Un duelo irrepetible
Una semana después del anuncio de retirada de Rafa Nadal, apetece mucho ver sus últimos raquetazos en una pista de tenis, aunque en este caso sean raquetazos extraoficiales. Eso ha convertido un torneo de exhibición como el Six Kings Slam, sin más atractivo deportivo que el alegre reparto de petrodólares, en un foco de atención casi a la altura de los grandes eventos. El interés ha crecido tanto con su presencia, que incluso ha contagiado al resto de duelos de Riad, como ocurrió este jueves con el Sinner-Djokovic, una reedición de la reciente final del Masters 1.000 de Shanghái, que se jugó a cara de perro, con idéntica resolución: el triunfo del italiano. Ese resultado tenía un efecto colateral, porque enviaba a Novak Djokovic a la lucha por el tercer puesto, la final de consolación, ante su viejo rival. El Clásico del tenis, el partido más repetido en la historia, un total de 60 veces, volverá a disputarse el sábado en Arabia Saudí, aunque no alterará en nada el cara a cara, ese 31-29 a favor del serbio. Nada de lo que ocurre aquí se contabiliza para la ATP, solo para las cuentas bancarias.
La final verdadera, por cierto, albergará el nuevo Clásico, el Sinner-Alcaraz, un pulso destinado a marcar una nueva época. Muy simbólico. Antes de llegar a estos dos emparejamientos, Alcaraz y Nadal se enfrentaron entre sí. Un duelo cargado de romanticismo entre el mejor de siempre y el aspirante a serlo. Ganó Carlos Alcaraz, como apuntaba la lógica, aunque tampoco alteró el head to head, que quedará para siempre en un 2-1 para Rafa. Fue un encuentro, literalmente, irrepetible. Porque no se volverá a jugar. En el baile final de Nadal, los dos compartirán galones en el equipo de Copa Davis de España. La foto de Málaga, si la hay, no será frente a frente, sino jugando un dobles juntos o levantando la séptima Ensaladera. Entonces, sí, será la última.