NCAA | MARCH MADNESS

Sabrina Ionescu: "¿Que me mandan a cocinar? Bueno, estoy sirviendo triples-dobles..."

Hija de inmigrantes rumanos, la base de Oregon Ducks ha batido el récord absoluto de triples-dobles en la NCAA y apunta a 1 del 'draft'.

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Sabrina Ionescu

"¿Que me mandan a cocinar en los comentarios de las noticias? Bueno, últimamente he servido bastante triples-dobles...". El último, en segunda ronda del March Madness femenino, en la paliza de sus Ducks de Oregon a Indiana (91-68). Acabó con 29 puntos, 10 rebotes y 12 asistencias. Y como le faltaba un rebote para lograrlo, a dos minutos del final falló un triple a propósito y corrió para hacerse con el rechace. Era un capricho personal para Sabrina Ionescu, la firmante de ese irónico recado a los que vomitan sus prejuicios desde los teclados. Y era el segundo triple-doble en torneo de la NCAA con 29 puntos, un récord que ya comparte nada menos que con Dwyane Wade, y el número 18 de su trayectoria, en la que ha pulverizado el total absoluto del baloncesto universitario, en categorías masculina y femenina, que estaba en los 12 que sumó Kyle Collinsworth, que ahora juega en el equipo de los Raptors en la G-League (Raptors 905).

Collinsworth llegó a 12 después de cuatro años y 140 partidos en la NCAA (BYU). Ionescu lo ha hecho en tres temporadas. Ahora aspira al título con Oregon, segunda por su lado del cuadro y con un equipazo en el que es importante la canaria Maite Cazorla, antes de lo que puede ser un salto sonado a la WNBA. Será elegible para el próximo draft porque cumple 22 años el 6 de diciembre (nació en 1997). Y apunta al número 1, aunque lo normal en el baloncesto femenino es que se completen los cuatro años de ciclo universitario. Pero Sabrina Ionescu no es normal: con promedios de 20 puntos, 7 rebotes, 8 asistencias y un 44% en triples, sus Ducks están 31-4 en la temporada y ella arrasó en las redes sociales cuando le dió el toque a la mismísima ESPN: "Igual no se reconoce lo que estoy logrando porque en ESPN cuesta que se reconozca a las jugadoras de baloncesto femenino".

En los dos últimos años ha sido elegida Mejor Jugadora de su Conferencia, la PAC-12, y ya tiene en el currículum el premio Nancy Lieberman a la base del año (2018), el de USA Today a la Jugadora del Año y el MVP del McDonald All American Game. También tiene un Mundial Sub-17 con Estados Unidos, país al que además representó en el último Campeonato del Mundo de 3x3. Está literalmente en todas partes, también en la pista. Y esa es la clave de su juego, sin un físico imponente y solo 180 centímetros de altura: la inteligencia (IQ), la capacidad de estar siempre un paso por delante de las demás y de agotar a sus defensoras con su incesante actividad. Es lo que aprendió a hacer cuando creció jugando con chicos, entre ellos su inseparable hermano gemelo Eddie (ella nació 18 minutos antes), con el que vive en un apartamento enfrente de las instalaciones de los Ducks.

Ambos comenzaron a jugar a los tres años, con su hermano mayor Andrei, que entonces tenía 12 y que había abrazado el baloncesto tras llegar con su familia desde Rumanía. Primero huyó su padre de la revolución en 1989 y hasta seis años después no pudieron acompañarle su madre y Andrei. La familia se instaló en Walnut Creek, un barrio de la Bahía de San Francisco donde sus padres montaron un negocio de transporte en limusina y criaron a los gemelos, nacidos ya en California. Sabrina iba a todas partes con las zapatillas de deporte y jugaba de sol a sol con su hermano y los amigos de este. Para no tener que depender de que confiaran en ella, aprendió a rebotear y manejar la bola. Para influir en el juego sin tener que anotar muchos puntos y a pesar de su fragilidad física, desarrolló el instinto para repartir asistencias. Los puntos, según ella los lleva dentro "por genética". Y las ganas de reventar la norma también: en su colegio no había suficientes jugadoras para hacer equipo femenino y cuando le dijeron que mejor se dedicaba "a jugar con muñecas", fue reclutando chicas personalmente: ya había equipo

De California se fue a Oregon con su hermano y allí convirtió al equipo de baloncesto femenino en una de las sensaciones de su universidad: en su primer año la media de aficionados en la grada apenas superaba los 1.500. En el segundo era de 4.200 y en este tercero, de más de 6.500. Tiene el carisma, la energía y desde luego el juego. Y la WNBA se frota las manos con la que puede ser, debería ser, su próxima sensación. Desde luego, no parece buena idea apostar contra ella...