Vilda y las niñatas
La rueda de prensa, de escasos diez minutos, de las capitanas de la Selección femenina de fútbol dejó una sensación fea, feísima. Irene Paredes, Jenni Hermoso y Patri Guijarro hablaron después de Jorge Vilda y la escenificación de la ruptura fue perfecta. El entrenador por un lado y ellas por el suyo. Vilda dejando caer que tomará medidas, represalias, con la frase de “estamos atentos a las jugadoras que quieren de verdad estar aquí” y Paredes, con la voz rota, afirmando que “hay veces que hay que ser valiente, decir las cosas aunque no sean agradables para que cambien”. La fractura es tan evidente como difícil la solución, porque ante la convicción de que la mejor generación de futbolistas de la historia no comulgan con su técnico, sus métodos, la preparación, la distribución de minutos, el único cambio es el mal rollo palpable ya no con él, sino también entre ellas.
No tiene ninguna pinta de que el conflicto vaya a desaparecer porque las posturas están enrocadas. Vilda tampoco ha salido reforzado por mucho que desde la Federación insistan en que es el técnico perfecto cuando no ha ganado una eliminatoria desde el 2015 ni tiene al vestuario de su parte. Él es el director técnico del fútbol femenino además de seleccionador, tiene el poder, pero a un equipo se le convence, no se le impone. Apuntar además a las futbolistas y que desde la propia Federación se filtre que sus reivindicaciones son fruto del capricho, de un exceso de ego infantil, es más viejo que la tos. Solo hay que recordar cuando Villar rompió y tiró la carta en la que las jugadoras enumeraban sus argumentos contra Ignacio Quereda, el entrenador más longevo de la historia del fútbol español a pesar de no ganar nada y de sus métodos abusivos y vejatorios, mientras soltaba: “son tonterías de las niñas”.
La autocrítica de Jorge Vilda brilla por su ausencia, igual que sus éxitos. Si las futbolistas se quejan es por algo y negar la mayor bajo el único supuesto de que son unas niñatas, machismo.