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Valverde, en honor a Jonan Ordorika

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Sufrimiento. Cuarenta años, seis finales perdidas y una tanda de penaltis. Todo eso ha tenido que esperar el Athletic Club para ganar su Copa número 24. Seguramente, nadie la merecía más porque nadie la había perseguido tanto en la última década. Castigado una y otra vez por el Barça de Messi (2009, 2012, 2015 y 2021), y por su enemigo íntimo, la Real, que le había ganado la final de la pandemia, también en La Cartuja, los penaltis contra el Mallorca le devolvieron tanto sufrimiento en felicidad. El próximo jueves, al fin, la Gabarra surcará la ría del Nervión desde Getxo como en 1984, cuando el doblete. Clemente no quería que le recordasen más los días de aquella final de Madrid, cuando sacó a jugadores como Endika o Patxi Salinas para sostener el nivel físico del Barça de Maradona y Schuster. Le sucede en el éxito Ernesto Valderde, un entrenador poco valorado y de una grandeza extrema que el pasado mes de agosto, apenas días antes de empezar la Liga, recibió una noticia durísima: el fallecimiento de Jonan Ordorika, técnico de sonido de la escena vasca y hermano del cantautor Ruper. Uno de sus mejores amigos. Valverde vivió devastado los días previos a la primera jornada de Liga contra el Real Madrid y el Athletic emitió pésimas sensaciones que parecieron presagiar una mala temporada. Emocionalmente, no pudo preparar el partido.

Final feliz. Pero el Athletic, como el ánimo de Ernesto, que ya se levantó de otras parecidas en Barcelona como cuando se fue nuestro recordado fotoperiodista Ferran Zueras, se fue levantando después de aquel primer partido. Empezó a dispararse en la Liga y ha eliminado en la Copa por derecho a Barça y Atlético. Impresionante gestor de vestuarios (Messi admitió con el paso del tiempo su enorme trabajo en el Barça, en el que lidió con unos egos insoportables en el vestuario), ha sido capaz de subir en su barco a Muniain y Raúl García, dos veteranos conscientes de que su tiempo pasa, que han interpretado de maravilla en el vestuario su rol de capitanes y marcaron sus penaltis. El Txingurri también intuyó que tenía que darle la vuelta a un equipo que años atrás se hizo desde la defensa con Iñigo y Yeray; y esta temporada ocultaba su fortaleza en el último tercio. Con el selvático Oihan, autor del 1-1 y jugador grande si se lo cree; y, por supuesto, los Williams. A lomos de Nico, y con la intuición de Julen Agirrezabala, a quien el Txopo Iribar empujaba desde el palco, volvió a vibrar y a llorar Bilbao. Gloria al Athletic, a Valverde y a Jonan Ordorika.

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