"Voy a hacer mi trabajo": Barkley, Shaq, la opinión pública y la NBA
En un mundo como la NBA, dominado por Twitter y la televisión, los anáisis realizados por estrellas retiradas han abierto un debate y han enfurecido a los jugadores.
Todo tiempo pasado fue mejor. Parece ser el lema de las estrellas retiradas, esas que recuerdan con añoranza sus días de gloria mientras se dedican a criticar el baloncesto actual... y a sus referentes. Parece la dinámica actual dentro de un aparato mediático y televisivo que ha hecho evidente un juicio constante hacia un deporte que vive del presente casi tan bien como de su pasado, pero que se enfrenta, continuamente, a un análisis continuo que intenta desmerecer los tiempos actuales, con la era de los triples en pleno auge, jugadores jóvenes que intentan ver la luz y leyendas consolidadas que también son comparadas, día sí y día también, con las que hubo hace 20, 30, 40 ó 50 años atrás. El auge de las redes sociales, en especial de Twitter, ha permitido que todo el mundo de una opinión, no siempre formada, de la mejor Liga del mundo. Y la televisión, esa caja tonta, es un juez inmisericorde que tapa los espectaculares análisis baloncestísticos (que los hay) de grandes periodistas (que también los hay) y reduce el debate a comentarios jocosos e hirientes que copan portadas y monopolizan una NBA que es mucho más grande que, en este caso, Charles Barkley y Shaquille O'Neal.
La marejada viene de lejos, pero explotó de nuevo con una polémica entrevista a Donovan Mitchell después de que los Jazz ganaran a los Pelicans y Shaq cuestionara su estatus de estrella al jugador franquicia de Utah. En ese partido, Mitchell finalizó con 36 puntos (6 de 8 en triples), 7 rebotes y 5 asistencias, y tuvo que soportar la socarrona burla del hoy analista de la TNT, algo que hizo con mucha más clase que el entrevistador. Con 24 años, el número 13 del draft de 2017 ha sido ya All Star (el año pasado), promedia en la NBA casi 23 puntos, la temporada pasada se fue a 24 con más de 4 asistencias de media y en la actual se mueve en 23,4 y 4,9. Ah, y en los pasados playoffs, en una espectacular serie ante Denver, promedió 36,3 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias con un 51% en triples. Y eso sí obviamos que en su año rookie, anotó 38 puntos en el sexto partido de la primera ronda ante los Thunder (los de Westbrook, Paul George y Carmelo), con números de estrella en la serie (28,5+7,2) y siendo el líder de una victoria en la serie tan inopinada como merecida.
Shaq, después de semejante exhibición, le dijo en directo (sí, en directo), que no tenía “lo que se necesita para pasar al siguiente nivel”. Mitchell, impertérrito, contestó que llevaba escuchando eso desde que llegó como rookie a la NBA. Y el debate estalló, con los jugadores saltando contra Shaq y Barkley, LeBron apoyando a Mitchel y Durant, que ya tuvo un altercado con Barkley a inicios de temporada, dijo eso de que no sabía por qué se le seguía preguntando "a ese idiota", que ya dijo que los jugadores tenían que vacunarse los primeros del coronavirus, una pandemia de la que también se ha dedicado a opinar como si de un médico se tratase (con O'Neal, claro), vaticinando que la temporada se iba a tener que parar de la misma manera que, hace unos meses, decía que concluir el curso baloncestístico 2019-20 era imposible. Algo que, ya se sabe, se acabó haciendo, burbuja mediante.
¿Estrellas retiradas o auge de redes?
Hay un debate dentro del debate, que emerge cuando hablamos de este tema. ¿Realmente esto corresponde a las reivindicaciones de las estrellas retiradas, o está relacionado con el auge de las redes sociales y la importancia de la televisión en la sociedad? La globalización de la NBA ha provocado que el baloncesto norteamericano llegue a todos los sitios del mundo, que el mercado se expanda y que los amistosos en Europa o los partidos oficiales en París sean un plan que la Liga ya empezó a llevar a cabo con David Stern y continúa haciendo con Adam Silver. Y, sin embargo, ni siquiera el actual comisionado, que resolvió de una forma magistral el escándalo de los comentarios racistas del tacaño Donald Sterling, ha conseguido acallar el libre albedrío y la libertad de expresión del que hacen gala Shaq y Barkley (que no son los únicos, ojo). Es más, la NBA ha bebido de este tema durante algún tiempo y lo ha alentado en privado, beneficiándose de él y sacando tajada de un panorama mediático que le hace estar siempre presente en el mundo del deporte y de las redes, aunque a veces sea de un modo moralmente reprobable. Y sin hacer nunca pública la connivencia que ha tenido, en determinados momentos, con algo que deja en mal lugar a la Liga en ciertos aspectos pero le beneficia en otros. Poderoso caballero es don dinero.
El problema para la propia NBA, es que los titulares los acaparen las opiniones de analistas que ejercen más de showman, como han demostrado en más de una ocasión, con concursos de triples improvisados en el plató de televisión o competiciones bastante bochornosas. No hace mucho que, en su programa, a Barkley le pusieron imágenes de jugadores de perfil bajo que han cambiado de equipo y le hacían un test para ver si sabía dónde jugaban. Cada fallo, que no era sino una muestra manifiesta de desinterés por la actualidad de una competición de la que es comentarista, provocaba risas y se jaleaba con sorna. El espectáculo es parte de una competición que vive de él, pero no es lo mismo tener a Shaquille con una cámara durante un Concurso de Mates o poner caras de asombro al estilo Dikembe Mutombo, que reprochar directamente a los jugadores, en pleno directo, el hecho de que no sean estrellas.
Ahí es donde hay que medir algo muy difícil de gestionar, pero clave para el desarrollo propio de la NBA, que no sale nada beneficiada de estas escenas. Pero, si bien el auge de las redes y la televisión han provocado que haya más visión para semejantes actos, parece que el comportamiento de las estrellas retiradas ha empeorado en este aspecto. La retroalimentación es obvia: cuántos más medios tienen para decir lo que piensan, más lo dicen. De nada nos vale hablar del tema en privado, si lo que quieren es que haya una repercusión y que la gente reaccione a lo que decimos. Y, al haberse visto en medio del auge de la tecnología, ha crecido una manera de autoreivindicación antes inexistente. La ecuación es clara: Jerry West o Bill Russell no entran (y si lo hacen es de manera muy distinta), a los debates sobre quién es el mejor jugador de la historia o si sus equipos ganarían a los de la actualidad. Magic Johnson aseguraba en privado a Michael Jordan, en un hotel alejado de la villa olímpica (cada uno tiene sus privilegios) durante los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, que sus Lakers, en pleno auge, eran mejores que los Bulls... pero nunca despreció, ni en esas charlas ni en público, a los equipos que han ganado el anillo después de él. Ni que decir de Larry Bird, más taimado, pausado y relajado, totalmente ajeno a este tipo de discusiones, que poco o nada le interesan.
Sin embargo, este síntoma se ha multiplicado en las últimas fechas, y tuvo una especial repercusión con la famosa The Decission, con la que LeBron James cambiaba a los Cavs por los Heat y se convertía en el hombre más odiado del planeta. Barkley, que ha sido entrevistado por The Athletic en relación a todo lo ocurrido, ha defendido sus críticas a LeBron entonces, asegurando que incluso la estrella le dio la razón cuando ganó con los Cavs, el único anillo válido hasta entonces para el analista. Antes, el antiguo ala-pívot ya había tenido algunos comentarios polémicos, sobre todo en lo referente a Kobe Bryant, al que acusó de "desconectarse" durante el séptimo partido de la primera ronda del Oeste ante los Suns, en 2006. Kobe intentó solo tres tiros en toda la segunda mitad, una vergüenza para un Barkley que aseguró que esa actuación "le perseguiría durante toda su carrera". El comentarista de la TNT aseguró además que Phil Jackson le dio la razón entonces y, sin embargo, el Maestro Zen reveló en su libro Once anillos que le pidió a la Mamba Negra volver al plan original, que era pasar el balón para Lamar Odom y Kwame Brown cuando recibiera una doble defensa (que era siempre) y que les había llevado a una ventaja de 3-1 en la eliminatoria. Lo que trascendió entonces fueron los comentarios de Barkley; pero, todo hay que decirlo, no se juzga precisamente a Bryant por ese partido. En el sexto, por cierto, anotó 50 puntos (con 8 rebotes y 5 asistencias), el máximo de su carrera en playoffs. Y los Lakers perdieron igualmente.
De 2010 a la actualidad: el poder de la opinión pública
Hay un antes y un después de LeBron. Como ya hemos mencionado, todo cambió a partir de entonces, y el debate tuitero se empobreció en demasía mientras la opinión pública se hacía voluble y correspondía, enteramente, al pueblo llano. De repente, la verdad absoluta, imposible de conocer, era la que más gente defendiera, y los análisis profundos o las matemáticas fueron sustituidos, en líneas generales, por argumentos pobres motivados por un aficionado muy consecuente con sus amores y, sobre todo, con sus odios. Y ojo, sigue habiendo fantásticos análisis, artículos y reportajes que hablan de baloncesto. El problema es (y parece irresoluble) que valgan más las discusiones con los usuarios que los detalles técnicos o los argumentos claramente demostrables. Y, de nuevo, la televisión y las redes sociales tuvieron un papel fundamental en este aspecto, dando voz a todo el mundo y envalentonando un show inherente a la NBA, pero que ha mostrado su cara más amarga con Shaq y Barkley al frente. Algo que les empobrece a la hora de competir con otros mercados como la NFL, la NHL y compañía.
El ejemplo de LeBron fue el primero de una década ignominiosa en ese sentido, con jugadores cuestionados permanentemente y Shaq y Barkley al frente de muchas polémicas irresolubles. LeBron, de hecho, convertido hoy en una figura sin la cual es imposible entender la NBA, ha conseguido voltear la opinión pública, ese lugar en el que se ganan las batallas que deciden las guerras. Ese sitio en el que se marca cuál es la verdad. Y quizá, el mayor mérito del alero consiste en ser hoy quién es y haber escapado de la vitola del odio que generó su primera salida de Ohio; sin embargo, esa salida dio poder al aficionado para generar una crítica constante y juzgar los traspasos futuros, según conviniera en cada momento. Así, Kevin Durant fue criticado tras su salida de los Thunder, Paul George (en menor medida) de la de Indiana y, más recientemente, a Harden le han caído palos tras forzar su traspaso a los Nets. Y los anillos que valen, para Barkley, son los que él dice: Durant (uno de los más críticos con el analista) no será un ganador hasta que no gane fuera de los Warriors, LeBron no lo fue hasta llevar el anillo prometido a Cleveland y Harden y compañía, que además naufragan en playoffs, directamente no lo son.
Jordan se ha apuntado también a un debate que suele zanjar con frases muy directas. Hace poco, le preguntaron si ganaría a los Lakers actuales, y aseguró que su equipo lo haría con dificultades... ya que algunos pasaban de los 60 años. Eso sí, en términos más ceremoniosos, His Airness huye de la polémica y señala que, por ejemplo, Bill Russell tiene 11 anillos. ¿Cómo medimos eso? Kobe siempre fue reacio a estos temas, sobre todo una vez retirado: "No me involucro en debates que no puedo ganar". Olajuwon reivindica a sus Rockets, pero no comparándolos con equipos presentes, sino hablando de sus posibilidades contra los Bulls en el pasado. Y hay de todo, claro, como Paul Pierce soltando bravuconadas constantes ("tengo mejor carrera que Wade") o Barkley (siempre Barkley), que en su entrevista en The Athletic, ha aludido a los números en rebotes y asistencias de Donovan Mitchell para justificar sus palabras. "Los jugadores tienen que encontrar varias maneras para ganar", aseguraba, en una frase de difícil comprensión. En la actualidad, gente como Draymond Green ha tenido alguna subida de tono y es habitual ver comportamientos distintos, más o menos criticables, como el silencio de Kyrie o el empoderamiento del jugador, difícil de entender para las estrellas de hace 20 años. Pero en general, los jugadores coinciden en que, en definitiva, Shaq y Barkley estarían mejor con la boca cerrada.
En tiempos de baloncesto moderno, la deriva tomada por la propia globalización ha provocado que estos asuntos sean la comidilla en las redes. Y, por desgracia, no es anecdótico: son muy recurrentes las críticas a la cobertura televisiva de la NBA, en la que es habitual ver a veteranos ilustres (Barkley y Shaq a la cabeza…), importantes (Reggie Miller, Kenny Smith...) y no tan ilustres (Kendrick Perkins) criticar a jugadores y equipos, desmerecer los logros actuales y ensalzar jugadores y estilos pasados. Un espíritu que da mucha bola al debate en redes y los chispazos virales pero que no hace bien al producto NBA, que no tiene la cobertura de, por ejemplo, una NFL donde cualquier partido se asume con mucha más ceremonia y trascendencia. Y más allá de que Shaq tenga razones para quejarse de todo, o que Barkley no las tenga (jamás ganó un anillo y tan sólo llegó a unas Finales, con los Suns en 1993), es el propio valor del deporte lo que queda en entredicho que comportamientos que dejan mal a la NBA y que inician una guerra interna con gente que está (o debería estar), en el mismo bando. Y todo esto, acaba provocando que la verdad dependa de la opinión pública y no se genera un análisis crítico de la propia verdad. Ni el presente es mejor que el pasado, ni el pasado es mejor que el futuro. Cada era ha significado algo y ha tenido sus propios referentes. Por mucho que Shaq y Barkley se empeñen en convencernos de lo contrario.