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Un cabreo síntoma de grandeza

Actualizado a

Que te empaten un partido con el tiempo reglamentario cumplido es para cabrearte como un mono. Cabrearte porque te empate la Juventus en Turín cuando el cronómetro superaba el minuto 96 después de un partido con fases en el las ha logrado dar un meneo en grandes fases del partido es para cabrearte como un orangután. Que es un mono muy grande. O lo que es lo mismo, que el enfado es gigantesco, como gigantesca es la grandeza de un Sevilla que se plantó en uno de los escenarios más complicados de Europa a decir que el grande era él, exigir respeto y reforzar, aún más si cabe, su candidatura al título. Como un auténtico gorila.

El Sevilla se ha convertido en la orquesta sinfónica de José Luis Mendilibar, que cada partido que pasa más en ridículo deja a su predecesor en el cargo. Un equipo que hace lo que sabe, pero lo hace a la perfección. Nadie se complica, pero hace la vida imposible al contrario. Las sensaciones son opuestas a las que se vivieron tras el pitido final en Old Trafford, pero el resultado es el mismo. La eliminatoria está empatada y se resolverá en el Sánchez Pizjuán. Se quería salir vivo y vaya si se salió. Lo que cualquier sevillista cabal hubiera firmado en la previa. Y lo que ni el sevillista más furibundo hubiera soñado hace un mes. Cabrearse por empatar a la Juventus en Turín en una semifinal de la Europa League, qué cosa más grande.