó tres títulos universitarios y perdió… dos partidos totales.

Después de Bill Walton llegó Michael Jordan, claro. Que años después aseguró que sin él no hubiera existido Kobe Bryant del mismo modo que sin David Thompson no hubiera existido Michael Jordan. El 23 de los Bulls, el mejor de siempre, creció admirando las proezas de Magic Johnson y le maravillaba jugar al lado de James Worthy, con el que fue campeón NCAA en 1982 con los Tar Heels de North Carolina, ocho años después de que la manada de lobos de North Carolina State, los Wolfpack, ganaran el primer título de su historia (repitieron en 1983). Pero su ídolo, el superhéroe de Air Jordan, era Thompson. 

Un referente para el mayor referente de todos

Aquel David Thompson que fue campeón y Mejor Jugador de la Final Four en 1974, y cuyo 44 es el único número retirado por NC State (26,8 puntos de media en su trayecto universitario), era un imán para un Jordan que soñaba con tener esa elasticidad casi poética, su capacidad física para dominar las pistas de baloncesto. Acabaría teniendo todo eso y mucho más, claro. Más que nadie y más que Thompson, drafteado como número 1 en 1975 por la ABA (Virginia Squires) y la NBA (Atlanta Hawks). Dejó Carolina del Norte, donde pronto se alzaría Jordan como icono indiscutible del estado, y se fue a la ABA, directamente a Denver Nuggets un año antes de que los de las Rocosas fueran uno de los cuatro supervivientes de aquella locura contracultural que fue la ABA: los Nuggets pasaron a la NBA en la unión de ambas ligas, el merger, junto a Spurs, Nets y Pacers.

En su curso ABA, fue Rookie del Año, promedió 26 puntos y fue MVP de un All Star Game Muy especial, en Denver, el primero con un concurso de mates y en el le quitó el título Julius Erving con su icónico vuelo desde la línea de personal. Thompson había asombrado al público, su público, en un evento que es leyenda del baloncesto estadounidense. Por algo en 1977, al calor del éxito de Star Wars, se llevó el que sería su inolvidable apodo: Skywalker. El que camina por el cielo.

En la NBA, Thompson hizo una carrera tremenda, claro. Pero no tan gloriosa como su talento presumía. Fue all star en sus tres primeros años en la Liga con los Nuggets (1977-79) y también en 1983, recién traspasado a Seattle Supersonics y en el ocaso de un camino frenado radicalmente por las lesiones... y por el consumo de droga. Un mal endémico en aquella NBA de principios de los ochenta y una tentación demasiado grande para el jugador que había firmado el que por entonces era el mayor contrato de la historia de la NBA: los Nuggets le dieron cuatro millones de dólares por cinco años después de la temporada 1977-78. Antes de su primera lesión grave, en un pie. Y desde luego antes de su abismal problema con las adicciones. Llegó a decirse de él que en 1986 gastaba 1.000 dólares al día en cocaína. Antes, en 1984, el final de su carrera se aceleró cuando se destrozó literalmente una rodilla porque en una pelea lo tiraron escaleras abajo en el mítico Studio 54, en Nueva York.

En sus años siete años en Denver promedió 23,5 puntos por partido. Con los Supersonics bajó a 15,2 y apenas jugó en su segunda y última temporada (19 partidos) porque se la pasó casi entera en rehabilitación. Después tocó fondo, fue condenado a 180 días de cárcel por agredir a su mujer y recorrió un duro camino hasta la desintoxicación. Cuando dejó atrás el alcohol y las drogas, rehízo su vida y dedicó años a dar charlas, vinculado al entorno NBA y ya muy lejos de los años en los que deslumbraba con ese físico descomunal y ese talento arrebatador forjado en Boiling Springs, en Carolina del Sur. Donde con 16 años destacó tanto en un campamento de baloncesto que dejó en evidencia incluso a un profesional de la ABA, Skeeter Swift Jr, que se propuso darle una lección por su actitud altanera y salió escaldado.

Una noche increíble en abril de 1978

Es difícil saber cuál podría haber sido el techo de David Thompson, pero todos los que lo vieron jugar coinciden en que se habría retirado como uno de los más grandes. Le queda el número 33 retirado por los Nuggets, la admiración eterna de Michael Jordan (no es poca cosa) y muchas historias que contar. Alguna de ellas increíbles, como la de la loca carrera por el título de Máximo Anotador de la NBA en 1978 que perdió con George Gervin por la diferencia más estrecha de siempre: 27,22 por 27,15 puntos por noche. Stephen Curry le ganó la pasada (2021) a Bradley Beal en la foto finish… pero no tantísimo (31,9 por 31,3). De hecho, hay otros dos casos más milimétricos: David Robinson a Shaquille O’Neal (0,44 de margen después de anotar 71 puntos en el último partido con tocomocho de los Clippers, el rival de los Spurs) y el tremendo Kobe Bryant-Kevin Durant de la 2011-12, saldado con un +0,17 para KD. También ese por debajo del 0,07 del Gervin-Thompson.

Gano Gervin, el inolvidable Iceman, llamado el hombre de hielo porque apenas sudaba mientras demolía a sus rivales con su estilo coreográfico y sus maravillosos finger roll. Y ganó la ABA, que se reivindicó nada más integrarse con dos de las grandes estrellas de dos de sus equipos enviados a la NBA, Nuggets y Spurs. Y Perdió David Thompson, Skywalker, que se quedó sin un premio que, en todo caso, iba a ser para Pete Maravich. El Máximo Anotador de 1977 (31,1) iba embalado a repetir cuando sufrió una lesión de rodilla y no cubrió los 1.400 minutos que eran el mínimo para cualificar. Por los pelos: se quedó en 1.352 y finalmente 27 puntos de media. Sin Maravich, Gervin tenía casi amarrado el primero de sus cuatro títulos de Máximo Anotador pero necesitó un último gran esfuerzo en una jornada inolvidable, la última de regular season el 9 de abril de 1978, un domingo.

Los Spurs, clasificados para playoffs, jugaban contra los Jazz, eliminados. Horas antes, los Nuggets (clasificados) jugaban contra los también eliminados Pistons, en Detroit. Fue el último partido en el Cobo Arena, su hogar desde 1961, antes de mudarse al Pontiac Silverdome. Con todo el pescado local vendido, apenas había 3.482 personas en las gradas, y la televisión ni había asomado por allí, centrada en la despedida de un gigante: ese día, John Havlicek jugó su último parido con los Celtics después de 16 años (y ocho anillos) de orgullo verde. Las prioridades eran claras, con poca atención mediática a una carrera anotadora a cuya última etapa llegó Gervin con un +14.

Como los Nuggets jugaban antes, Larry Brown le preguntó a Thompson si quería ir a por ello. Era una invitación a tirárselo todo. Y los Nuggets jugaron así, sin más sistema que acciones de Thompson, jugadas para él, bolas en sus manos. El alero de 1,93 y 23 años anotó sus ocho primeros tiros, casi todo suspensiones desde media distancia salpicadas con algunos mates y alley oops marca de la casa. Después de otras cinco canastas sin fallo antes del final, cerró el primer cuarto con 32 puntos, por entonces récord de la NBA en un parcial. Había firmado un 13/14 con un 6/6 en tiros libres, su único fallo un intento de mate taponado por el pívot de los Pistons, Ben Poquette. “Me sentía como Súperman hasta arriba de esteroides”, contó años después el propio Thompson, que en el segundo cuarto sumó 21 puntos más. Al descanso, 53 con un 20/23 en tiros. Los Nuggets ganaban 69-83 y las noticias empezaban a circular: las televisiones corrían hacia el pabellón, las radios conectaban una pista en la que, nada menos, se estaba poniendo bajo sitio el histórico récord de 100 puntos de Wilt Chamberlain.

Pero llegaron el cansancio y un esfuerzo extra de los Pistons para que la historia no se escribiera a su costa. Cada vez más agotado y con marcajes de dos, tres y hasta cuatro defensores, Thompson se quedó en seis puntos en el tercer cuarto (59 en total) mientras el partido cambiaba de signo. Los Pistons, de hecho, ganaron (139-137) y Skywalker sumó finalmente 73 puntos con un 28/38 en tiros y un 17/20 desde la línea de personal en 43 minutos. Era el récord de un jugador exterior, en total solo por detrás de Chamberlain (100, 78 y dos veces esos 73 puntos). Todavía hoy solo una marca más ha pasado por delante, los 81 puntos de Kobe Bryant. Él, Chamberlain y Thompson son los únicos que han logrado al menos 73 en una pista NBA.

Por cuestiones de timing y franjas horarias, Thompson tuvo tiempo a coger un avión, ser recibido en Detroit como un héroe, con carreras de unas 300 personas para llegar a verle en el aeropuerto, y escuchar desde su casa qué pasaba en Nueva Orleans en el Jazz-Spurs. Gervin necesitaba 58 puntos para recuperar, definitivamente, su liderato en la carrera anotadora. Y los Spurs, como antes los Nuggets, hicieron todo lo posible para que los sumara. De hecho perdieron con un marcador escandaloso (153-132) porque, sin nada más en juego, tuvieron tramos en los que defendían con cuatro mientras Gervin se recuperaba en el centro de la pista para seguir anotando cuando su requipo recuperaba el balón, casi siempre tras recibir canasta.

Iceman comenzó mal, falló sus seis primeros tiros y dio su única asistencia, había que cuidar todos los detalles, para que Louie Dampier sumara el punto 15.000 de su carrera. Después de sus fallos iniciales, pasó por el banquillo y pensó en dejarlo estar, pero le mandaron de nuevo a la pista. De ahí al final del primer cuarto sumó 20 puntos y en el segundo apiló 33. No solo llevaba ya 53 al descanso sino que le había quitado también a Thompson el recién estrenado récord de anotación en un cuarto (por un punto). Desde entonces, Carmelo Anthony ha logrado 33, Kevin Love 34 y Klay Thompson 37.

En el tercer cuarto llegó a los 59 que necesitaba para llevarse la corona de Máximo Anotador. Pidió seguir un poco más para sumar algunas canasta extra “por si los que hacían los cálculos se habían equivocado”. Acabó con 63 puntos, 10 menos que Thompson también con 10 minutos menos en pista y cinco canastas menos a pesar de 11 intentos más (23/49 en su caso con un 17/20 en tiros libres). Menos eficiente que el histórico partido de Thompson, del que se cree que habría rondado los ochenta y muchos puntos si se hubiera jugado ya entonces con línea de tres. Años después los dos, Iceman y Skywalker, reconocieron que se morían de risa cada vez que coincidían y hablaban de aquella batalla librada en diferido, de Detroit a Nueva Orleans. Una con ecos de los inolvidables años setenta, la chiflada pero maravillosa ABA y una NBA que avanzaba hacia la era dorada, a las puertas de la llegada de Larry Bird y Magic Johnson. Se avecinaban otros tiempos, claro.