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No es serio este cementerio

Si el Barça fuera un club serio con una estructura y un funcionamiento profesional, reuniones tan importantes como en la que se decide si el entrenador del primer equipo se va o se queda no se celebrarían en casa del presidente, con cincuenta periodistas en el portal que ven llegar al repartidor del restaurante japonés y perder un zapato a Enric Masip a la salida mientras contradice al vicepresidente deportivo, Rafa Yuste, que había asegurado minutos antes que la continuidad del técnico se había tomado de forma unánime.

Si Laporta fuera un presidente serio, con un proyecto sólido y no una improvisación detrás de otra a golpe de testosterona y soflamas populistas, habría sostenido lo dicho ante su Junta directiva unas horas antes de recibir al entrenador en su casa, mirarse a los ojos y decidir que venga, palante, alegando después como argumento clave que los dos son muy culés, súper culés, mega culés. En su primer discurso como presidente proclamó que con él perder tendría consecuencias y tras perderlo todo mantiene al técnico por una mirada, mogollón de feeling y un discurso de tres minutos entre sushi y shashimi.

Si Xavi fuera un entrenador serio, con un discurso coherente y un comportamiento estable y acorde al relato que defiende, no habría pedido continuar después de asegurar en enero que sería el primero en largarse si no ganaban títulos. Tampoco alegaría que están ya para codearse y competir con rivales de primera categoría una semana después de que el PSG les metiera cuatro y en una temporada en la que el Athletic les eliminó de la Copa con otros cuatro y el Real Madrid (a 14 puntos de distancia ahora mismo en LaLiga) les haya marcado nueve en tres partidos.

Pero ni el Barça, ni su presidente, ni su entrenador, están demostrando ser serios, profesionales ni consecuentes. Y el cementerio en el que se ha convertido una masa social adormecida, acrítica, sólo protesta y es capaz de indignarse por un gol fantasma de Lamine Yamal en el Bernabéu.

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