La segunda unidad se libera por fin
Con la final de Copa en la cabeza, Ancelotti tiró de la segunda unidad casi al completo. Revivió tiempos donde los suplentes eran una garantía.
Con la final de Copa en la cabeza, Ancelotti tiró de la segunda unidad casi al completo. Revivió tiempos donde los suplentes eran una garantía. El pasado año, por ejemplo. Jugadores como Lunin, Nacho, Joselu, Brahim y Lucas Vázquez resolvieron buena parte de una temporada feliz. Copa de Europa y Liga, nada menos. Fueron importantes del principio al final de la temporada, unos por el rendimiento que ofrecieron como sustitutos de Courtois, Militao y Alaba, otros por su capacidad para transformar partidos cruciales. En este capítulo, Joselu tuvo un papel inolvidable.
No ha ocurrido lo mismo esta temporada. El Madrid ha funcionado con poca alegría. De nuevo reaparecieron las lesiones graves de titulares indiscutibles, caso de Carvajal y de nuevo Militao. El ingreso de Mbappé significó la salida de Joselu. Nacho también abandonó el club de su vida. La plantilla se adelgazó y el juego nunca alcanzó el fervor del curso anterior.
Los suplentes han entrado y han salido del equipo sin sentirse como un colectivo esencial. Ha sido un papel muy estratificado, dependiente de los humores de las estrellas, no de la fuerza general de la plantilla. A diferencia de otras ocasiones, no se ha hablado de la famosa unidad B, famosa en el año del doblete Liga/Copa de Europa con Zidane, en 2017, o en la edición 2023-24 con Ancelotti al frente de las operaciones.
Los suplentes se han sentido demasiado suplentes. Por lo general han entrado de uno en uno o de dos en dos, siempre supeditados a un papel de acompañantes. No han rendido ni bien, ni mal. Sabían que esta vez les tocaba un papel secundario. Rara vez, quizá nunca, se han sentido esenciales en el recorrido del equipo. La mirada estaba puesta en otros, a ellos les tocaba un año de forzosa opacidad.
Este paisaje cambió contra el Getafe. Ancelotti dejó que la segunda unidad lidiara con un partido de altísimo riesgo a estas alturas del campeonato. El partido comenzó con el Real Madrid a siete puntos del Barça. Cualquier resultado que no fuera la victoria le apartaba de la persecución del líder y del título. Ancelotti mantuvo a Courtois, Tchouameni, Valverde y Vinicius. Los otros siete, y en este sentido se puede hablar de una apuesta colectiva, fueron jugadores que no comenzaron la temporada como titulares o que lo fueron por necesidades del guion -lesiones en la defensa- o que no han acabado de dar el salto que se esperaba de ellos.
Ante un reto de gran calado, victoria o abismo, la segunda unidad se empleó con energía, decisión y personalidad. Con muy buen juego en la primera parte. Sacaron al Getafe del partido que pretendía y redondearon la actuación con el gol de Güler, que por vez primera emitió señales de centrocampista verdadero, un paso crucial en su carrera. Después del encuentro, Ancelotti declaró que el futuro del elegante jugador turco pasa por su adecuación a las labores de mediocampista.
Fue el mejor partido de los habituales suplentes, posiblemente porque se vieron como un todo y no como una pequeña parte del equipo. No trasladaron ese vigor al segundo tiempo. El Getafe sabe complicar la vida a cualquier rival. Tiene más recursos de lo que se dice. Bordalás los aprovechó. El ingreso de Álvaro Rodríguez y el extremo Coba tuvo un impacto muy considerable. No ocurrió lo mismo en el Madrid. El equipo bajó el tono. Entró Bellingham y fue la versión más apagada que se recuerda del jugador inglés, como si ese partido no le apeteciera nada.
Cumplida la faena, los suplentes y el extraordinario Courtois colocaron al Madrid a cuatro puntos de distancia. No fue un trabajo deslumbrante, pero sí bien hecho. La segunda unidad por fin disfrutó de un papel relevante en esta Liga. En la final de Copa, el foco estará sobre otros, las estrellas.
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