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Rodrygo no se pone techo

Se cierra la temporada y Rodrygo se encarga de lo que habitualmente le corresponde a Benzema, por posición y producción. Marcó dos goles muy distintos en la victoria del Madrid en Sevilla, partido singular de la jornada. Ninguno de los dos está metido en la harina de la competición, algo casi imposible a estas alturas del año. El Sevilla ha esprintado de tal manera con Mendilibar que ha evitado los problemas que le acuciaban en la Liga y jugará el miércoles una nueva final de la Europa League, después de eliminar al Manchester United y la Juve, dos tótems del fútbol. En muchos aspectos, la peripecia del Sevilla es una historia cinematográfica. Con menos argumento se hacen multitud de películas.

Si el Sevilla piensa en un objetivo que parecía inalcanzable no hace tanto, cuando en el club empezaba a apoderarse el vértigo del abismo, el Madrid se encuentra en el trámite del carpetazo a la competición, no sin sobresaltos y tensiones. Las consecuencias del tristísimo episodio de Mestalla destacan en el ambiente. Tampoco resulta sencillo recuperar el tranco en la Liga, con el campeón ya decidido desde hace algunas semanas, pero la contundente derrota frente al Manchester City le obliga a un ejercicio de responsabilidad en la Liga. Lo resolvió entre semana con el Rayo y el sábado frente al Sevilla.

El foco ha girado hacia Rodrygo, finísimo delantero que tiene potencial de figura, quien sabe si de gran figura. Cada año mejora su rendimiento. De más que prometedor juvenil saltó a titular intermitente y ahora a fijo en la alineación, con todos los honores además. Hay algo de fascinante en su progresión, efectuada a contrapelo, en la posición que menos se ajusta a sus cualidades o a sus deseos. Estrella incipiente del Santos, Rodrygo merodeaba fundamentalmente por el sector izquierdo del campo o por la media punta, geografía ocupada por Vinicius y Benzema en el Madrid. Un reciente Balón de Oro y el delantero más excitante del fútbol actual, casi nada.

Rodrygo no es un extremo natural, menos aún en la derecha, donde ha encontrado competencia en Asensio y Valverde, éste por razones tácticas. En caso de 4-4-2, Valverde. En la final de París contra el Liverpool, por ejemplo. Fuera de su sitio natural, Rodrygo se ha ganado los galones que le adornan ahora, pero su caso es intrigante. Cuando se acerca a las posiciones que más le favorecen, su gama de recursos resplandece.

No es delantero centro, o no responde a la idea que prevalece sobre ese cometido, pero de la misma manera que se ha graduado con nota en la derecha, Rodrygo ha emitido fenomenales señales en la punta del ataque. En el bacheado curso de Benzema, varias veces interrumpido por las lesiones, y sin un suplente declarado en la plantilla –Mariano ha ejercido de espectador–, Ancelotti ha tirado del liviano Rodrygo, con una respuesta impecable del brasileño.

Rodrygo repitió en Sevilla su gran actuación del derbi del Metropolitano, donde hace meses marcó el primer gol en ausencia de Benzema. Fue una actuación de sombrerazo, reeditada en el Sánchez-Pizjuán en dos momentos que explican su categoría de jugador más que especial. En el primer tanto, un tiro libre que parecía destinado a Alaba, Rodrygo sorprendió por la astucia de su decisión –no esperó a nadie para aprovechar el vacío en el lado izquierda de la barrera– y la puntería en el disparo, un remate seco, tenso, plano junto al bosque.

A esa belleza le siguió un prodigio de imaginación y técnica desarrollado por tres jugadores que definen la creatividad del Madrid: Rodrygo, Modric y Kroos. Entre los tres dibujaron un contragolpe maestro, finalizado magistralmente por el brasileño. Sin alterar el paso, engañó y regateó por el lado imprevisto al defensor, detectó la red y allí alojó la pelota con una naturalidad que solo cabe en delanteros maravillosos. Todo esto en una jugada que Rodrygo inició en la corona del área madridista, con el pase adecuado al jugador que correspondía: Modric. Jugadores así hay pocos y al Madrid le conviene celebrarlos como merecen.