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Rodrygo salvó un Madrid-Athletic irreal

El editor y poeta Michael Krüger dijo que cada partido de fútbol es como una postal que te envía la infancia. Me gusta la frase, pero no me sirve para este, donde el Madrid salió disfrazado de Anderlecht mientras el Athletic elegía un blanco roto con ribetitos rojos que no terminaban de distanciarse del clásico uniforme madridista. Con esa confusión cromática era difícil reconocer a los contendientes, que llevan más de un siglo enfrentándose con sus colores. Había algo de extraño y casi blasfemo en esa mezcla rara. Resultaba hasta molesto identificar a los jugadores de uno y otro equipo bajo sus disfraces. Y sus colores de siempre, ¡mezclan tan bien!

El juego no compensó esa molestia. El Madrid dejó la iniciativa al Athletic, que aceptó el desafío y fue adelante, como suele, pero sin Nico Williams y con menos energía de la que se le conoce. Apenas creó peligro. En cuanto al Madrid, no diré que jugó con desgana, pero tampoco se empleó. Lo fio todo a algún contraataque y acertó en dos, uno en cada tiempo, ambos coronados por Rodrygo. En el primero, recibió un gran pase de Brahim y abrió paso para lanzar cruzado, por arriba. En el otro, el lanzador fue Bellingham, él llegó con ventaja al área, ahí hizo un recorte y marcó esta vez por el primer palo, y abajo. Dos maniobras limpias.

Ambas en jugadas por la izquierda, la zona donde mejor rinde, pero que sólo puede ocupar cuando falta Vinicius. Este le saca la ventaja de que es más insistente e interviene más (se echó en falta su picante) pero sobre todo ocurre que fuera de esa zona baja mucho más que Rodrygo, capaz de dar soluciones en la derecha o en el centro. Pero le viene bien de cuando en cuando lucir en su zona de confort. Y está espléndido, ya lo vimos en el España-Brasil. Buena noticia a la espera del City. Y buena noticia también que Militao esté ya casi a punto. Y eso fue todo. El Athletic se marchó pensando en la final de Copa y el Madrid, en el City.