Ni D'Angelo ni Edwards ni Ricky: los Wolves, el eterno desastre
Los Wolves empezaron bien, pero se han hundido sin Towns. Con el peor net rating de toda la NBA, no mejoran su pasado más reciente y tienen un futuro plagado de dudas.
Sin levantar cabeza desde 2004. Es el tiempo que llevan los Timberwolves sufriendo una crisis que no para de eternizarse y de la que han amenazado con salir, sin suerte, en varias ocasiones. Ni los últimos años de Kevin Garnett, su único gran héroe, en la franquicia dieron acceso a los playoffs a una franquicia que solo los ha disputado una vez en los últimos 17 años. Ahí queda, casi en el olvido, la primera ronda a la que accedieron con Jimmy Butler como estrella peleada con esos jóvenes que siguen danzando por la mejor Liga del mundo (Towns en Minnesota y Wiggins ahora en los Warriors). Lo hicieron en 2018, clasificándose para la fase final en el último partido de la regular season, disputado ante unos emergentes Nuggets que tienen hoy el proyecto consolidado pero que cayeron entonces con un equipo que les superó de forma efímera y que se ha hundido neta y completamente tras esa temporada, la única con récord positivo en todo este tiempo. Tom Thibodeau hizo lo que pudo para arañar 47 victorias y meter a los Wolves de regreso a las eliminatorias por el título, una aventura que fue increíblemente breve (4-1 en primera ronda ante los Rockets) y que sirvió como preludio al desastre de la única plantilla que se ha mostrado competitiva en casi dos décadas.
Meses después de aquel cuestionable éxito, Butler salía de la franquicia notablemente enfadado con Wiggins y Towns; lo mismo hizo Thibodeau meses después. El escolta aterrizó en los Sixers y se encuentra hoy en unos Heat que disputaron las Finales hace unos meses. Y el técnico, en la Gran Manzana, donde está llevando a los Knicks a cotas que parecían inimaginables (ya veremos cómo acaba eso) hace unos meses y demostrando que es mejor entrenador de lo que él mismo se ha empeñado en demostrar. Los Wolves, mientras tanto, han visto cómo su último proyecto se diluía ligeramente antes de recuperarse en un mercado que ha tenido de todo e intentar el asalto a una última oportunidad que tuvo un inicio esperanzador pero ha tornado en un desastre manifiesto. Antes de eso, los Wolves, una de las últimas franquicias en llegar a la NBA (lo hizo en 1989), se intentaron recuperar de la salida de Garnett con Kevin Love, Rick Adelman y compañía, pero las lesiones y la juventud del proyecto acabaron con las esperanzas de un equipo cuyo techo estuvo en las 40 victorias logradas en la 2013-14, el segundo mejor balance desde que en 2004 y con Garnett a la cabeza, alcanzaran las finales del Oeste ante los Lakers. Con Sam Cassell, Latrell Sprewell y compañía. Y Flip Saunders en el banquillo, claro.
La llegada de Ryan, hijo de Flip, en sustitución de Thibodeau, daba un soplo de aire fresco con una cara conocida, pero los Wolves siguen sin dar con la tecla. El técnico, un buen tío muy joven, tiene un apellido grande y un currículum pequeño, y se le acaba el crédito en el inicio de su tercera temporada como entrenador, la segunda en la que está desde el inicio. Las esperanzas estaban puestas en una plantilla que tiene mimbres y es prometedora, pero que ha acusado mucho la baja de Towns y se hunde en una Conferencia Oeste en la que cada victoria cuenta. El cambio entre Wiggins por D'Angelo Russell al final del curso pasado se las prometía, y la gente, coronavirus mediante, dejó pasar una (muy) mala temporada (19-45) con la esperanza puesta en una plantilla que acabó bien y que tenía, a inicios de este curso, a Towns, Russell, un prometedor Jarrett Culver, otro como Malik Beasley y el número 1 del draft, Anthony Edwards. Además de gente como Juancho Hernangómez que hizo un final de curso tremendo, y algún veterano de lujo como Ricky Rubio (con 30 años es el segundo más mayor del equipo junto a Ed Davis), que volvía a casa tras salir en 2017 rumbo a Utah.
Fatal presente e incierto futuro
Sin embargo, las cosas no están saliendo como se esperaba. Y si bien queda mucho camino por delante y Towns tiene que volver de la lesión de su mano izquierda, la que le dejó fuera de circulación con solo dos partidos disputados, las sensaciones son pésimas en Minnesota y la crisis, esa que es inherente a la franquicia desde 2004, se acentúa. Nada funciona en la plantilla, que tiene una irregularidad dentro de los partidos bastante obvia. Y el récord de 2-6 (las seis derrotas han sido consecutivas), les deja con el peor balance de todo el Oeste junto a los Grizzlies, con los que comparten la vitola de farolillo rojo. Por delante, Kings, Spurs, Nuggets, Blazers, Mavericks... una ristra de rivales que, en mayor o menor medida, se juegan un puesto en playoffs con unos Wolves que han elegido el peor momento para tener la mejor plantilla. Pero que, y esto es lo peor, no están haciendo gala de la misma y aparentan ser un equipo que supone una victoria fácil para sus rivales, que suman ante ellos casi sin quererlo y siempre gracias a un demérito generado por un cuarto infame o un parcial ridículo en el que, simplemente, se olvidan de jugar al baloncesto y desaparecen del mapa.
Los Wolves reciben 121,9 puntos por partido (con un rating defensivo de 118,5, el más bajo de siempre en la historia de la franquicia), la peor defensa de toda la Conferencia Oeste y la segunda peor de la NBA, solo superada por esos Wizards que si no se combinan con sus rivales para anotar más de 250 tantos en cada partido no se quedan contentos. Sin embargo, los Wizards, que para esto anotan 120,8 por encuentro, contrastan con unos rivales que se quedan en 108,8, el quinto pero ataque del Oeste. Los cuatro rivales que anotan menos que Minnesota (Jazz, Pelicans, Grizzlies y Thunder) tienen mejor récord que ellos excepto Memphis, el cuál es idéntico. Y todos reciben menos de 111 puntos por choque. La defensa está siendo un auténtico coladero para un equipo en el que nadie da un esfuerzo real, pero tampoco el ataque está siendo nada del otro mundo, con momentos de los partidos en los que los porcentajes se resienten en demasía y pasan de ser muy normales a explotar negativamente, provocando páramos ofensivos que, unidos a una deprimente defensa, acaban sentenciando los partidos. Siempre, claro, en su contra.
Para rizar más el rizo, los Wolves son el tercer equipo que más tiros de campo intenta, pero lo hace con unos porcentajes pésimos (44%, el peor sexto pero de la Liga), además de ser los segundos con peor porcentaje en triples, apenas un 31,9%. La solidez reboteadora se ha perdido en defensa, y a pesar de ser los segundos con mejor promedio de rebotes ofensivos, son los peores en ese otro lado de la pista en el que nadie está ni quiere estar. Y el juego colaborativo brilla por su ausencia, siendo los décimos que menos asistencias reparten y con gente como D'Angelo asumiendo demasiado (20 puntos por partido), pero repartiendo poco el balón (5 asistencias) y perdiéndolo 3,5 veces por choque. De hecho, su media de pases que acaban en canasta es la mayor de todo el equipo, lo que deja en mal lugar a alguien como Ryan Saunders, que utiliza muy poco a su mejor distribuidor, Ricky, que ha pasado de disputar 31 minutos por partido con los Suns a tan solo 23 este año, el peor número de su carrera. Sus estadísticas, claro, lo reflejan: 6,1 puntos y 4,9 asistencias, las más bajas desde que llegó a la NBA, allá por 2011.
En definitiva, los Wolves no están ni se les espera. Anthony Edwards está en 15,4 puntos por partido (con muy malos porcentajes) y tiene mimbres, pero pocos para un número 1 de un draft ya de por sí bastante flojo. Juancho empezó mal, pero en los dos últimos duelos se ha ido a 25 y 12 puntos. D'Angelo no es lo que prometía ser y tiene números vacíos, además de combinar momentos brillantes con otros en los que pone en evidencia sus defectos, sobre todo en defensa. Beasley está en 17,6 puntos y no es el problema, pero tampoco la solución; Culver no consigue ver la luz y la ausencia de un creador de juego real más allá de un Ricky que juega poco y cuando no tiene que hacerlo es obvia. Las cosas mejorarán cuando llegue Towns (19+11,5+5 en sus dos partidos disputados), pero no parece que lo suficiente como para alcanzar unos playoffs que, esta vez sí, están más caros que nunca. Y para redondear, el net rating, de -12,8 es el peor de la Liga y el único que llega a los dos dígitos en lo negativo. En definitiva: la crisis de los Wolves es, oficialmente, pantagruélica. Y las soluciones no se vislumbran. La ciudad de Minnesota tiene temperaturas tan bajas como posibilidades (aparentemente) de ver la luz. En otras palabras: problemas. Muchos problemas.