¿Tiene el tenis un problema de brecha salarial? Esto dicen los datos
La Billie Jean King Cup es el último gran torneo en igualar sus premios a los de la versión masculina. Los datos sustentan distintas versiones.
¿Hay brecha salarial en el tenis? Como muchas cosas en esta vida, depende de a quién se pregunte, o del prisma con el que se mire. Pero si se va a lo objetivo, los datos puros y duros, no se puede afirmar categóricamente que ese problema exista en este deporte. Hay argumentos para sustentar tanto un ‘sí' como un ‘no’, aunque quizá la respuesta que mejor encaje con el panorama actual sea un ‘no exactamente’.
Vayamos por ejemplo a una comparativa publicada por la Adelphi University de Nueva York, el alma mater de, entre otros, Bob Beamon. Según datos de PayScale, un proveedor de soluciones salariales con sede en Seattle, la industria de las artes y el entretenimiento, en la que se encuadraría el deporte profesional, es una de las que presentan en Estados Unidos, que como tantas otras veces tomaremos como ejemplo de país desarrollado, la menor brecha salarial. La controlable, que es la que refleja las diferencias entre sexos a mismo puesto, funciones y/o responsabilidades, es de un centavo de dólar. Es decir, por cada dólar que gana un hombre en ese sector de la economía estadounidense, las mujeres ganan 99 centavos. Aún queda trabajo por hacer, pero la paridad es ya casi una realidad.
Grupo | Ganancias medias (2022) |
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Top-100 masculino | 1,4 millones de euros |
Top-100 femenino | 900.000 euros |
Top-10 masculino | 6,5 millones de euros |
Top-10 femenino | 3,5 millones de euros |
Trasladémonos ahora a lo concreto, el tenis en este caso. Según datos recabados de los circuitos ATP y WTA por la citada Adelphi University, las ganancias medias en un año de un jugador del top-100 masculino son de 1.589.024 dólares (1,4 de euros grosso modo). En el top-100 femenino, la media está en 1.039.141 (unos 970.000 euros). De nuevo, falta un empujón, pero el caso del tenis no es ni remotamente dramático si se comprara, por ejemplo, con la diferencia entre NBA (10,7 millones de media), y WNBA (113.000).
Concretemos más aún. Si individualizamos, Forbes nos dice que en 2022 cuatro de las deportistas mejor pagadas del mundo fueron tenistas: Naomi Osaka (unos 51 millones de dólares), Serena Williams (41, y eso que jugó siete partidos en todo el año antes de anunciar su retirada), Emma Raducanu (cerca de 19 millones) e Iga Swiatek (casi 15). Hace diez años, en 2012, también había cuatro tenistas en el top-5. En este punto sí aparecen cifras chocantes. El año pasado, el top-10 de la WTA ganó de media 3,8 millones de dólares, algo más de la mitad que los siete millones que se agenciaron sus homólogos masculinos.
Cuestión de justicia, o no
Desde 2007, cuando Wimbledon se unió al resto de Grand Slams en esta política, los cuatro torneos más importantes de este deporte reparten la misma cantidad de dinero entre hombres y mujeres. Una paridad que no se traslada al resto del calendario, bien es cierto. Masters 1.000 como Madrid (8,4 millones por género), Miami (8,8) o Indian Wells (8,8) sí son igualitarios, pero en Canadá o Cincinnati la diferencia es de más del doble (6,6 contra 2,8 en ambos casos). En cuanto a los grandes eventos de la ITF, la Billie Jean King Cup anunció antes de sus Finales, que acoge esta semana Sevilla, que equiparaba su bolsa a la de la Copa Davis, la versión masculina. Repartirá 9,6 millones de dólares (8,9 de euros) de la siguiente forma: 2,4 para el campeón, 1,44 para el subcampeón, 960.000 para cada semifinalista y 480.000 para los doce participantes en la fase de grupos.
¿Justo o injusto? De nuevo la respuesta va por barrios. En una economía de libre mercado como la que rige la gran mayoría del planeta, uno normalmente vale lo que genera. No es aplicable a todos los trabajos, pero sí al deporte de élite, en el que los patrocinadores invierten, tanto en eventos como en la esponsorización de jugadores, en función de lo que esperan obtener a cambio. Igual que las entidades que organizan los torneos de tenis, que son privadas y por tanto no tienen las mismas obligaciones que las instituciones públicas. La fórmula puede ser buena o mala, justa o injusta, pero es la que hay y no tiene pinta de que vaya a cambiar pronto. Así que, en base a esto, conviene echar un vistazo a las audiencias del tenis masculino y las del femenino, que son las que determinan principalmente (hay otros factores, por ejemplo la potencia en redes sociales) el alcance de un deportista profesional.
Torneo | Final masculina | Final femenina |
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Open de Australia | 439.000 espectadores de media (ESPN) y 1,3 millones (Nine) | 379.000 (ESPN) y 1,43 millones (Nine) |
Roland Garros | 4,8 millones (FTV) | 2,2 millones (FTV) |
Wimbledon | 11,3 millones de pico (BBC) | 4,5 millones de pico (BBC) |
US Open | 2,3 millones (ESPN) | 3,4 millones (ESPN) |
Cojamos los Grand Slams, los más representativos porque son los que concitan más interés en las masas. Empezando por el último Open de Australia. En un contexto de caída de las cifras (36% menos en la final masculina, 21% en la femenina), ESPN concentró 439.000 espectadores de media durante el partido por el título de los chicos, mientras que en el de las chicas fueron 379.000. En Nine, la cadena que tenía los derechos para Australia, en cambio fueron 1,3 contra 1,43 millones. En el caso de Roland Garros, FTV congregó a 4,8 millones de media durante la final masculina, por 2,2 en la femenina. En cuanto a Wimbledon, sin datos de audiencia media, quedan los picos: 11,3 millones en el duelo entre Alcaraz y Djokovic, y 4,5 en el que protagonizaron Vondrousova y Jabeur. En el US Open, con una estadounidense, Cori Gauff, involucrada en la final, esta atrajo una audiencia media de 3,4 millones, un 92% más que el año anterior, el mejor dato en una final de Grand Slam femenina de la historia. El Djokovic-Medvedev masculino se quedó en 2,3.
Los números masculinos suelen ser mejores, quizá en parte porque los hombres tienen más tendencia a seguir eventos deportivos por televisión. Un sondeo realizado en 18 países en enero de este año por YouGov, una firma británica de análisis de datos, reveló que, ante la pregunta de si habían visto en el último mes algún espectáculo deportivo masculino, el 58% de los hombres respondía afirmativamente, por el 33% de las mujeres. Cuando la pregunta cambiaba a evento femenino, eran el 31% de los hombres y el 22% de las mujeres. Cuando se preguntaba si habían participado en una actividad deportiva, casual u organizada, un 31% de hombres decía que sí, contra un 20% de mujeres.
Los Grand Slams, gigantes económicos que facturan cientos de millones, pueden permitirse la paridad en premios, pierdan dinero o no, porque tienen mucho margen, pero es más difícil convencer a patrocinadores e instituciones involucradas para insuflar más dinero, en aras de la igualdad, en torneos de menor categoría si no va a redundar en algún tipo de beneficio. ¿Es justo forzarles a ello? ¿Tragarían, o simplemente cortarían relaciones con esos eventos y buscarían otros con condiciones más favorables, empeorando la situación? La experiencia, de nuevo la economía de mercado, nos dice que las empresas, al margen de iniciativas filántropas, responsabilidad social corporativa, etc, se dedican a ganar dinero, no a regalarlo, y por tanto es más probable que hagan lo segundo. Pero para esto, como para la brecha salarial del tenis, no hay una única respuesta, ni una verdad absoluta. Solo datos interpretables.
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