Xavi y su laberinto
El Barça recortó distancias con el Real Madrid en la clasificación a pesar de firmar un partido horrible en Anoeta. Incapaces de recuperar pelotas, de construir juego y de atravesar el centro del campo durante la mayor parte del encuentro, llegó el descuento y Araújo marcó. Clinc-clinc, caja. Lo malo, para Xavi claro, es que a su equipo se le pide mucho más; él mismo se lo autoimpuso en verano cuando declaró públicamente que quería que el Barça jugara mejor esta temporada y la semana del Betis y el Amberes queda ya lejos y parece un espejismo. Xavi acaba de cumplir dos años en el banquillo y sigue en su propio laberinto: el de saber que no vale ganar de cualquier manera y al mismo tiempo reclamar día sí y día también que se valore lo que él cree que está haciendo.
La involución en el juego es tan evidente que no se puede tapar aunque hable de intensidad para disfrazar la falta de fútbol, de ausencias cuando ya están volviendo los lesionados, o de falta de acierto durante 60 minutos cuando los partidos duran 90 y al siguiente tú también ganas en el descuento. Hay un paso que su Barça no está dando y no debería colgarse del argumento del entorno y el club más difícil del mundo mirándose en el espejo del Real Madrid. Que a Ancelotti le parezca que han jugado bien después de empatar en casa con el Rayo no quita que su equipo diera una imagen lamentable en San Sebastián. Y de él, de su Barça, se esperaba más después de dos años: más fútbol, más reconocible, más dominio, más exigencia, más continuidad. Y sí, también más intensidad.
Del laberinto se sale sin poner excusas ni añadiendo justificaciones que a estas alturas suenan a hueco. La afición además ha remado a su favor desde el primer día que llegó siendo consciente del contexto, de las penosas circunstancias económicas del club, pero las críticas están justificadas cuando él mismo añadió altura a un listón al que no se ha acercado siquiera. No se le está pidiendo la luna, sólo que el Barça juegue mejor al fútbol.
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