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Rubiales ya es sólo un mal recuerdo

“Un bel morir tutta la vita onora”, dejó escrito Petrarca y no creo que necesite traducción. No escogió eso Rubiales para su muerte deportiva, una agonía larga y oprobiosa culminada con su aparición londinense en el programa de Piers Morgan, periodista de cierta fama y mala reputación, viejo militante en la prensa amarilla. En todo caso, sea en buena hora. Aunque apartado ya cautelarmente por la FIFA y con todos los visos de que la suspensión será elevada a definitiva, en España el asunto estaba aún por cerrar del todo tras la trompetilla que el TAD le hizo al CSD, que esperaba de ese tribunal una decisión que no llegó.

El CSD, o lo que es lo mismo, el Gobierno, y el TAD han sido ceros a la izquierda en esta historia. Al Gobierno le está bien merecido porque ha protegido durante años a Rubiales hasta más allá de lo razonable. Aún hace poco le dieron 7 millones para la candidatura del Mundial y hace aún menos el CSD le transfirió el 20% del patrocinio de la Liga F. Si Iceta y sus secretarios de Estado han tardado tanto en darse cuenta de cómo era este hombre, de poco han de servir. Respecto al TAD, su composición es legado del paso de Irene Lozano por el CSD, a cuya presidencia accedió por méritos contraídos como amanuense de Pedro Sánchez.

Lástima que Rubiales no resignara su cerviz antes, por ejemplo en aquella infausta asamblea en la que hizo creer a su concilio de presidentes regionales que dimitiría para, en lugar de eso, engallarse, ensuciar todavía más su propia imagen y poner en evidencia a sus palmeros, entre ellos a Luis de la Fuente, cuyo ‘chaquetazo’ el día siguiente escandalizó a la ciudadanía. Ahora se abre un periodo confuso y difícil, porque ya se ha ido por fin Rubiales, pero dejando un delfín que va a intentar ponerse cómodo allí, y a varios ‘rasputines’ que manejan los intríngulis de la casa. Pero al menos ese garbanzo en el zapato que era Rubiales ya nos lo hemos quitado.