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MINNESOTA TIMBERWOLVES

Anthony Edwards: la ilusión nunca se pierde en Minnesota

El número uno del pasado Draft firmó, frente a los Lakers, su mejor actuación del curso. Va a más, marida con Towns y Wade se rinde a su talento: "Puede ser mejor que yo".

Feb 16, 2021; Minneapolis, Minnesota, USA; Minnesota Timberwolves forward Anthony Edwards (1) drives to the basket against the Los Angeles Lakers in the first half at Target Center. Mandatory Credit: Jesse Johnson-USA TODAY Sports
Jesse JohnsonUSA TODAY Sports

En Minnesota, la temporada está siendo tremendamente espinosa. La franquicia dirigida por Ryan Saunders, que arrancó el curso renovando ilusiones, ocupa la última plaza del Oeste. Un arañazo más sangriento si se tiene en cuenta que, en conjunto, ostenta el peor récord de la liga (7-21). Nada está saliendo según lo previsto, si es que en la NBA se puede prever algo. Y eso que el inicio era acorde con lo soñado: dos victorias en dos partidos. La primera, contra unos Pistons que, a día de hoy, son su homólogo en el Este; la segunda, contra unos Utah que, primeros en el Oeste y con el mejor baremo de resultados, son su polo opuesto. Un juego de extremos que, visto ahora, es tan desconcertante como cruel. Con su actual situación, los Wolves no hacen otra cosa que ahondar en una herida que acumula, y acumula, puntos de sutura: si se llegaba a la temporada con el peor récord agregado de la competición desde 2007, imagínense ahora... De nuevo, la esperanza se queda en esperanza; aunque, más o menos ingenuamente (el tiempo lo dirá), la ilusión no se pierde. 

Siempre hay algo a lo que aferrarse, dicen, y en Minnesota se busca constantemente. Karl-Anthony Towns está ahí (de nuevo) y, poco a poco, se va sumando su medio tocayo: Anthony Edwards. "Mantengo el ánimo de la gente. Siento que soy la vida del equipo", dijo anoche el rookie, tras la peleada derrota frente a los Lakers (105-112). Edwards, número uno del pasado Draft, empieza a hacer honor a su posición. Con LaMelo Ball copando, merecidamente, todos los focos, su nombre ha sido condenado a una sombra peculiar: se sabe que está ahí, se sabe que va haciendo números, pero queda lejos de ser, claramente, el estandarte de una camada, ya de por sí, castigada. En la última actualización de la carrera por el mejor novato del año, de hoy mismo, ocupa la segunda posición, por detrás de, obviamente, LaMelo, y tras adelantar a Tyrese Haliburton y su ritmo de veterano metrónomo. Una escalada constante (en la anterior actualización, tercero, había adelantado a James Wiseman), con un último escalón que se atisba muy alto, visto aún más gigante desde el pozo del Oeste, pero cada vez más accesible.

De suplente a cautivar a Dwyane Wade

"Tuve la oportunidad de conocer a Anthony Edwards cuando estaba en el tercer año de instituto. Me senté y vi una sesión de vídeo con él y el entrenador (Tom) Crean en Georgia. Fue genial compartir eso con él, en ese momento comprendí que podía mejorar mucho. A partir de ahí, verlo evolucionar en la universidad y ahora en la NBA es genial. Es un gran chico y, definitivamente, creo que puede ser un mejor jugador que yo", aseguraba anoche, Dwyane Wade, en la TNT. Un halago, poco común procediendo de la vieja guardia, que sorprendió a todos los presentes. "¿En serio?", reaccionaron de inmediato. "Sí, de verdad, tiene el talento y todas las herramientas para serlo. Pones un listón para que se pueda superar. Creo que lo puede hacer y espero que lo haga. Espero que se convierta en un jugador mucho mejor que yo", sentenció el tres veces campeón de la NBA, 13 veces All Star y MVP de las Finales (2006).

Anthony Edwards, tras ser suplente en los 17 primeros partidos de la temporada, ha catalizado su progresión. En dichos encuentros, se quedó en unos promedios de 13 puntos, 2,8 rebotes y 1,6 asistencias; en los últimos seis está en un 20+6+4. Ha pasado de hormiga, apodo por el que se le conoce, a hormiga atómica y, seguramente, eso es lo que ha empujado a Wade a tales aseveraciones. Dwyane, en su primera temporada en Miami, terminó con un 16,2+4+4,5, siendo ésta una comparación anecdótica, indicativa de absolutamente nada, pero que casa con el contexto. Eso sí, para Edwards, y como para tantos otros baloncestistas, Wade es un espejo en el que anhela poder mirarse algún día: "Es uno de los mejores escoltas de siempre, si algún día pudiera imitarlo...", dijo en una ocasión.

Frente a los Lakers, el rookie certificó unas sensaciones que ya se iban haciendo tangibles, como siempre, magnificadas cuando se materializan bajo la mirada de LeBron, bajo el dictamen del rey. Con 28 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias, firmó su mejor actuación de la temporada, siendo, según StatMuse, el segundo novato de la franquicia en conseguir, como mínimo, un 25+5+5 y más de 5 triples, junto a Wally Szczerbiak. Pero no es casualidad. Desde que entró en el quinteto titular, Saunders le prometió más tiempo de balón y más tiros, y los está teniendo. Ahora, además, con la lesión de D'Angelo Russell (baja entre cuarto y seis semanas) y su respuesta, nada hace pensar que la situación vaya a cambiar.

Su explosión, para avivar aún más el fuego, viene acompañada de la vuelta de Karl-Anthony Towns. Con el jugador franquicia, que sólo ha podido pisar la pista en ocho ocasiones esta temporada, el equipo pasa de ganar el 20% de los partidos a, casi, el 40%. Y los Anthonys se entienden: con Towns en pista, el porcentaje de acierto de Edwards desde la corta distancia pasa del 44,4% al 75,7%. El pívot, caracterizado por su gran versatilidad, deja el carril central libre para las penetraciones del escolta, generando el espacio, protegiéndole y, al mismo tiempo, ofreciendo la alternativa inmediata o desde el perímetro. Junto a ellos, Ricky Rubio también va a más: tras un inicio más que oscuro, en el que aseguró que había "perdido su juego", se va reencontrando. En los dos últimos partidos, promedia 14,5 puntos y 6,5 asistencias; pero, sobre todo, se le ve más feliz. Frente a los Lakers, intercambió varias sonrisas con el propio Edwards, a quien, además, alecciona cuando es debido. Muecas para una esperanza que, de una forma u otra, y por veces que sea negada, nunca se termina de perder del todo por Minnesota.