El Panathinaikos ya le demostró al Barcelona Regal hace dos años, y en una situación idéntica a la actual, que es capaz de ganarle tres partidos seguidos y dejarle sin Final Four. Más allá de la lección de historia, el equipo griego sabe que su oportunidad pasa por evitar la recuperación de un rival que es superior, pero que haría bien en repetírselo frente al espejo y recuperar la autoestima. Porque tiene que ganar al menos un partido en el OAKA, el infierno de Atenas en el que el reglamento se estira como un chicle en medio de una presión ambiental irrespirable: se habla de 23.000 espectadores cuando el aforo oficial no llega a los 20.000. La supervivencia del Barcelona pasa por minimizar la incidencia en el juego de Diamantidis y por subir el ritmo de anotación. De líder de la Euroliga con más de 82 puntos por jornada ha pasado al empate a 64, que llevó a la prórroga del primer partido, y de ahí al 65-66 del segundo. Números que benefician al equipo griego, más limitado pero que ha conseguido que la eliminatoria se juegue hasta ahora según su propuesta. Ingles. Huertas y Navarro deberían ser fundamentales a la hora de cambiar esa dinámica. Ingles llega tocado, pero jugará mientras que en el Panathinaikos es duda Gist, 28 puntos en los partidos del Palau y una pesadilla para un Lorbek desconocido en lo que va de serie: 7 puntos y 2/9 en tiros. El equipo de Pedoulakis radicalizará su plan al calor de su hinchada: juego en cinco contra cinco sin una sola concesión, ataques largos y, en defensa, el cepo de Ukic sobre Navarro y las ayudas constantes para minimizar una rotación interior rival en la que sólo Jawai está consiguiendo incidir en el juego.