NBA

Balón al aire: una NBA sin positivos, ante su mayor desafío

La NBA, que no registró ningún positivo tras las últimas pruebas, se enfrenta a su propia historia en el año más dificil de siempre. Disney dictará sentencia.

ETHAN MILLERAFP

Jamás la NBA, en 74 de historia, se ha enfrentado a un desafió semejante. En consonancia al momento que vive la totalidad del planeta, desconocido tanto para el pueblo llano, como para esas estrellas de la mejor Liga del mundo (y de cualquier otra), la competición norteamericana echa el balón al aire 133 días después de que Rudy Gobert diera positivo por coronavirus y el mundo se detuviera. Al menos, en lo que se refiere al baloncesto estadounidense, que ha tonteado con la cancelación y las numerosas voces que abogaban por la misma y ha tenido que superar, después, una crisis consecuencia de la muerte de un George Floyd que ha tenido una repercusión a nivel nacional en la que se ha pedido incluso (Kyrie Irving y compañía) que no se reanude nada.

A todo y a todos se ha tenido que imponer la NBA, con Adam Silver enfrentándose a lo que nunca tuvo que hacer David Stern, lockouts incluidos, en solo su séptimo año de mandato. El directivo y el sindicato de jugadores buscaron una solución que se postergó hasta finales de mayo, con fechas aproximadas y un método de competición absolutamente inédito, que incluirá a 22 equipos, un torneo play-in en el Oeste (si todo va normal) y una sede única que, tras pasar de Las Vegas, ha sido Orlando. Será el complejo de Disney el que acogerá la conclusión de una competición que tendrá su primer partido oficial el próximo día 30, con un Pelicans-Jazz que abrirá las hostilidades y, cómo no, un Lakers-Clippers, la joya de la corona de una Liga que sabe que hay muchas posibilidades de que el título este año acabe en la ciudad de Los Ángeles. Ya sea en el glamour de los de púrpura y oro o en su nueva némesis, ese hermano ya no tan malo que lucha por hacer historia dentro de una temporada ya de por sí histórica.

El complejo de Disney ha disparado unas dudas iniciales disipadas en los últimos días. Encontrarse en Florida, uno de los estados más perjudicados por el coronavirus de Estados Unidos y cuya curva de contagios es inversamente proporcional a, por ejemplo, Nueva York (donde siguen bajando los casos), disparaba las alarmas. El irrisorio confinamiento vivido en el país que gobierna el muy criticado por la NBA Donald Trump, no ha sido suficiente y la burbuja se encuentra en uno de los lugares más afectados por la pandemia. Sin embargo, el complejo parece ser útil para aislar a los jugadores del virus, y en la última tanda de pruebas ha habido cero positivos. Una noticia asombrosa si tenemos en cuenta que ya se han incorporado todos los jugadores que lo dieron antes de ir a la burbuja (Jokic, Westbrook) y que los 346 que van a disputar lo que queda de temporada se encuentran en el complejo.

Con todas las variantes que esconde el coronavirus, será un final de temporada en el que el miedo a un posible contagio que lo tire todo por la borda estará siempre presente. Eso sí, la NBA ya ha demostrado que irá hasta el final en su decisión y que la llevará hasta las últimas consecuencias. También será un final de curso lleno de nostalgia y reivindicaciones. Lo primero, por las ausencias de David Stern, Kobe Bryant o Jerry Sloan, personajes baloncestísticos que nos han dejado y que tendrán, en el caso del mítico entrenador de los Jazz, su merecido homenaje. Y lo segundo, por la muerte de un George Floyd que ha causado un revuelo tremendo y muchas manifestaciones por la causa y a la que muchos rendirán honores, aunque las ideas sobre cómo hacerlo hayan causado, como todo en estos últimos meses, cierta división.

Ni los lockouts vividos, las temporadas acortadas o el caso Sterling, uno de los problemas recientes en cuya gestión se forjó en parte la reputación de Adam Silver, han supuesto un desafío tan grande como el que la NBA tiene enfrente en estos momentos. Toda la gestión procedente de la crisis, la situación del país por la muerte de George Floyd y la división interna de la propia Liga, con voces contrarias y a favor de la continuidad y la cancelación, ha provocado que lo vivido en los últimos meses no tenga precedentes en la historia de la Liga. Jamás la NBA, desde su creación en 1946, ha tenido que enfrentarse a un año como éste, en el que se han juntado problemas que se escapan del control de todos (el coronavirus), con otros que ya hace tiempo que deberían estar controlados (George Floyd y todo lo que ello supone). En 74 años de vida, la mejor Liga del mundo se encuentra ante la posibilidad de reivindicación o, en el peor de los casos (que nadie imagina ni desea), acabar, por primera vez, sin el nombre de una franquicia al lado de ese anillo tan difícil de conseguir y éste año, para el que hable de asteriscos, más todavía.

La NBA vuelve en el año más difícil de su historia. Ese en el que se han perdido personalidades únicas, y en el que una pandemia mundial ha amenazado con dejar, por primera vez, a la competición sin ganador. Y para saber el de esta temporada tendremos que esperar más de dos meses, un proceso en el que podremos vivir nuevos positivos (y la gestión de los mismos) y en el que la Liga, que ha demostrado que irá hasta el final, se juega su reputación y casi su propia supervivencia, con convenios colectivos futuros en juego, mucho dinero y un límite salarial que ya va a bajar pero cuya caída puede ser mayor todavbía. Sin público, sin ideas de lo que pasará la próxima temporada (fechas, público...) y con mucho miedo al coronavirus, la NBA ha vuelto. El resto, ya lo veremos.

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