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Victoria de prestigio del Atlético

En este recorrer mundos lejanos al que se han entregado nuestros grandes clubes, el Atlético eligió Oriente, donde ha conquistado una victoria de prestigio. Se trae ni más ni menos que la piel del campeón de Champions, el Manchester City. Para el aficionado atlético, como el madridista, que en algo se tenían que parecer, es un colocón ganarle a Guardiola, que quizá no merezca tanta inquina pero se la crean sus exégetas con tanto botafumeiro que resulta empalagosa. Para ellos, es un genio en continua búsqueda; para sus detractores, es entrenador de un club sin límite de gasto y que si hace falta pierde el tiempo, como todos.

Así que se acoge bien esta victoria, en la que lucieron dos de las novedades de la plantilla, Azpilicueta y Söyüncü, dos defensas sin miedo a nada, como siempre los tuvo el Atlético. Azpilicueta se hizo con Grealish, ese jugador que hace tres años tenía un insufrible aire autocomplaciente y que parecía llevarle por mal camino, pero que reaccionó a tiempo. Y Söyüncü se hizo a su vez con Haaland, todo en el marco de una defensa de cinco, bien protegida por todo un equipo bien echado atrás, aunque sin olvidar el viejo hábito del contraataque, vía por la que Griezmann rozó el gol. No se dio y nos fuimos al descanso 0-0.

La segunda parte fue un carrusel de cambios, como piden estos partidos que enfrentan a plantillas más que a equipos. Se trata, claro, de que todos vuelvan lo más rodados posible. En esta segunda versión el Atlético se soltó más y marcó por medio de Memphis Depay, esa ganga que el Atleti le compró al Barça por poquísimo dinero, y de Carrasco, un valor seguro donde los haya. Ya muy al final descontó Rúben Dias, lo que sólo sirvió para dar más interés a los últimos minutos. Un resultado feliz para el Atlético. Un resultado para entrar con buen ánimo y mejor cara en la temporada oficial, que está ya ahí, a la vuelta de la esquina.