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Como aficionado del Atleti, con tanta facilidad me vengo arriba como me vengo abajo, y a veces me quedo en medio. Soy un aficionado inestable. Mi única estabilidad radica en el amor a los colores. El resto son dudas. Estaba seguro de que sacaríamos algo positivo en Las Palmas. No se nos puede escapar esta oportunidad, pensaba yo, ay de mí. O sea, me vine arriba demasiado a la ligera.

Hay que llegar, plantear el partido, vestirse de corto y jugar contra otros once en un lugar que no es tu casa. Resumiendo, los demás también juegan, y lo que se presumía una salida medianamente fácil, y, más aún, con la posibilidad de dormir líderes, se convirtió en otro chasco. Pisando chascos voy por la vida.

Así que nos pintaron la carita bien pintada. Los canarios (¡qué gran grupo de música, por cierto!) merecieron la victoria, y se acabó. No existieron Griezmann, ni Oblak, ni Koke. Nuestro particular pasillo se seguridad se difuminó. Y sin esos tres, poco vamos a hacer. Aún así, duele que sean sustituidos, porque poco margen de mejora puede haber, desde mi humilde punto de vista, quitando a Koke y a Griezmann.

Ahora, igual que me vine arriba anteayer antes de empezar el partido, me he venido a una zona intermedia y pienso que se nos ha escapado LA OPORTUNIDAD para escalar a la cumbre. Yo y mis tonterías. Seguimos teniendo un partido menos, y quedan muchos partidos. Aquí no ha pasado nada, pero…

Ayer mismo, en El País, Diego Manrique recordaba unos versos de Leonard Cohen que me vienen de perlas en este momento: “Soy bueno en el amor, soy bueno en el odio, es en medio donde me quedo paralizado”. Yo soy bueno siendo optimista, soy bueno siendo pesimista, es en medio donde me quedo paralizado, como ahora. La zona neutra.

Mi inestabilidad se acentúa cuando pienso en ese partido pendiente Atleti-Sevilla que me trae de cabeza. Hasta que no se juegue, estamos en las nubes. Como pueden ver, uso esta columna como diván del psiquiatra. A mí me hace bien. Y si alguien me lee, pues mejor.

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