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Roglic quiere el Tour

La fotografía del podio de Madrid explica bien la salida de Primoz Roglic del Jumbo-Visma. Quizá no haya sido una consecuencia directa, tal vez incluso ya tuviera la decisión tomada antes de La Vuelta, pero esa imagen define perfectamente la situación actual. No caben todos. Arriba del cajón se ve a tres ciclistas del mismo equipo, Sepp Kuss, Jonas Vingegaard y el propio Roglic, en una histórica estampa que refleja el dominio de la escuadra neerlandesa en la temporada 2023. Es una gesta para el Jumbo, pero solo uno de ellos ha ganado esa carrera, en este caso Kuss. Y lo mismo ocurrirá el próximo año en el Tour de Francia, donde la lógica aplastante augura que Vingegaard será el indiscutible líder como bicampeón en París. Otra alternativa no tendría sentido.

Roglic tiene 33 años, que dentro de un mes serán 34. Es verdad que el esloveno empezó tarde en el ciclismo profesional, todavía tiene recorrido, pero mucho tampoco le puede quedar. Primoz pretende darse otra oportunidad de conquistar el Tour, y más ahora que ya tiene el Giro de Italia y la Vuelta a España en el bolsillo, para completar la triple corona. Ya acarició el éxito en la Grande Boucle en 2020, cuando cayó ante Tadej Pogacar en la cronoescalada del penúltimo día. Su compatriota, por cierto, se muestra ahora más vulnerable. Roglic no quiere retirarse sin volver a intentarlo, pero sabe que al lado de Vingegaard no dispondrá de esa oportunidad. Hay demasiados gallos en el mismo corral, que encima podría crecer si se consuma la fusión del Jumbo y el Soudal. El desembarco de Remco Evenepoel, que además no tiene una buena relación con Roglic, ya sería el colmo para un ciclista que merece una capitanía bien ganada y unos últimos años de carrera sin más enemigos que la carretera y su propio físico.