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Messi completa la escalera de color

Aparte de un volquete de títulos nacionales en España, Messi ha ganado el Mundial Sub-20, el Oro olímpico, la Champions con sus secuelas de Mundialito y Supercopa, la Copa América y el Mundial. Salvo error u omisión, no hay título mayor que no haya conseguido, así que vale afirmar que ha completado la escalera de color. Nadie antes lo hizo, ya veremos si alguien lo consigue en adelante y cuándo. A eso une más de mil partidos, presencia en cinco mundiales, récord de partidos jugados, 26, en esta competición y una carretilla de balones de oro, ganados no en un tiempo vacío de competencia, sino ante Cristiano, que le arrebató varios.

El gran lazo a su carrera ha sido, claro, este Mundial que siempre recordaremos ligado a su nombre. Una conquista que tiene una antesala, la Copa América que por fin ganó hace dos años, después de tantos intentos fallidos. Ese logro supuso la retardada reconciliación entre Argentina y Messi, el final de la desconfianza mutua. Messi sufrió el fantasma de Maradona, esa sombra de Rebeca que le oprimía. Tras haber disfrutado a Maradona con su magia y sus dos goles extremos a Inglaterra en tiempos en que aún escocían las Malvinas, el hincha argentino no tenía ojos para una novedad que venía de Europa, por más acento argentino que tuviera.

Le veían como un suplantador, el ‘pechofrío’, la mosca en la sopa. En el Barça, rodeado de los mejores, puso durante años la firma a inigualables victorias… que empezaron a ser menos cuando Xavi e Iniesta se marcharon. Seguía jugando bien, pero no era lo mismo. Se le veía fastidioso, quejica, ya no disfrutaba en el Barça la atmósfera que le hizo feliz. Pero a cambio la encontró por fin en Argentina, donde se volcó y pasó a ser el líder absoluto, reconocido, aceptado, considerado. El desengaño en el Barça le volcó hacia el retorno definitivo a su origen, el viejo y querido fútbol argentino, que un día dijo Menotti. Y ya nada se le puso por delante.