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Entre los culebrones del verano, hay uno que destaca en especial por su tragedia y es el de Cristiano Ronaldo, atrapado en Mánchester; o más bien, atrapado en sí mismo. Después de haber llegado al Olimpo, su marcha del Madrid, en vez de llevarle aún más arriba, le ha metido en un infierno inimaginable para él. Tal vez, no comprendió que como Sansón, su fuerza también dependía de la longitud de la institución que le alimentaba. Cuando se emborrachó del licor de su propio ego, no se dio cuenta de que le cortaron la cabellera blanca y perdió la partida. El único pecado que los dioses griegos no perdonaban era la hibris, que es aspirar a más de lo que en realidad es posible. Esa desmesura casi temeraria del orgullo le ha llevado a lo más alto, pero también le ha conducido a un ocaso más rápido del previsto. ¿Cómo explicar que se volvió un poco vulgar al bajar del vestuario de Concha Espina?

Hay animales que sobreviven en cualquier ecosistema, ya sea desierto, jungla o bosque. Así son Luis Suárez o Xabi Alonso. Pero otras especies necesitan unas condiciones determinadas, que no suelen apreciar hasta que las pierden. Así como el Madrid era ideal para Cristiano, a otros, como a Kaká, les cuesta respirar en el duro Bernabéu. Hay ejemplos en todos los equipos. Arda Turan de rojiblanco era un orfebre entre forjadores, pero de blaugrana fue un vulgar prêt-à-porter en un mundo de alta costura. Y Filipe Luís volvió a brillar cuando regresó a la sombra de Simeone.

Mendieta dejó de volar tan alto cuando cambió las alas del murciélago por las del águila imperial. Y mientras que Jesús Navas necesita del agua del Guadalquivir para remar por la banda derecha, Iago Aspas se queda sin superpoderes lejos de la ría de Vigo. El Madrid sobrevivió a CR7, mientras que Cristiano ha visto cómo los grandes clubes ya no suplicaban por él ni le requerían. Después de haber sido el Aquiles del fútbol, podría convertirse en Ulises y volver al hogar. Su Penélope es el Sporting de Portugal.