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Llegó Australia. Llegó la hora de trasnochar o de madrugar, de morder horas al día para ver a Rafa seguir agrandando su historia en los Grand Slams. Llega el territorio Nadal. El de los cinco sets donde pesa tanto la mente como el físico. Donde el tenista con mayor capacidad de resistencia de la historia marca diferencias. En duelos a cinco mangas, el campeón de 22 grandes luce una efectividad de un 88%. De 355 partidos ha ganado 313 y ha perdido 42. En esos choques largos, muchas veces agónicos, tiene la capacidad de dar la vuelta a cualquier situación.

En Melbourne se adivinaba un debut difícil. Y hubo que estar 3h:41 en pista. Jack Draper se presentaba con la insolencia de la juventud, de sus 21 años y en claro ascenso (comenzó 250 del mundo el año pasado y ya es el 38º). Un jugador en forma que venía de hacer semifinales en Adelaida contra un tenista de 36 años que arrancaba con las dudas de tres derrotas en sus tres primeros partidos del año (uno, de exhibición frente a Hurkacz). Y el jovencito terminó fundido, acalambrado, y Nadal victorioso. Es el mismo hombre que el año pasado, en la final contra Medvedev, derrotó hasta a la inteligencia artificial. El partido marchaba 6-2, 7-6, 3-2 y 0-40 para el ruso y los datos del ‘win predictor’ sólo dieron un 4% de posibilidades de victoria a Rafa. Le dio la vuelta. En su territorio. El de los cinco sets. Merece la pena verlo. Aunque toque engañar al cuerpo.