Máxima tensión en Barcelona

Como en 2011, el Barcelona abrió la serie ante Panathinaikos defendiendo el factor cancha con sangre, sudor y lágrimas. El objetivo es que el resto de la eliminatoria invierta el rumbo de aquella, en la que Panathinaikos exprimió física y mentalmente a un Barça que, desquiciado, perdió tres partidos seguidos. Para eso, este segundo partido parece decisivo: el 2-0 es medio billete para la Final Four y la ventaja de campo un tesoro que el Barcelona tiene que cuidar, más ahora que el equipo griego ha puesto al estamento arbitral una sobredosis de presión que amenaza con convertir en peliagudos los partidos de Atenas. Con la coartada de la eliminación de Lasme y una última falta de Wallace a Gist que pudo ser antideportiva, Pedoulakis abrió fuego tras el partido y el presidente Giannakopoulos inició una cruzada que le ha llevado de pedir explicaciones en los vestuarios del Palau a poner en solfa a la Euroliga en los medios de su propiedad y sugerir sobornos: "que se revisen las cuentas de los comisarios arbitrales y en especial del Señor Rigas (responsable arbitral de la competición)".