Memorias de Europa en el derbi madrileño
Remontó el Madrid y alcanza las semifinales de la Copa del Rey, peldaño menos frecuente de lo que debería para un club que no gana el título desde 2013. Más habitual es la manera en que se impuso al Atlético, una transformación en toda regla que le permitió recuperarse de la desventaja ante el Villarreal en la anterior eliminatoria y regresar a la saga de inolvidables victorias contra el París Saint Germain, Chelsea y Manchester City. Aquella secuencia sorprendió menos porque se trataba del Real Madrid, que ha forjado la mística de la remontada desde la noche de los tiempos. Pero aún así, aquellos tres partidos quedarán grabados en mármol.
El Atlético desarboló al Madrid en el primer tiempo. Jugó con clase, ideas y autoridad. Griezmann ofreció su versión más reciente, probablemente la mejor de su dilatada trayectoria, y todo el equipo se articuló con tanta facilidad que a la vez, desmentía su pronunciada querencia defensiva. Según una tesis tan extendida como chocante, el Atlético es más fiable cuando juega mal, como si jugar bien le debilitara y le privara de identidad. Es un arcano sin sentido que ha calado en los sectores más radicales del simeonismo.
El partido contrarió esa tesis. Cuando el Atlético jugó bien, o muy bien, cobró ventaja y anuló al Real Madrid, que regresó a la misma versión que en la final de la Supercopa o el partido de Liga contra el Villarreal. La respuesta del Madrid se produjo tras el descanso, sostenida por argumentos que Ancelotti maneja muy bien. Buena parte de sus éxitos en partidos que amenazan desastre responden a medidas radicales, menos referidas a cuestiones tácticas que a una llamada al desconcierto. Al desconcierto de los rivales.
Ancelotti eligió una alineación de lo más ortodoxa en la primera parte, con Camavinga como mediocentro, posición de la que Tchouameni es dueño, pero ahora está vacante por la lesión del francés. Se adelantó el Atlético, se lesionó Mendy y Camavinga se colocó en el lateral izquierdo. Entró Ceballos. En el segundo tiempo, continuaron los cambios, todos de corte ofensivo. Ingresó Rodrygo. Apareció Asensio. Continuaron Modric, Benzema y Vinicius. En términos reales, el Madrid jugó con varios jugadores fuera de su posición. Y funcionó.
Cuando las cosas se ponen feas, Ancelotti pega una fuerte patada a la mesa y remueve todas las piezas del tablero. Lo hizo contra el PSG, Chelsea y City ante el asombro del Bernabéu. Se calificó de milagroso, pero en los dos últimos partidos de Copa ha ocurrido algo parecido. A mediados del segundo tiempo, el Madrid había convencido a su hinchada y al Atlético de la remontada. En el campo, los tres medios eran pequeños y ligeros: Modric, Ceballos y Rodrygo, antiguos mediaspuntas o delanteros en los kilómetros iniciales de sus trayectorios. En la defensa, Nacho ocupó el lateral con solvencia y Camavinga mejoró sustancialmente a Mendy.
Será imposible ver esa alineación titular en un partido del Real Madrid, salvo en uno sin la menor importancia, pero Ancelotti volverá a tirar el tablero en los momentos de emergencia. Le importa menos, y con toda la razón del mundo, la ortodoxia (el 4-3-3 camuflaba con Rodrygo un 4-2-4 como una catedral), pero el efecto sobre el Atlético fue devastador. El impresionante gol de Rodrygo, una jugada que solo se pueden permitir un puñado de jugadorazos, acabó con el partido. La remontada no estaba hecha, pero era irremediable.