Navidades incómodas para el Barça

El fútbol entra, como toda la sociedad, en días de paz y buena voluntad, fechas en general felices. Pero dudo que lo vayan a ser tanto para el Barça, metido en una vorágine de desencuentros internos más difíciles de digerir que los inminentes polvorones. Y eso que tradicionalmente ha sido un club muy navideño. Se recuerdan mucho los torneos de Navidad de baloncesto del Madrid en estas fechas, pero llegaron precedidos de una larga tradición del Barça, que montaba ya hace más de un siglo estupendos partidos en la mañana del 25. En uno de ellos, aseguraría que en el de 1967, experimentó con porterías de 10 metros de ancho.

Esa tradición se perdió, en respeto a las vacaciones de los jugadores, pero he aquí que este año se han tenido que tragar, en fechas inmediatamente anteriores, un incómodo viaje transatlántico del que regresaron con los pies fríos y la cabeza caliente, derrotados y malhumorados. Se supone que el Barça necesita recaudar, pero no se puede regalar prestigio, y menos aún deteriorar el ambiente de plantilla. Un viaje del campo al avión nada más terminar el partido contra el Almería, ganado con apuro y bronca del entrenador, y con todo el grupo para que al final allí jugaran los canteranos más João Félix, clara degradación pública. Derrota y vuelta para casa.

Las vacas sagradas perdieron dos días de vacaciones para nada, pues. Un episodio más para fomentar el malhumor en una plantilla que hace nada asistió atónita a aquel cambio de convocatoria para el partido de Amberes. Xavi pretendió dar descanso a los principales, quién sabe si para compensarles por este marrón que acaban de comerse, pero Laporta se lo impidió, forzando que viajaran todos. Son demasiadas cosas que hablan de una inestabilidad que no conduce a nada bueno. Vivimos días de paz y buena voluntad que quizá sirvan para amortiguar enfados, pero me temo que ahí ya se hayan estropeado demasiadas cosas.

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