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OPINIÓN

No todos son Djokovic o LeBron

El miedo escénico decide medallas en los Juegos Olímpicos. Muchas. No todos los deportistas soportan igual la presión. Entre otras cosas, porque no todos son iguales.

La esgrimista española Lucía Martín-Portugués se enfrenta a la húngara Anna Marton en su combate de sable individual femenino de los Juegos Olímpicos.
Julio Muñoz
Juan Gutiérrez
Subdirector de polideportivo. Ha desarrollado toda su carrera en AS desde 1991. Cubrió dos Juegos Olímpicos, siete Mundiales de ciclismo y uno de esquí, 12 veces el Tour y la Vuelta, seis el Giro… En 2007 fue nombrado jefe de Más Deporte, puesto que ocupó hasta 2017, cuando ascendió a subdirector en las áreas de Motor, Baloncesto y Más Deporte.
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El miedo escénico decide medallas. Muchas. No todos los deportistas soportan igual la presión. Entre otras cosas, porque no todos son iguales. Las medallas olímpicas sí tienen el mismo valor, las gane quien las gane, pero el abanico de aspirantes es amplio y diverso. También sus deportes. Hay iconos ya consolidados, estrellas mundiales impasibles, acostumbradas a competir en los eventos más importantes, profesionales que no tiemblan en unos Juegos Olímpicos, porque no tiemblan nunca. Djokovic, Alcaraz, LeBron, Nadal, Durant, Scheffler, Rahm, Swiatek, Marchand, Lyles, Popovici, Jokic, Duplantis, McIlroy, Antetokounmpo… Añadan los que quieran. Pero son mayoría aquellos que salen del anonimato una vez cada cuatro años, que de repente topan con el peso de una bandera, con la atención de los medios de comunicación, con la exigencia de una beca… Hay muchos que durante ese ciclo olímpico han logrado grandes resultados, que luego no tienen su reflejo en los Juegos. El miedo escénico, ya decíamos.

Este lunes vivimos el ejemplo de Lucía Martín-Portugués, una tiradora de esgrima que partía como cuarta del escalafón mundial, que llegaba con ocho medallas internacionales en este periodo, que era una clara candidata al podio o al diploma, pero que sucumbió en su primer duelo ante la 47ª sablista del ranking. “¡Qué vergüenza! Perder en la primera cuando venía a por medalla”, se castigó luego la española. Defraudada. Su caso no es tan extraño, sobre todo en deportes individuales. Fran Garrigós, el único medallista hasta ahora en París 2024, venía de perder dos veces su primer combate en Río 2016 y Tokio 2020, una decepción que le hizo plantearse su continuidad en el judo. Garrigós persistió, se apoyó en su psicólogo, Pablo del Río, un soporte de todos los deportistas en el CAR de Madrid. Y este año se quitó esa losa. Bea Ortiz señalaba algo parecido sobre la victoria de España sobre su bestia negra en waterpolo, Estados Unidos, a la que por fin pudieron derrotar en una cita olímpica. Dice Bea que la diferencia anterior era “la mentalidad”. Y que la han trabajado para la ocasión. Luego existe también el caso contrario, más raro, que son aquellos que se crecen en unos Juegos. Gervasio Deferr encajaba en ese modelo. Igual que existen batacazos, hay sorpresas que rompen los pronósticos: Alberto Ginés, Marcus Cooper, Adriana Cerezo… El olimpismo español está lleno de ejemplos. Pero no todos son Djokovic o LeBron. No pueden serlo una vez cada cuatro años. Y hay que entenderlo.

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