Un vídeo que pretende exculpar a Rubiales
Circula desde el martes un video grabado en el autobús de las jugadoras, de regreso del partido, que se está tomando como prueba exculpatoria de Rubiales. Las jugadoras, Jenni Hermoso incluida, bromean sobre el beso. La idea que se trata de difundir es que aquello no molestó a la jugadora, que lo habría encajado como una anécdota amistosa. En el autobús viaja también Rubiales, que en algún momento es aclamado “¡Presi, presi, presi!” por algunas. Todo refleja un ambiente de euforia arrebatada, propio del grupo de jugadoras que acaba de ganar la Copa del Mundo, un logro descomunal, el máximo al que podrían aspirar. Una euforia que lo arrasa todo.
Yo lo entiendo así, como entiendo al aire jocoso con que antes de eso, en el vestuario, Hermoso gritó aquello de “¡Pero no me ha gustado, eh…!”, que podría ser tomado en el signo contrario. Todo en las horas inmediatas al fin del partido estuvo necesariamente condicionado por una especie de enajenación mental transitoria, que explica las bromas. Luego pasa el tiempo, llega la reflexión, la conversación con personas próximas, pero ajenas al círculo, y Jenni Hermoso percibe mejor lo que ha pasado: que un jefe la ha besado en la boca en público, sin permiso. Y viene el rechazo de la nota y la negativa a comparecer en el video en la escala en Doha.
Luego vino lo del viernes, horrible, cuando Rubiales hizo una narración que no encaja con lo que se ve en las imágenes. No le agarra “por las caderas o por las piernas, no recuerdo”, ni lo levanta, sino que es él quien salta, no hay tiempo antes del beso para el breve diálogo que él fabuló. Me pareció lo más rufián de todo, una manera de trasladar la culpa a la víctima que, como todas en estos casos y en otros aún más graves, se ve sometida a una fea presión para aparecer, denunciar, revivir una escena degradante a la que fue sometida arbitrariamente por su jefe, cuyo ego de macho alfa triunfador necesitaba y creía merecer cualquier expansión.