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Hace un año, por estas mismas fechas, y ante los insistentes rumores que situaban a Ancelotti fuera del club y camino de la selección brasileña, el Real Madrid renovó el contrato del técnico, al que había quien daba por amortizado. Nadie podía pensar entonces, me atrevo a decir que ni siquiera la dirección madridista, que el italiano iba a firmar un año tan triunfal como el 2024.

Con Courtois, Militao y Alaba lesionados, dos suplentes como Lunin y Nacho tenían que protagonizar papeles principales en puestos claves; no había un sustituto natural de Benzema para el gol, pues a Joselu se le tenía como un retal para urgencias; el otro fichaje era Brahim, del que no se sabía qué podía aportar; los arquitectos Kroos y Modric tenían ya una edad; pero, sorprendentemente, el equipo fue aguantando y creciendo. Empezó el año ganando la Supercopa al Barcelona con una superioridad inesperada y manteniendo el primer puesto en la Liga con victorias sufridas, cuando llegó la eliminación en Copa frente al Atlético y surgieron de nuevo las dudas.

Pero el equipo, que había competido bien en el Metropolitano y solo cayó en la prórroga, se agarró a esa capacidad de lucha y resistencia para sacar adelante los partidos siguientes. Acero puro en la Liga, donde ganaba sin parar, y cemento bendecido en la Champions, aguantando vendavales y saliendo airoso de más de un terremoto. Y, mientras tanto, Vinicius creciendo como jugador decisivo y figura mundial, convirtiéndose en el líder que algunos nunca pensaron que podría llegar a ser. Un año de títulos al que se le pueden poner muchos calificativos: inesperado, heroico, sorprendente, milagroso…

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