Leyenda sagrada de la NBA: del Sky Hook de Kareem y el finger roll de Wilt Chamberlain a las suspensiones de Kevin Durant y Curry pasando por Jordan, Kobe, Nowitzki, Ginóbili…
Kareem Abdul-Jabbar anotó 38.387 puntos en su histórica carrera NBA (1969-1989), y lo hizo después de haber sido en UCLA la mayor arma de destrucción masiva que había conocido el baloncesto universitario. Un tramo de dos décadas como profesional que el legendario pívot abrió en Milwaukee Bucks como Lew Alcindor y cerró en Los Angeles Lakers como Kareem Abdul-Jabbar, con seis anillos de campeón, seis MVP de fase regular, dos MVP de Finales, 19 selecciones para el All Star, todos los premios habidos y por haber, su número 33 retirado en todos los sitios en los que jugó (Bruins, Bucks, Lakers)… y más puntos que nadie, jamás, en el baloncesto profesional. Al menos hasta que le adelante, si es que lo consigue, LeBron James.
"Todavía recuerdo el dolor en el cuello de los golpes que Kareem te daba para separarse de ti y hacer su gancho, era indefendible"
Audie Norris
Kareem no metió todos sus puntos, esa montaña de más de 38.000, con su histórico gancho, el icónico Sky Hook. Pero podría parecer que así fue, de tantas paredes y tantas revistas, tantos recuerdos, en los que se inacabable figura cuelga del aire para ejecutar el movimiento más devastador, letal e indefendible de la historia del baloncesto. Un gancho que soltaba, con una elegancia regia y una precisión mecánica, desde la atalaya de sus 218 centímetros y su endemoniada envergadura. Misión imposible para sus defensores, que sufrían el mayor tormento posible en una cancha de baloncesto: saber lo que va a hacer tu rival, y tener que ver cómo lo hace: y lo vuelve a hacer. Y lo hace, y lo hace, y lo hace… Y así se iban a casa, desmadejados y magullados, como recordaba Audie Norris en una visita a AS: “Todavía recuerdo el dolor en el cuello de los golpes que te daba para separarse de ti y hacer su gancho. Era indefendible”.
El Sky Hook huele a baloncesto de linaje regio. Es más que una jugada, más que una forma infalible de ganar partidos. Está en nuestra memoria colectiva, como las suspensiones de Michael Jordan y Kobe Bryant, las coreografías de Hakeem Olajuwon en el poste bajo, el tiro sobre una pierna de Dirk Nowitzki, el bombardeo a tabla de Tim Duncan o las fintas supersónicas de Allen Iverson. Movimientos con marca registrada, que están en el recuerdo de todos los aficionados y en las pesadillas de todos los entrenadores que no encontraron forma de pararlos. Una lista que va del finger roll en las alturas de Wilt Chamberlain a los triples desde distancias imposibles de Stephen Curry, una de las vibraciones más eléctricas que jamás ha generado el baloncesto, o el poder atómico del hesi pull up de Kevin Durant, un anotador de otro mundo, perfecto.
Estos son, en un recorrido por la historia del juego, los movimientos más difíciles de parar y más recordados que han iluminado la NBA. La rúbrica de los mejores:
Cuando llegó Magic Johnson a la NBA caducó aquel axioma del viejo baloncesto: “si quieres jugar bonito, ficha a un base; pero si quieres ganar, ficha a un pívot”. El Showtime de los Lakers giró en torno a su rey sol particular, un Magic que sin anotar muchos puntos (muchas veces ni hacía falta) se convirtió en el motor del ataque más efectivo y espectacular de la historia. Aquellos Lakers volaban por la pista entre pases imposible de un jugador que era, el apodo resultaba perfecto, pura magia. Después John Stockton llevó a la perfección el trabajo del playmaker, el creador de juego, en el puente hacia la era del juego exterior y el domino de los bases: Stephen Curry, Damian Lillard, Kyrie Irving, Chris Paul… al principio, y más allá de versos sueltos como el recordado Bob Cousy, simples distribuidores, los bases son ahora el eje del baloncesto, la llave que pone en marcha todos los demás mecanismos.
MAGIC JOHNSON – NO LOOK PASS
Hay pocas imágenes más icónicas en la historia del deporte que Magic Johnson a la carrera en el viejo Forum, dejando atrás rivales que ni se acercaban a su tremenda zancada, bases minúsculos que perseguían los 206 centímetros de un jugador como no había habido otro, antes de soltar un pase hacia un lado mientras su mirada apuntaba al opuesto. Eran los años del Showtime, el salto de la NBA hacia la era dorada que luego disparó Michael Jordan hasta el infinito. Eran tiempos de coreografías imposibles de unos Lakers que ganaron cinco anillos durante los años 80, cuando llegaron a personificar la perfección, la grandeza y, por encima de todo, el espectáculo.
Magic dirigió en L.A., sin ser un grandísimo anotador, algunos de los mejores ataques de siempre gracias a su increíble visión de juego, su capacidad para imaginar pases imposibles y una coordinación entre ojo y mano absolutamente privilegiada. Los contraataques de los Lakers eran puro arte pero eran, sobre todo, una forma de demoler rivales y amasar títulos. Sus compañeros tuvieron que acostumbrarse, entrenamiento a entrenamiento, a no fiarse de su vista y esperar siempre el balón en sus manos mientras los rivales no sabían ni a quién tenían que defender. En la segunda mitad de los 80, ya con Kareem Abdul-Jabbar en declive, Magic perfeccionó sus latigazos hasta la máxima expresión, con Byron Scott y James Worthy cruzando la pista a toda velocidad para recibir sus legendarios pases. Pura magia.
JOHN STOCKTON – POCKET PASS
El pocket pass, el pase desde la zona de los bolsillos, es una de las artes más importantes e infravaloradas del director de juego: un golpe de muñeca, adaptando la bola tal y como llega desde el bote a la mano y cuando esta se encuentra todavía a la altura de (como mucho) la cadera (la zona de los teóricos bolsillos, de ahí su nombre). Un toque rápido, fundamental cuando es preciso para aprovechar las oportunidades y espacios que generan las jugadas de pick and roll (bloqueo y continuación) y una forma de distinguir a muchos de los mejores bases de siempre. Entre ellos, claro, John Stockton.
El pick and roll entre John Stockton y Karl Malone es una de las jugadas más productivas y perfectas que ha producido la historia de la NBA. Una máquina de generar puntos a la que solo le faltó el anillo que se escapó de Utah Jazz en dos angustiosas Finales contra los Bulls de Michael Jordan (1997 y 1998). Y si Karl Malone era el ejecutor final (a base de suspensiones en media distancia o mates tremendos en el aro: segundo máximo anotador de siempre por detrás de Kareem Abdul-Jabbar), Stockton era el conductor y coreógrafo, seguramente el mejor director de jugadas de pick and roll de siempre y un maestro en ese pocket pass con el que generaba las ventajas necesarias para que sus compañeros anotaran. Inteligencia, feeling, timing, rapidez de ejecución y precisión. Un maestro que repartió 15.806 asistencia en la NBA, un récord que parece intocable (solo seis jugadores han llegado a 10.000 y el segundo, Jason Kidd, quedó a 3.715 de él). Fue nueve veces Máximo Asistente de la NBA, diez all star, oro olímpico en Barcelona 92 (con el Dream Team) y Atlanta 96, y uno de los jugadores con menos errores de la historia: su ratio entre asistencias y pérdidas rondó el 3,7. Es decir, sumaba casi 4 pases de canasta por cada pérdida. Un playmaker de leyenda que hacía que lo difícil pareciera natural y sencillo, lógico. En sus manos (y su cerebro) lo era.
TIM HARDAWAY – UTEP TWO STEP
Para muchos el crossover original. El primero con marca registrada. Y todavía para algunos, es casi una lucha generacional, el más endiablado por encima del del mismísimo Allen Iverson: “Todos hablan ahora de Iverson pero mi crossover fue el original. Los demás me han imitado a mí, no a él. Es mi movimiento el que copiaron todos, aporté algo original al baloncesto”. Así lo explica su creador, Tim Hardaway.
Hardaway fue un excelente base que jugó en la NBA entre 1989 y 2001 y brilló con los Warriors del Run TMC (Tim Hardaway, Mitch Richmond, Chris Mullin) que dirigía Don Nelson y después con los Heat, en los que peleó duro en playoffs al lado de Alonzo Mourning. Su movimiento lo creó en la Universidad de Texas El Paso (de ahí su nombre, UTEP Two Step): un dribbling pasándose la bola por debajo de las piernas yendo hacia un lado y en cuanto el defensor se vencía un poco, un cambió supersónico de dirección. La mezcla de manejo de la bola, control del cuerpo y velocidad de ejecución lo hacían imparable, por mucho que lo repitiera. Un movimiento de autor de un jugador que fue cinco veces all star.
ALLEN IVERSON – CROSSOVER
Ese crossover acabó siendo uno de los movimientos básicos de ataque en baloncesto, una técnica esencial para sortear defensas: amagar con avanzar en un sentido y soltar un vertiginoso cambio de dirección mientras la bola cambia de mano. Una técnica básica… y absolutamente espectacular que sigue siendo devastadora en manos de los mejores jugadores de ataque. Y que sigue dejando vídeos de defensores cayendo por el suelo, rendidos. Muchos de los anotadores más eléctricos que han pasado por la NBA lo han usado y usan con maestría. Y es imposible no acordarse (más allá de Hardaway) de Jamal Crawford y su Shake’n’Bake. Pero en lo alto del podio, el crossover más eléctrico y recordado, sigue siendo el de Allen Iverson.
Más incluso que Hardaway, Iverson personificó el poder de destrucción y la capacidad de levantar al público de sus butacas del crossover. Un demonio de 1,83 que fue número 1 del draft y Rookie del Año (en la camada de Kobe Bryant, Ray Allen, Steve Nash, Stephon Marbury…), MVP y cuatro veces Máximo Anotador de la NBA. Para muchos el mejor anotador libra por libra de la historia, Iverson (apodado The Answer: la respuesta) compensaba su falta de tamaño y músculo con movimientos que incendiaban los pabellones. Dribblings que obligaban a reaccionar a los defensores, que eran presa fácil en cuanto se vencían hacia un lado. Pronto Iverson cruzaba como un relámpago por el contrario y lo único que podían hacer, ya trastabillados o desde el suelo, era observarlo… y maravillarse.
CHRIS PAUL – SIDE STEP JUMPER
Chris Paul siempre consigue que la jugada acabe donde él quiere. Y mientras que muchos grandes anotadores usan esa amenaza para asistir a sus compañeros, Paul hace exactamente lo contrario: utiliza su excepcional visión de juego y el pánico que provoca su nivel legendario como asistente para generarse sus propios tiros, letales en los momentos calientes de los partidos. Especialmente, un arte que se está perdiendo, desde la media distancia, donde suele rondar el 50% de acierto en cada temporada. Sobre todo si es escorado a la derecha, donde maniobra para acabar después de los bloqueos para fundir a los rivales con un paso lateral tras driblar, ese side step que le da el espacio y el tiempo suficientes para lanzar. Y anotar unas suspensiones que cogen mucho arco antes de caer en la red.
Paul ha ganado muchos partidos así. Tiene alma de killer aunque en pista es un arquitecto, un base de nivel histórico al que por algo se apoda The Point God. Quinto en el histórico de asistencias y uno de los seis que ha llegado a 10.000, ha sido once veces all star y cuatro Máximo Asistente de una temporada. Tiene 35 años, lleva en la NBA desde 2005 y es, aunque no ha jugado todavía unas Finales, uno de los mejores bases de la historia. Ya pocos lo dudan. Uno que hace mejores a sus compañeros... y saca a pasear una suspensión letal cuando su equipo la necesita.
STEPHEN CURRY – PULL UP THREE
Con solo 1,91 y lejos de los 90 kilos, Stephen Curry acabó convirtiendo su liviano físico en un aliado. Un torbellino de movimientos eléctricos por la pista, cambió además en el instituto su mecánica de tiro para darle más arco y evitar a defensores que, tenía claro, iban a ser siempre más grandes que él. Especialmente cuando llegara a la NBA. No solo llegó, sino que transformó para siempre la Liga: si esta es la era del triple, es la era de Stephen Curry. Un tres veces campeón y dos MVP que es, y es difícil encontrar a una sola persona que no esté de acuerdo, el mejor tirador de la historia del baloncesto.
No solo sus trances de triples de videojuego son ya historia de la NBA, es que el rango de juego de Curry fue un paso definitivo, la mutación que siguió a la evolución, en la transformación del baloncesto en un juego de tiro exterior y generación de espacios. Obligando a lo rivales a defender a once o doce metros del aro, abriendo vías a canasta para sus compañeros, levantándose tras una decena de fintas y llegando al ataque para lanzar con absoluta normalidad desde nueve o diez metros. Anotaciones que él se genera dejando atrás los hábitos de los tiradores especialistas clásicos: en muy pocos casos tras asistencia y con el cuerpo estabilizado. Un nuevo paradigma, uno literalmente indefendible.
KYRIE IRVING – REVERSE LAYUP
No llega a los 190 centímetros (mide 1,88), no es un jugador fácil por su carácter y ya ha tenido salidas feas de los Cavaliers y los Celtics. En Cleveland (número 1 del draft en 2011) prefirió dejar atrás la sombra de LeBron James (alargadísima, es obvio) después de que ambos protagonizaran una actuación antológica, mano a mano, para remontar el 3-1 de los Warriors en las históricas Finales de 2016.
Kyrie es, simplemente, un jugador con espíritu de artista, bohemio. Sin duda, uno de los mayores talentos anotadores de la historia y uno de los más estéticos. Su juego es mágico, adictivo, carismático. Anota tiros desde cualquier parte (es letal desde la línea de tres), tiene uno de los manejos de balón más increíbles de siempre y, además, es un incréible finalizador en el aro. Sus penetraciones entre una maraña de rivales y a pesar de una estatura que le impide machacar son maravillosas… y de una eficacia superlativa. Un contorsionista que se eleva en el aire y reacciona yendo al aro a los movimientos de los defensores. Un consumado maestro del reverse layup, las bandejas a aro pasado llegando desde un lateral y anotando tras dejar atrás en el aire una canasta que usa como protección contra los tapones de los gigantes que intentan frenarle. Casi siempre sin suerte.
Desde Earl Monroe y George Gervin, pasando por Reggie Miller y, claro, hasta Michael Jordan y Kobe Bryant, dos jugadores que alcanzaron la perfección, el segundo persiguiendo la alargadísima e inalcanzable sombra del primero. Los escoltas, mucho más que tiradores especialistas en el baloncesto moderno, pasaron de ser un puente entre juego interior y exterior a encumbrar a algunos de los mejores de siempre: los citados Jordan y Kobe siempre al frente, también el espectacular Dwyane Wade. Y Jerry West, Clyde Drexler... Líderes muchas veces con alma de base, como los mejores aleros que han pisado las pistas de baloncesto, LeBron James y Larry Bird, dos generadores de juego desde la posición en la que ha anotado mejor que nadie Kevin Durant, un jugador de dibujos animados, y desde la que volaba en despegues imposibles el inolvidable Dr J, Julius Eving.
EARL MONROE – SPIN MOVE
Dicen que el spin move, el reverso de 360 grados para dejar al defensor atrás, lo inventó y patentó Gene Shue, un jugador que fue cinco veces seguidas all star entre 1958 y 1962, en la prehistoria de la NBA. Después lo han usado muchas grandes estrellas, una acción que sigue siendo espectacular y absolutamente efectiva y que llegó a formar parte del código de barras de un genio algo olvidado en las jerarquías de la NBA: Earl Monroe. También llamado Earl The Pearl. Y Black Magic.
Criado en un duro barrio de Philadelphia, dedicó su vida al baloncesto y se forjó una leyenda en los barrios, con un estilo callejero que luego trasladó a sus años en los Bullets y en los legendarios Knicks campeones den 1973, en los que formaba con Walt Frazier, Willis Reed, Dave DeBusschere, Phil Jackson… uno de los jugadores más espectaculares de su tiempo, uno de los que de verdad levantaba al público de su asiento, Monroe patentó sus suspensiones en posiciones difíciles, desequilibrado y en escorzo, muchas veces después de un spin move demoledor, una finta de 360 grados que iniciaba cargando contra el rival para ganar espacio y terminaba de mil maneras. Pero casi siempre con el mismo resultado: canasta.
GEORGER GERVIN – FINGER ROLL
Wilt Chamberlain fue el primero que popularizó y puso marca registrada al finger roll. Pero si el gigantesco pívot aprovechaba su tamaño para acabar jugadas muy cerca del aro, George Gervin era todo lo contrario: The Iceman, el hombre de hielo y uno de los anotadores más infravalorados de la historia, era pura elegancia. Desde el exterior y con sus dos metros raspados, se elevaba con majestuosidad, muchas desde la misma línea de tiros libres, y finalizaba las jugadas con finura, un toque final con los dedos que le permitía anotar bandejas desde distancias a veces ilógicas del aro. Una mezcla de suspensión y bandeja con una gracilidad fotogénica y a partir de su enorme capacidad de salto.
Gervin está en el top 20 de anotadores históricos si se suman ABA y NBA. El primer gran mito de los Spurs (jugó allí entre 1974 y 1985, después pasó por los Bulls, Roma, Manresa…), fue cuatro veces máximo anotador de la NBA. La primera, inolvidable: ganó a David Thompson en la foto finish (27,22 por 27,15) tras una jornada final en la que Thompson anotó primero 73 puntos y Gervin respondió con 63. Sumó 33 en el segundo cuarto, un récord, y cuando tuvo el título de máximo cañonero en la mano, se permitió descansar parte del tercer cuarto y todo el último. Inolvidable.
MICHAEL JORDAN – FADEAWAY
Michael Jordan era imparable. Y su variedad de registros ofensivos era infinita. Pero en la segunda parte de su carrera, después del primer threepeat (1991-93) y en ruta hacia la perfección durante el segundo (1996-98) en Chicago Bulls, pulió una suspensión en fadeaway que era de ejecución prácticamente automática, casi robótica, en cuanto ganaba un palmo de espacio al defensa.
Un Jordan más musculado y menos elástico que en sus primeros años en la Liga, cuando dejó un reguero de mates icónicos y penetraciones imposibles, exprimía su conocimiento del juego con una absoluta eficiencia anotadora. En cuanto recibía en el poste, su defensor estaba vendido. La ejecución de sus suspensiones era perfecta, sin un solo movimiento artificial, de una plenitud técnica asombrosa. Esa capacidad como tirador, especialmente en la media distancia en una época en la que el tiro de tres era un recurso y no un pilar del juego como ahora, le convirtió además en uno de los mejores ejecutores de jugadas de pick and roll de la historia. Aunque eso, claro, se puede decir prácticamente de todo lo que hacía en las pistas de baloncesto. Su fadeaway lo desarrolló después Kobe Bryant ante un nivel de dificultad felina, tal vez con unos recursos selváticos que no gastaba un Jordan finalmente mucho más eficiente. Un ejecutor a sangre fría.
REGGIE MILLER – LEG KICK
Reggie Miller fue uno de los mejores tiradores de tres… anteriores a la era de los tiradores de tres. De hecho, sigue tercero en el histórico de triples en la NBA: metió 2.560 por los 2.973 de Ray Allen. Por delante tiene ya a un Stephen Curry que va a por Allen y por detrás aprieta James Harden. Pero Miller, antes de la masificación del bombardeo exterior, llegó a personificar al francotirador de larga distancia con noches memorables como el Knicks-Madison que volteó, en semifinales de Conferencia, con 8 puntos en los últimos 9 segundos.
Miller tiraba rápido, con una mecánica letal y desde muy arriba. Pero no solo eso: tenía una tremenda habilidad para lanzar la pierna contra el defensor tras elevarse en el aire, una patada (leg kick) con la que marcaba terreno y, sobre todo, sacaba muchas faltas personales por el contacto con el defensor, vendido si se quedaba atrás o si se lanzaba sobre él. La leyenda de los Pacers (1987-2005) es, de hecho, segundo de la historia en jugadas de 3+1 forzadas solo por detrás de Jamal Crawford. La NBA tuvo que crear una norma para que esas patadas se consideraran falta de ataque cuando eran claramente voluntarias. Y le dieron, oficialmente, su nombre: Reggie Miller Rule. Por algo será.
KOBE BRYANT – FADEAWAY
Después de 20 años en los Lakers, Kobe Bryant dejó (rumbo a cinco anillos de campeón),33.643 puntos en la NBA. Logrados de todas las formas posibles y manejando todas las artes del juego, todas las disciplinas del ataque total. Una máquina de meter puntos, y una evolución del depredador perfecto hasta la mutación imposible en las pistas de baloncesto, Kobe fue dos veces Máximo Anotador de la NBA y sumó al menos un partido de 40 puntos o más contra todas las franquicias a las que se enfrentó.
Como en muchas cosas, Kobe se miraba en un espejo cuyo reflejo le arrojaba la imagen de Michael Jordan, una perfección a la que se acercó más que ningún otro jugador. Y, también como Jordan, fue evolucionando de un jugador de muelles y penetraciones a un tirador devastador: su fadeaway, la suspensión yéndose hacia atrás para ganar espacio con respecto al defensor, acabó siendo su arma definitiva, una con la que ganó cientos de partidos y que llevó a una mezcla maravillosa de técnica y plasticidad. El juego de pies, la capacidad física, los mecanismos de la ejecución... Kobe, además, podía ejecutar este tiro desde cualquier ángulo, en cualquier sitio de la pista y en cualquier tipo de jugada, partiendo de espaldas al aro y cuerpeando al defensor o de cara y tras dribbling. Letal, el sello de la Mamba Negra.
MANU GINÓBILI – EUROSTEP
Dieciséis años en los Spurs, cuatro títulos, dos all star y uno de los jugadores que personifican el concepto de Sexto Hombre. También uno de los grandes escoltas de siempre: Manu Ginóbili patentó un movimiento que otros habían usado antes, Sarunas Marciulionis sin ir más lejos, y muchos usaron después: Dwyane Wade, James Harden… tanto que LeBron le despidió así cuando el argentino se retiró: “El mundo del baloncesto tiene que darte las gracias por el movimiento que más se usa a día de hoy”.
Es el Eurostep, una ruta serpenteante hacia al aro, un ataque desde cualquier parte de la pista con dos pasos en los que cubría una cantidad enorme de cancha y que incluían un cambio de dirección en el segundo y una capacidad innata para proteger la bola y hacerse hueco con el cuerpo. Ginóbili destrozó defensas con una jugada que ya había perfeccionado en Italia, cuando arrasó con la Virtus de Bolonia. Provocó debates sobre cuándo podría estar haciendo pasos e inspiró a una legión de jugadores, incluidos algunas de las mayores estrellas que llegaron después a la NBA. Pero el eurostep pertenece, por encima de todos, a Manudona.
DWYANE WADE – PUMP FAKE
Una leyenda, Dwyane Wade está ya entre los mejores escoltas de siempre tras una carrera maravillosa (2003-2019, casi toda en Miami Heat) en la que ganó tres anillos, fue trece veces all star y Máximo Anotador de la NBA en la temporada 2008-09. En ese curso (30,2 puntos, 5 rebotes, 7,5 asistencias) alcanzó un nivel extraordinario, del mismo modo que un trance histórico volteó las Finales de 2006, cuando los Heat remontaron de forma increíble un 2-0 a los Mavs (promedió en la serie 34,7 puntos). Wade, un jugador con un despliegue total en ataque, tenía muchos movimientos: el spin move (reversos eléctricos para superar a sus defensores), la suspensión desde distancias templadas… y el pump fake, los amagos que los rivales se comían. Siempre.
Aunque no era un gran tirador cuando se alejaba del aro y no era un escolta grande (no llegaba a 1,95), y aunque los rivales estudiaban al milímetro su juego, Wade conseguía que entraran a sus fintas de tiro. Eso le permitía castigar a los contrarios con muchas faltas, ir a la línea de tiros libres y forzar muchos 2+1. De hecho, en seguida acude a la mente la imagen de Wade forzando el tiro adicional tras una canasta acrobática después de que su defensor le hubiera caído encima. Así desesperó a muchos de los mejores defensores de la NBA. A muchísimos.
JAMES HARDEN – STEP BACK THREE
Un jugador polarizador cuando radicalizó su estilo en Houston Rockets, James Harden es, en todo caso, una de las armas de ataque más letales y perfectas que ha visto el baloncesto. Y como cualquier jugador de su rango, tiene muchos recursos: su versión del euro step (la escuela de Ginóbili, Wade…), su capacidad para manipular los movimientos y forzar faltas personales… y, claro, el step back three, un triple sedoso y demoledor que ahora realizan también jugadores como Luka Doncic, Devin Booker…
Es un producto perfecto para el baloncesto actual: Harden busca que los bloqueos y cambios defensivos del rival le dejen ante un defensor más lento que él, dribla sin parar hasta que gana un resquicio y, en un latigazo, da un paso atrás con el que gana espacio para tirar un triple lejano. En la temporada 2018-19, por ejemplo, nadie jugó más aclarados en uno contra uno y nadie tiró más que él (¡613 veces!) tras step back. Promedió 36,1 puntos y ganó el premio de Máximo Anotador (tiene tres) con 8,1 puntos de ventaja, la mayor distancia desde Wilt Chamberlain en 1962. Quinto en el histórico de triples (pronto cuarto: superará a Kyle Korver), enlazó en esa temporada 2018-19 (en la anterior había sido MVP) 32 partidos con al menos 30 puntos. Una marca que solo supera, otra vez, Chamberlain.
JULIUS ERVING – BASELINE SCOOP
El Doctor J, la leyenda de Julius Erving, uno de los personajes más carismáticos, elegantes y revolucionarios de la historia del baloncesto y uno de los jugadores que hizo de puente entre las historias locas de la confusa (pero espectacular) y contracultural ABA y la NBA, mucho más arquetípica en el inicio de los setenta. Si se suman puntos en ambas competiciones, Erving es el octavo máximo anotador de la historia. Entre las dos tiene tres anillos, cuatro MVP de fase regular y 16 all star disputados.
Erving es una leyenda por esos números… y por cómo los logró. Un alero de una elegancia felina, brazos inacabables y una capacidad de salto sobrehumana, un pionero del juego por el aire que tomó el testigo del gran Elgin Baylor y enlazó con el inacabable Michael Jordan. Dejó para el recuerdo mates inolvidables… y penetraciones imposibles por la línea de fondo. Ninguna tan famosa como su Baseline Scoop. En el cuarto partido de la Final de 1980, que sus Sixers acabaron perdiendo contra los Lakers, arrancó desde la derecha, superó a Mark Landsberger por la línea de fondo y, ante la llegada de Kareem, anotó a aro pasado tras un escorzo en el que sacó todo el brazo derecho, literalmente, fuera de la pista. Una de las jugadas más plásticas e icónicas de la historia de la NBA.
LARRY BIRD – OVER THE BACK PASS
La rivalidad Larry Bird-Magic Johnson cambió el baloncesto para siempre, desde la final universitaria más recordada de la historia (el Indiana State-Michigan State de 1979) a, claro, las batallas Lakers-Celtics que edificaron el imperio de la NBA en los años 80. Bird, un alero que hoy sería considerado ala-pívot, era un jugador superlativo, un talento único, una inteligencia suprema y, duro como una roca, un ganador: tres anillos, tres MVP de fase regular y dos de Finales, 12 all star, el oro de Barcelona 92...
Cuando se nombra a Larry Bird, la mayoría de la gente piensa en sus triples y sus suspensiones, con esa inolvidable mecánica que lanzaba la bola desde detrás de la cabeza. pero Bird (no se tiraba mucho de tres en esos años) era mucho más que eso: un increíble defensor, un juego de pies letal en el poste y, sobre todo, una capacidad como pasador asombrosa. Bird es, sencillamente, uno de los grandes generadores de juego de historia de la NBA. Un point forward (alero alto que era el motor del ataque) adelantado a su tiempo. Desde su 2,06 y con la amenaza de su tiro como arma, encontraba a sus compañeros con pases de todo tipo, en ángulos imposibles y con una visión de la jugada absolutamente privilegiada. De todos esos pases, es imposible no evocar los que llegaban over the back, de espaldas al aro y al compañero que de forma increíble recibía el balón que Bird soltaba sin mirar y por encima de su cabeza. Un jugador único.
LEBRON JAMES – CHASE DOWN BLOCK
LeBron James ya es uno de los dos, como máximo tres, mejores jugadores de la historia del baloncesto. La definición de jugador total, una bestia física que es además un estudioso del juego, un competidor en constante progresión que ha ido añadiendo armas a su arsenal hasta tenerlas, literalmente, todas: tiro exterior, juego de pick and roll, movimientos al poste, una capacidad de pase privilegiada…
LeBron anota de todas las maneras posibles, y dirige como los mejores bases (en esencia lo es, especialmente en la segunda parte de su carrera). Pero con él haremos una excepción y destacaremos el único movimiento defensivo de esta lista: su ya legendario chase down block, el tapón llegando desde atrás como una locomotora para sellar a rivales que se aprestan a anotar con, en teoría, la suficiente ventaja. Solo en teoría: LeBron, por pura explosión y sincronización, ha perfeccionado una jugada que convirtió en inolvidable en el séptimo partido de las Finales de 2016, cuando los Cavaliers confirmaron el gran milagro y remontaron un 3-1 a los Warriors del 73-9. Con el partido en el aire, LeBron frenó una bandeja de Andre Iguodala en una contra en la que el alero, tras pase de Curry, iba a poner por delante a los californianos. LeBron voló, silenció el Oracle e inclinó un partido que mató poco después Kyrie Irving con un triple que ya es, también, historia de la NBA.
CARMELO ANTHONY – JAB STEP
Carmelo Anthony no ha parado de meter puntos. Nunca, y conviene recordarlo en este tramo final de su carrera, que apura como secundario en los Blazers después de haber tenido un pie fuera de la NBA. El número 3 del legendario draft de 2003, el de LeBron, ha sido una máquina de meter canastas. En Syracuse, donde se convirtió (en un año) en leyenda universitaria, en el Team USA (mito olímpico: cuatro medallas, tres de oro) y desde luego en una NBA en la que ha asaltado el top 10 de anotadores históricos, fue el que más puntos metió en la temporada 2012-13 y ha sido 10 veces all star.
Carmelo no ha parado de anotar y lo ha hecho gracias, sobre todo, a un arte que se está perdiendo en el baloncesto moderno: el tiro de media distancia, un midrange game que está en peligro de extinción pero que es una maravilla cuando es ejecutado por artistas como Melo, anotadores con un juego de pies maravilloso y una técnica pulida a la perfección para hacer que lo difícil parezca fácil. Y lo difícil es anotar una y otra vez contra los mejores defensores del mundo, desde el mismo sitio y haciendo, aparentemente, siempre lo mismo o casi, casi lo mismo. Carmelo es un maestro en el jab step, un amago con paso y gesto del cuerpo, siempre con el pie con el que no se ha pivotado para repetirlo tanto como haga falta, con el que se saca de posición al defensor. Un gesto aparentemente sencillo pero demoledor si, como es el caso del letal alero, se combina con un manejo del triple threat, una posición de ataque (centro de gravedad bajo, pie adelantado, bola en la cadera lejos del defensor) que permite driblar, lanzar o pasar. Desde ese abanico, y con el jab step para generarse el espacio suficiente, Carmelo se genera posiciones de tiro, fuera de la zona y sin llegar a la línea de tres, en las que es prácticamente infalible.
KEVIN DURANT – HESI PULL UP
Probablemente, el mejor anotador de la historia de la NBA. Al menos, el arma de ataque más demoledora jamás creada por la conjunción de genética, talento y entrenamiento: Kevin Durant, un siete pies (2,10) que juega de alero y lanza desde literalmente cualquier sitio con su su altura, su salto y una envergadura inabarcable. Tiros que salen desde el techo del pabellón, que no hay forma de defender. Dos veces campeón (las dos MVP de las Finales), cuatro veces Máximo Anotador de la Liga, once all star... KD deja la sensación de que puede anotar 40 puntos contra cualquier rival sin despertarse de la siesta.
Con todos los recursos posibles, cerca y lejos del aro, ninguno es tan mortifero como su hesitation pull up, la suspensión tras hacer dudar una décima de segundo al defensor con el movimiento del cuerpo. Suficiente para anotar. En el caso de Durant, sin parar y con porcentajes imposibles. Con su altura, su precisión y su rango, esa suspensión es absolutamente devastadora. Y dejó una imagen para la leyenda de la NBA en el tercer partido de las Finales de 2018, cuando heló Cleveland con un triple desde diez metros, nada más llegar al ataque y ante el mismísismo LeBron James.
Los señores de las zonas, durante eras completas de baloncesto los grandes dominadores del juego y los que se llevaban los mejores contratos y casi todos los premios individuales. Y los que ganaban, finalmente, los anillos para sus equipos. Los jugadores interiores, pívots y ala-pívots, están ahora en proceso de transformación en un baloncesto que los saca de las zonas y los pone a tirar de tres, pasar y botar como bases y defender por toda la pista. Otra forma de jugar, que no impide que sigamos recordando con admiración el dominio de Wilt Chamberlain, la elegancia felina de Kareem Abdul-Jabbar, las coreografías de Hakeem Olajuwon, la silenciosa capacidad de destrucción de Tim Duncan, los tiros letales de Dirk Nowitzki o, claro, los torbellinos de Shaquille O’Neal que arrasaban a veces hasta a tres o cuatro defensores en su camino hacia el aro. Gigantes de leyenda.
KEVIN MCHALE – UP-AND-UNDER
Es probable que no haya habido (ni habrá, porque el baloncesto avanza en dirección contraria, hacia la percusión exterior) movimientos al poste como lo de Hakeem Olajuwon. Pero, seguramente, el siguiente sea Kevin McHale, leyenda de los Celtics (tres veces campeón, siete all star) y del que Charles Barkley dijo que era el el mejor ala-pívot al que había tenido que defender en su carrera.
McHale, con sus inacabables brazos, era un purísimo jugador de poste bajo, resolutivo (casi 18 puntos de media en su carrera) gracias a un juego de pies maravilloso, con una velocidad impropia de un jugador de su tamaño (2,08). Sus bailes cerca del aro tenían un paso principal, el up-and-under: arriba y abajo. McHale recibía de espaldas, se giraba con un spin move para encarar el aro y amagaba por arriba con un lanzamiento. El defensor, generalmente, saltaba y ya estaba en la trampa de McHale, que pivotaba por debajo de él para anotar una bandeja fácil. Y si el defensor no entraba al trapo, McHale soltaba el tiro a la primera, con enorme envergadura para lanzar desde muy arriba y buenos fundamentos. Una pesadilla para los rivales, en todo caso, firmada por un jugador que, primero como ejemplar Sexto Hombre (ganó el premio dos veces) y después como titular, fue uno de los rostros inolvidables de las legendarias batallas Lakers-Celtics en los años 80.
TIM DUNCAN – BANK SHOT
Decía Gregg Popovich que era fácil perfeccionar un tiro a tablero como el de Tim Duncan. Cuando una vez le preguntaron que, si era así, por qué no lo usaban más jugadores, se limitó a contestar, con su sonrisa, de tahúr, esto: “porque no mola”.
El tiro a tablero de Duncan no molaba (uncool era la palabra que usó Popovich) pero era de una eficacia suprema, como todo lo que hacía un jugador extraordinario, el mejor ala-pívot de siempre y un puente entre los interiores de vieja escuela y los que vinieron después. Sin fuegos de artificio ni adornos, con un estilo estoico y puro, Duncan perfeccionó los principios más básicos del baloncesto hasta ganarse el apodo de The Big Fundamental. Cuando recibía en el poste se giraba y, desde su 2,11 y con un lanzamiento que liberaba desde muy arriba (demasiado para casi cualquier defensa) anotaba un tiro a tablero tras otro. Un arte perdido, con olor a baloncesto de otros tiempos, pero un arma mortal en manos de un jugador único: diecinueve años en los Spurs, cinco anillos de campeón, tres MVP de Finales y dos de Regular Season, quince veces all star… el mejor de siempre en su puesto y un ganador afilado, lacónico… y casi indestructible. Como su tiro a tablero.
DIRK NOWITZKI – ONE LEGGED FADEAWAY
Una leyenda gigante con un tiro que es historia del baloncesto: el fadeaway sobre una pierna, la suspensión hacia atrás apoyándose en un pie y lanzando una patada con la otra pierna para impulsarse, marcar territorio y permitir que el juego de hombros equilibrara el cuerpo y permitiera bombas que salían desde una altura imposible y con un arco indefendible. La marca registrada del mejor jugador europeo de la historia, uno que pasó 21 años (nadie había estado tanto con la misma camiseta) en los Mavericks.
En la pista de los Mavs, en la zona donde más le gustaba maniobrar a Nowitzki, está dibujada la silueta de la sombra de ese tiro, esa suspensión que le permitió ser uno de los ocho jugadores que ha superado los 30.000 puntos (31.560) y revolucionar el baloncesto. Cuando él llegó a la NBA (1998) no había jugadores interiores que se movieran como aleros y percutieran desde toda la pista. El interior que se abre para tirar simplemente era excepcional, desde luego no un jugador total de 2,13, hechuras de MVP (lo fue, de Regular Season y Finales) y portador de un tiro letal con una silueta inconfundible que está grabada en la cancha de sus Mavs… y en la memoria de todos los aficionados.
WILT CHAMBERLAIN – DIPPER SHOT
Ya se sabe: Wilt Charmberlain era en su época, y con sus 2,16, un gigante entre hombres en la NBA. Apareció en Conan el Destructor, presumió de haberse acostado con más de 20.000 mujeres y tiene una galería de récords en las pistas de baloncesto ante los que solo queda pellizcarse. Y que va más allá de su legendario partido de 100 puntos, el 2 de marzo de 1962: llegó a promediar 50,4 puntos en una temporada, superó los 50 en un partido 118 veces, capturó 55 rebotes una noche y más de 1.000 en 13 temporadas. Y en la temporada 1961-62 jugó 48,5 minutos de media. Sí, gracias a las prórrogas y a que no descansaba nunca, más de lo que dura oficialmente un partido (48 minutos).
De no ser por sus derrotas contra Bill Russell y los Celtics (se quedó en dos anillos de campeón) estaría más arriba en los debates sobre el mejor de siempre. Chamberlain era enorme, pero tenía también unos movimientos pulidos en el poste y una velocidad endiablada para su tamaño. Más fuerte que el resto de jugadores, buscaba el contacto en vez de escapar de él, y terminaba las jugadas con una extensión de la mano y la bola rodando hacia la punta de los dedos y, finalmente, al aro. El finger roll que básicamente él introdujo en el baloncesto profesional y que en su caso fue llamado también Dipper Shot por su apodo, The Big Dipper.
KAREEM ABDUL JABBAR- SKY HOOK
El gran movimiento, el tiro inalcanzable, un emblema de la NBA y de todos los grandes sueños del baloncesto. Ganchos que entraban sin apenas tocar la red, uno tras otro, rivales que miraban desde abajo, demasiado abajo, muchas veces boquiabiertos. Impotentes, con la marca en el cuello del codo que les había dejado secos, lejos ya de una silueta que se elevaba en el aire con una longitud imposible y una precisión de altísima tecnología. El gancho del cielo, el Sky Hook de Kareem Abdul-Jabbar, el movimiento más icónico e imposible de parar de la historia del baloncesto.
En toda su inmensidad, Kareem es el único, al menos hasta la consagración definitiva de LeBron James, que disputaba el trono histórico a Michael Jordan. Su currículum es inacabable, su leyenda gigantesca. Y su gran seña de identidad era el Sky Hook, un gancho que demolía a los rivales y que daba a los Lakers una alternativa infalible en juego en estático. O te mataba Magic Johnson a la carrera, o te destrozaba Kareem con su regia presencia en las zonas. Magic, por cierto, aprendió de su pívot y perfeccionó su versión del gancho del cielo, un Baby Hook con el que silenció el Garden en las míticas Finales de 1987.
HAKEEM OLAJUWON – THE DREAM SHAKE
El maravilloso pívot de Lagos que ganó dos anillos durante la primera retirada de Michael Jordan (1994 y 1995) y fue 12 veces all star, MVP de Regular Season y dos veces de las Finales, en sus dos títulos. Hakeem Olajuwon es uno de los mejores interiores de la historia, verdaderamente tan bueno como cualquiera con el que se le quiera comparar. O casi. Por físico, inteligencia, una capacidad defensiva a la altura de los más grandes de siempre y un tremendo talento para producir en ataque. Con una fuerza física dominante, su juego estaba más basada en el cerebro y la habilidad. El testamento de un jugador único.
Hakeem, apodado The Dream, tenía seguramente el mejor juego de pies de la historia, desde luego entre jugadores interiores. Un púgil con alma de bailarín, sus jugadas al poste eran de una brillantez maravillosa, y parecen ahora el testamento de un baloncesto que se fue, el de los pívots dominantes y el juego cerca del aro. El Dream Shake solía comenzar con Hakeem recibiendo al poste con su enorme mano derecha, fintando con un hombro y girándose sobre el pie contrario. En cuanto ganaba espacio para lanzar en suspensión, su defensor estaba roto: podía tirar, pasar o amagar para volver a fintar y acabar la jugada en el aro, con finalizaciones de clase o fuerza. Un baile de pies y engaños, el Dream Shake, que lo elevó a la altura de los más grandes.
SHAQUILLE O’NEAL – BLACK TORNADO
Un 2,16 de 150 kilos que dominó la NBA a su antojo en sus años de esplendor y que no alargó su reinado porque no tuvo el hambre y la determinación de otros jugadores de leyenda, Shaquille O'Neal hizo cosas increíbles en Orlando Magic y sobre todo en los Lakers (tres anillos y tres MVP de Finales en el threepeat 2000-02) antes de cerrar su etapa dorada con un último título, en los Heat de Dwyane Wade. La opinión mayoritaria no suele alejarse de esto: ha habido pívots mejores, con carreras más ilustres y eras de dominación de la Liga más largas. Pero, en su pico, es difícil encontrar uno con más autoridad y poder que Shaq.
Pese a su enorme tamaño, una montaña en el cuerpo de un hombre, Shaquille fue mucho más que físico. Acompañaba a esa fuerza que descuadernaba a las defensas con inteligencia para colocarse, instinto para buscar los mejores ángulos de ataque y movimientos básicos pero ultra efectivos. Sus reversos en la zona, lanzando rivales por todas partes y acabando en furiosos mates, recibieron el nombre de Black Tornado. Su drop step, un paso hacia la canasta de espaldas al defensor, era de una eficacia descomunal por su despliegue físico, un reto que superaba a cualquier defensor, y la rapidez con la que ejecutaba los movimientos cuando entraba realmente en acción.