Messi empieza con la cabeza gacha
Las sorpresas son la pimienta de los mundiales, les dan gracia, los prestigian. Las ha habido siempre, en distinta escala: medias, grandes y colosales, por encima de las cuales sólo podemos colocar el Maracanazo de 1950, para lo que no hay más palabra que esa, ‘maracanazo’ y con ella pasó a la historia. La de de Argentina ante Arabia podemos colocarla inmediatamente por debajo, junto a la final del Suiza-54, el Corea 1, Italia 0 del Inglaterra-66 y no sé si alguna más. Argentina venía como una bala, después de 36 partidos invicta. La de Arabia es una selección cuyos todos jugadores militan en liga local. Que levante el dedo el que podía imaginar esto.
Y la cosa empezó divinamente para Argentina, con un penalti de esos de agarrón en el área de los que no se pitan pero que Collina ha decidido que sí se piten. Fue, digamos, un penalti preventivo, que transformó Messi con serenidad. Era su cuarto Mundial marcando (en Sudáfrica no mojó) lo que le mete en el lujoso club de Pelé, Seeler, Klose y Cristiano. Luego, con una defensa muy adelantada, Arabia recibió tres goles más pero en todos hubo fuera de juego, uno de ellos por el mísero adelantamiento del hombro de Lautaro. Hay juguete nuevo para el sexador de pollos, que desde luego hizo un quite por gaoneras. Ya sabemos que esto va a ser así.
Tan fácil lo vio Argentina, que salió en la segunda mitad a vaguear y Arabia le encalomó dos goles seguidos. Al pretender reactivar la máquina Argentina notó los años, el desconcierto y la fe y la pierna fuerte de sus rivales, que se veían ante una gesta histórica. Todos mirábamos a Messi, pero él también cumple años, y ante Arabia Saudí se quedó a medio camino entre lo que aún puede ser y lo que fue en esas goleadas europeas fuera de casa con el Barça, cuando paseaba cabizbajo y pesaroso. Todo junto provocó la primera sorpresa del campeonato y dudo que pueda haber alguna mayor. Argentina falló el tiro más fácil del grupo. Le quedan México y Polonia…