Carlo Ancelotti fue un futbolista tremendo, un centrocampista de categoría en un equipo de leyenda. No tan renombrado como las grandes figuras que tenía el Milan, sin embargo fue imprescindible en el conjunto italiano. Recuerdo las eliminatorias que enfrentaron a Milan y a Real Madrid y de cómo los jugadores transalpinos salían jurando en arameo tras cada partido que disputaban en el feudo madridista. Sucedía que la superioridad del equipo de Arrigo Sacchi sobre el madridista era tal que ni los arbitrajes pudieron con el Milan, pero ello no era óbice para que siempre se quejara de lo sucedido ante el Real Madrid.
Me imagino que Ancelotti lo recordará. E incluso seguro que habrá hablado de ello con Chendo y Butragueño, por ejemplo. Aquel Milan pasó a la historia del fútbol europeo con letras de oro, y los que entonces éramos jóvenes y jugábamos al fútbol nos frotábamos los ojos viendo las maneras de plantarse sobre el terreno de juego de los Baresi, Maldini, Van Basten, Gullit, Rijkaard… y Ancelotti, un fuera de serie, un jugador cuyo precio hoy sería desorbitado.
Cuento esto a propósito del derbi y de las palabras de Simeone, contestando a lo que sucedió en un Real Madrid-Celta con decisiones arbitrales favorables al equipo blanco. Simeone dijo que “episodios así se han repetido a lo largo de la historia” y Ancelotti le contestó con un “son cosas que se dicen de cara a la galería. Todo el mundo del fútbol es consciente de lo que representa el Real Madrid y lo que ha representado en 125 años de historia. Todo el mundo lo tiene muy claro. Supongo que pueden ser espinas que duelen”.
Ancelotti sufrió los arbitrajes del Madrid como jugador del Milan, como entrenador del Bayern… Es algo habitual: reclamar justicia cuando uno es rival de los blancos pero decir que todo son bulos cuando se pertenece a la disciplina madridista. Yo siempre le tuve una admiración especial al italiano… hasta el 25 de febrero de 2023. Ese día, Correa fue expulsado por Gil Manzano por tumbar a Rüdiger ante el descojone del Bernabéu y del fútbol español en general (Correa con 1,71 centímetros fue capaz de dejar KO a Rüdiger, de 1,90). Todos entendieron que la expulsión fue una bravuconada más de Gil Manzano con el Atlético. Pero Ancelotti fue preguntado en rueda de prensa si le pareció expulsión la jugada y se limitó a un lacónico “sí”. Él, un jugador de rompe y rasga, de un fútbol donde esa acción no habría sido ni amarilla. Desde entonces, máximo respeto a Ancelotti, pero adiós a esa admiración casi irreprochable.
El Real Madrid, por otro lado, ha perdido también la condición de club con un halo especial que tenía antes. La nota de hace unos días y su manera de proceder en los últimos tiempos le pone al mismo nivel que el común de los mortales futbolístico. Hoy muchos justifican la nota del Real Madrid. Son los mismos que querían expulsar de España a Gil Marín por lo declarado tras el lamentable arbitraje de Soto Grado (el árbitro de esta noche) en un derbi de eliminatoria copera en la que perdonó la expulsión a Ceballos.
El club de ‘las mocitas madrileñas’ ya no puede presumir, como dice su himno, de que “cuando pierde da la mano”. Si mi padre levantase la cabeza y viese en lo que se ha convertido su Real Madrid… Entre medias, Simeone hace malabarismos. Es un auténtico mago, que hace soñar a los suyos, a la afición del Atlético. El Real Madrid seguirá ganando por las buenas o por las malas. Su razón de ser es vencer (da igual cómo, que se lo digan al Atleti en la final de Milán). Y es que el negocio es el negocio, y a todos les interesa que Real Madrid y Barcelona estén arriba. Es lo que vende Tebas al mundo. Es lo que vende la Federación Española, llevándose la Supercopa de España fuera de nuestro país. A ellos únicamente les interesa que los dos más grandes estén arriba. Lo que suceda con los demás, da igual. Es la parte innegociable del negocio, cueste lo que cueste.
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