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FINALES NBA | EL PERFIL

Dellavedova: 'el número 61 del draft' conduce un Mazda

Dice la prensa de Cleveland que Delly ganaría las elecciones a la alcaldía, si se presentara y fueran mañana. Es la gran intrahistoria de la final y pieza clave en pista.

Cleveland
Matthew Dellavedova durante el tercer partido de las Finales.
AFP

A ningún jugador de los Cavaliers que no se llame LeBron James le pitaron más en el Oracle Arena de Oakland que a Matthew Dellavedova. Ninguno que no se llame LeBron James levanta ovaciones más frenéticas en el Quicken Loans Arena. Dice la prensa local que Delly ganaría las elecciones a la alcaldía, si se presentara y fueran mañana. Dice David Blatt que es “el australiano con más pinta de ser de Cleveland” que ha conocido en su vida. Y dice LeBron James que ahora mismo “no iría a ninguna parte” sin un jugador que es la gran intrahistoria de la final: pieza clave en pista, fenómeno casi contracultural fuera de ella. Su página de la Wikipedia ha sido una de las más visitadas desde que terminó el segundo partido, como si el gran público quisiera saber de dónde demonios ha salido ese tipo y sus seguidores rendirle un homenaje gamberro. Durante unas horas en su ficha se leía “mitad Dios, mitad australiano” en el apartado de su nacionalidad y “talón de Aquiles de Stephen Curry” en el de sus méritos profesionales. También se ha creado una cuenta de Twitter sobre él cuyo primer mensaje era: “Michael Jordan metió en su carrera 32392 puntos. Pero ninguno lo metió con Dellavedova defendiéndole”.

Dellavedova nació hace 24 años en Maryborough, dieciocho meses antes pero no demasiado lejos del lugar de nacimiento de Kyrie Irving. Y jugó en la universidad de Saint Mary, en la Bahía de San Francisco. Así es esta final: Stephen Curry nació cerca del pabellón de los Cavs y su némesis jugó cerca de Oakland, territorio de los Warriors. Las casualidades muchas veces son sólo oportunidades que hay que saber aprovechar. James Jones le define como una mezcla perfecta de “corazón, pelea y trabajo”. Su oportunidad ha llegado gracias a las lesiones de Kyrie Irving en estos playoffs después de saltar a la NBA como “número 61” del draft de 2013. Después de no haber sido elegido por ninguna franquicia, los Cavaliers le firmaron como agente libre en cuanto se cerró la selección con el número 60 (Janis Timma: juega en el VEF Riga). Los Knicks le querían pero Chris Grant, por entonces general manager de los Cavs, le ofreció un contrato por dos años y 1,3 millones de dólares. En cuanto acabe la temporada será agente libre restringido después de cobrar en la 2014-15 apenas 816.000 dólares. Es el sueldo más bajo de todos los jugadores de la final. Delly no se preocupa de su aspecto porque considera que eso es algo “muy americano”. Y conduce un Mazda que tiene poco que ver con el desfile de deportivos y todoterrenos imposibles que suele acompañar a los jugadores NBA. LeBron a veces se mueve en un KIA de 60.000 dólares… pero le pagan millones por hacerlo, claro.

Casualidades: Mike Brown era entrenador de los Cavaliers cuando a su hijo le ofrecieron una beca en Saint Mary. De visita allí escuchó al entrenador, Randy Bennett, anticipar enfurecido que las franquicias iban a pasar por alto a ese base australiano de su equipo porque no era ni demasiado atlético ni demasiado espectacular. Brown y Chris Grant le vieron entrenar y encontraron un patrón en un millón de partidillos: su equipo ganaba siempre. Ahora su equipo juega la final de la NBA y él es titular después de que los Cavaliers, en boca de su general manager David Griffin, hablaran abiertamente en enero de la necesidad de buscar otro base suplente. Pero Delly siguió ahí por una razón básica que explica bien LeBron James: “Nunca ha apostado nadie por él. Lleva toda la vida rompiendo pronósticos en su contra”. Y gracias a eso es uno de los jugadores sin los que no se podría entender la final 2015 de la NBA y los Cavaliers no han perdido (4-0) en los cuatro partidos de playoffs en los que ha sido titular por las lesiones de un Irving que vivió de los nervios en cada entrenamiento de los tres primeros meses de la temporada: “Cada vez que salí a la contra me pegaba sin contemplaciones. En cada jugada lo mismo. Y faltas y más faltas…”. Ahora el all star lesionado asegura que no se imagina “otro compañero mejor”, Tristan Thompson reconoce que “su rivalidad en los entrenamientos ha hecho mejor jugador a Kyrie” y el propio Delly confiesa que “llegaban a las manos casi cada día”. Si una pequeña historia explica la gran historia de un jugador, seguramente es este en el caso de un Dellavedova que ha pasado de enemigo público número 1 en la NBA tras la fama de “demasiado-duro-casi-violento” que se granjeó en las series contra Chicago y Atlanta, a epitome de la resistencia fanática de estos Cavaliers que juegan a golpe de puro corazón. De villano a guerrero. Así son las cosas.

Dellavedova decidió el segundo partido con un rebote de ataque (mide 1,93…) y dos tiros libres cuando a su equipo se le acababa el tiempo, en la prórroga. En el tercero, del que salió en ambulancia por unos calambres salvajes motivados por el cansancio extremo, anotó 20 puntos, 15 tras el descanso y cada uno más importante que el anterior. Y volvió a rescatar un par de posesiones claves con el partido en el alambre por la simple virtud de ir a por balones a por los que nadie más va con tanto deseo. Stephen Curry acumula en los dos últimos partidos apenas 14 puntos y un 5/20 en tiros cuando le persigue un Dellavedova que se ha metido dentro de su cabeza de MVP. Y que se está convirtiendo en el jugador más trascendente de la final… que no se llame LeBron James, por supuesto.