El mejor Curry que hemos visto... ¿y el favorito ahora al MVP?
Desde que volvió tras su lesión de tobillo, está jugando a su mejor nivel y sube como la espuma en las quinielas para el que sería su tercer MVP.
Antes del comienzo de la temporada 2012-13, muchos en la NBA se hacían cruces porque los Warriors le habían soltado 44 millones por cuatro años a Stephen Curry, un jugador con evidente chispa y con evidente cristal en los tobillos. A partir de la siguiente temporada se cocinó el apodo de los Splash Brothers, empezó a edificarse uno de los mejores equipos de la historia y se convirtió en una ganga como pocas ha habido (una que permitió después la llegada de Kevin Durant, además) ese contrato de 44 millones por un jugador que emergió hacia niveles que ni los más afines a su causa esperaban: una fantasía en movimiento, una mutación nunca vista, una supernova sin comparación posible con nada visto antes como arma de ataque. Los 402 triples en una temporada… y todo lo demás.
Curry ganó dos MVP seguidos y se convirtió en una estrella que trascendió el baloncesto, y el deporte, durante el ascenso de los Warriors del Strenght in Numbers (los Warriors pre Kevin Durant, digamos). Durante la temporada del 73-9, el calentamiento prepartido de Curry en cada ciudad que visitaban los de la Bahía atraía a una cantidad ingente de público, a todas las cámaras, todos los clicks. El segundo MVP fue el primero de siempre ganado por unanimidad. Pero después, y con la rodilla tocada (al 70% como máximo), la temporada perfecta acabó en el drama perfecto, la remontada de los Cavaliers, el triple de Kyrie Irving en su cara, la llegada de Durant como antibiótico contra el virus LeBron.
La moda Curry quedó atrás. Dos anillos pero ningún MVP en las Finales a pesar de que en la segunda (en todos los playoffs 2017, en realidad) jugó a un nivel excepcional, menos luminoso pero absolutamente maduro y determinante (26,8 puntos, 8 rebotes y 9,4 asistencias por partido). Lo siguiente fue la corrección del chollo anterior: 5 años, 201 millones.
Y llegamos a la temporada 2017-18, en la que los Warriors juegan sin subir marchas si no es absolutamente imprescindible y con la mente puesta en los playoffs. Solo los Celtics (dos veces), los Lakers del showtime y los Heat del big three han jugado cuatro Finales seguidas. Por algo será. Steve Kerr reserva a sus jugadores en cuanto asoma un resfriado y su equipo es el mejor de la liga (40-10) con el mejor ataque, la sexta mejor defensa (por ratings) y la sensación de que si no median problemas físicos será un arma de destrucción masiva cuando lleguen las eliminatorias. El objetivo es, sencillamente, la dinastía.
Y Stephen Curry está jugando en el que, en términos generales, puede ser el mejor nivel de su carrera, incluida aquella alienígena temporada 2015-16. Tanto que resulta discutible incluso si es realmente, y ahora mismo, el mejor jugador de su equipo, Kevin Durant incluido. Al menos, es el que transforma a los Warriors en algo verdaderamente superior, el que cortocircuita los planes de cualquier defensa, el verdadero mascarón de proa de un equipo de leyenda. Especialmente desde que los tobillos (otra vez) le tuvieron parado durante 11 partidos. Una vez superada la lesión está promediando (13 partidos, 11-2 para los Warriors) 31,5 puntos, 5,3 rebotes, 6,5 asistencias y 2 robos con un 54,6% en tiros de campo y un 50,7 en triples. Esos números superan los de la temporada del MVP unánime (31,5, 5,4, 6,7, 50,4 y 45,4). En el total de la actual campaña está en 28,1 puntos, 5,1 rebotes, 6,5 asistencias, 1,7 robos y una serie de tiro de 49,8 con un 43% en triples y un 90,9 en tiros libres.
Ya es el jugador que más triples mete por partido (4,4 por 4,1 de Harden), cada vez más cerca de los 5,1 de la 15-16. Lleva cinco partidos seguidos metiendo al menos 5, algo que también hizo aquel año y que le deja a uno del récord absoluto, 6 de George McCloud en la temporada 1995-96. Es tercero en anotación cerca de Giannis Antetokounmpo (28,5) y cada vez menos lejos de Harden (31) pero juega (33,1 minutos) menos que los otros dos (casi 37 y casi 36, respectivamente). Su +/- es el mejor de toda la NBA (+10,8 para los Warriors en sus minutos en pista). Y en términos históricos, está a punto de ponerse séptimo en el ranking de triples (está en 2071, a tres de Vince Carter). Ha metido 36 veces al menos ocho triples en un partido. Los tres que le siguen en esa lista (JR Smith, Klay Thompson y Ray Allen) acumulan 33… entre los tres.
James Harden y el resto de aspirantes
Stephen Curry tiene un true shooting percentage (el dato que pondera la eficiencia en los lanzamientos de dos, tres y desde la línea de personal) por encima del 68%. Eso es algo simplemente increíble para un base, no digamos uno que ha convertido en tiros normales lo que siempre fueron lanzamientos de pésima selección. Detrás de él, pívots de canastas de altísimo porcentaje: DeAndre Jordan (66,9%), Clint Capela, Steven Adams, Enes Kanter…
Stephen Curry está a la altura o por encima de cualquier versión que hayamos visto hasta ahora de él. Eso significa que tiene que estar muy arriba en las quinielas para el MVP. Ahora es al menos tan importante como Kevin Durant para los Warriors, y eso vuelve a ponerle en la lucha por el trofeo desde la rampa de lanzamiento del que es el mejor equipo de la Regular Season, uno que lleva tres temporadas seguidas siendo el primero en llegar a las 40 victorias.
Desde luego Kevin Durant es competencia (25,8 puntos, 7 rebotes, 5,6 asistencias, 2 tapones). Y desde luego el favorito de la primera mitad de la temporada es James Harden, aunque los Rockets (lesión suya incluida) han pasado por su primer valle del curso: 31 puntos, 4,8 rebotes, 9,1 asistencias y 1,8 robos de media para una Barba que, no es cuestión menor, ya se ha quedado dos veces cerca del MVP (contra el propio Curry y contra el Westbrook de los triples-dobles). En la conciencia colectiva de la NBA, se le debe una.
LeBron promedia 26,8 puntos, 7,9 rebotes y 8,7 rebotes, pero los Cavaliers son un sainete que anda tercero del Este y, a la espera de lo que traiga el mercado invernal, gracias. Giannis Antetokounmpo está en 28,5 puntos, 10,2 rebotes, 4,6 asistencias y 1,3 tapones pero los Bucks también son, por ahora, una decepción (el que no avanza, retrocede). Y desde luego hay que tener en cuenta a Kyrie Irving (24,8 puntos y 5 asistencias para el equipo que lidera el Este), al nuevo y mucho más completo DeMar DeRozan (24,6 puntos, 5,1 asistencias, 4,2 rebotes) en los nuevos y muchos más completos Raptors, a la máquina de producir números que es Russell Westbrook (25,5 puntos, 9,5 rebotes, 10 asistencias) y, aunque solo sea por citarlo entre los mejores, a las barbaridades cotidianas de Anthony Davis (26,5 puntos, 10,4 rebotes, 2,1 tapones). Su compañero DeMarcus Cousins, por cierto, estaba en ritmo hasta su maldita lesión de unos números que jamás había firmado nadie (25,2 puntos, 12,9 rebotes, 5,4 asistencias, 1,6 tapones y 1,5 robos).
Pero las últimas semanas han relanzado la figura de Stephen Curry, aunque ya no sea el fenómeno mediático de hace dos años y aunque juegue en un equipo que para algunos (y aunque finalmente nunca sea así) tiene muy fácil todo lo que consigue. Mientras tanto, y en noches como la de ayer ante los Celtics, Curry nos seguirá recordando que es un jugador único, que juega al baloncesto según sus propias reglas y que pasará a la historia como uno de los grandes de verdad. Veremos con cuántos anillos… y con cuántos MVPs.